Un día cualquiera entre semana, el nudo neurálgico paceño, la Plaza Mayor de San Francisco, es propicio para el espectáculo a cielo abierto. Son las siete de la noche y el entretenimiento hace acto de presencia, cuando en el lugar emerge una suerte de circo sin pretensiones, de teatro improvisado, que reúne como sin querer a un público que no lleva etiqueta ni invitación. Las gradas ya están ocupadas por un grupo heterogéneo de gente que pasaba por allí, que se para a observar y a escuchar el siguiente número que está por empezar, a prestar atención a estos cómicos populares, artistas que aprendieron las lecciones en avenidas y parques de la ciudad.
La gente deja entrever, primero, curiosidad, incluso extrañeza; más tarde relaja el ceño para mostrar una sonrisa, tal vez incluso soltar una carcajada contenida que denota el tedio acumulado de un día como otros. Aquí es donde se opera el ánimo y así prescriben sus recetas los “médicos del alma”, especialistas en curar la desazón y el aburrimiento, en paliar el sufrimiento de las personas, con sus números de humor.
En el público se entremezclan historias, edades (algunos niños), géneros (la mayoría, hombres) con algún propósito de evasión nacido de una historia particular, a la vez tan común como las trabas de la vida cotidiana.
Entre el auditorio, un joven que prefiere permanecer en el anonimato resume —mientras dibuja una sonrisa— de la siguiente manera la atracción de estos artistas de la calle: “Venir a este lugar te relaja. Aquellas personas que realmente tenemos problemas, con tristezas… en estos lugares nos entretenemos. Nos pone felices, y de esa manera es como nos vamos también”. “Ahí lo ves”, señala con la mirada a la concurrencia, que está pendiente de la acción escénica que se focaliza en aquel punto de la Plaza Mayor.
Es cierto que hay alguno que duerme, otro que escucha las parodias y las canciones con medida atención. Pero la función, poderosa, aglutina frente a sí a tantos como respondan a la llamada que hace el propio presentador del teatro callejero, con un eco que resuena y se percibe en el aire del centro paceño.
Su procedencia humilde les dota del conocimiento suficiente para diagnosticar cada pena, y presentar su particular terapia. De modo que no está de más tomar nota, por si se diera el caso de tener que acudir con el alma afligida a que ellos ayuden a curarla. Se mueven con soltura y el graderío garantiza la morfología escénica que requiere el espectáculo.
Son ocho artistas, guiados y enseñados por la docencia sin magisterio que imparte el orureño Isaac Barrientos Carrillo, más conocido como “el Chucky boliviano”, fundador de esta compañía sin carnet de socio que ha hecho de la calle su residencia habitual. “Todos conocen a Chucky”, apunta Erlan Callizaya, alias el cómico Pachuco, el más joven de los actores de esta compañía. Pachuco habla de Chucky con la veneración propia del alumno hacia su maestro. Tras la estela de Chucky se sitúa el resto del elenco de comediantes callejeros, como ellos mismos se describen.
“Acá en Bolivia da para sobrevivir”, explica Jorge Luis Gutiérrez, Cocoliso, el segundo en veteranía del grupo. El rendimiento económico que obtienen con sus funciones es escaso, acorde con la ausencia de pretensiones que caracteriza al grupo. Un grupo carente de un teatro propio, de una productora, distribuidora o promotora que los lleve de gira, y sin un reconocimiento de la crítica. “Hay días en que no tenemos nada porque la gente es así, cuando tiene colabora, cuando no tiene no se le puede obligar a colaborar”, insiste el Cocoliso. La recaudación varía, pero es mayor durante el fin de semana, cuando la plaza está más concurrida por transeúntes.
Los ocho artistas ponen toda la carne en el asador sobre la base de chistes —algunos subidos de tono—, bailes, fábulas e historias, simulacros de pleitos y escarmientos entre los mismos actores, enfundados en sus personajes comunes. Iris, esposa de Barrientos y primera artista escenográfica callejera de Bolivia, es el contrapunto femenino de un grupo netamente joven y masculino.
El Cholo Inocencio, el Cocoliso, el Charango, el Chinito Popó, el Chaguerito y el cómico Pachuco completan el plantel. “La vocación primordial de estos creadores de lo improvisado pasa por “sacar una sonrisa a la gente, hacerles alegrar en las noches frías paceñas”, afirma Pachuco. ¿Tiempos grises para el teatro?
Seguramente siempre lo fueron para un artista de la calle. Pero el grupo acaba de recibir el reconocimiento del Comité Cívico Pro La Paz, un hito que marca un antes y un después en la vida de Chucky y el resto del grupo. Pero, ¿cuál es la técnica, el truco que hay detrás de la risa? Chucky parece el más idóneo para solventar todas las dudas al respecto. “Al público de a pie le gustan los chistes picantes, le gusta la picardía, lo colorado. Porque con chistes clásicos casi ya la gente no ríe. Pero si metemos una picardía, chistes picantes, es diferente”, señala.
“Aquí lo que más utilizamos es la improvisación”, apunta el actor urbano. El suyo es un arte que varía conforme se desarrolla, mientras se actúa y sobre la marcha. La música es el catalizador fundamental de los chistes que se fabrican sobre la marcha, melodías “de todos los países, música folklórica de Bolivia, bailes peruanos, hasta zamba argentina o boleros. Sacamos picardía de todos los temas que hay”, resalta Chucky.
“Nosotros hemos sido callejeros, talento boliviano neto. Hacemos humor de todo tipo, negro —de connotaciones ásperas, duras—, humor café —un formato breve—. Los monólogos los sacamos de la vida real, la biografía de cada uno de nosotros. El chiste está en cada uno, se saca de cada persona: de un niño, de un viejito, de una señora, de su forma de caminar”. De esta forma somera describe los temas que trata el grupo a menudo el Charango, aclarando que Chucky les brindó las herramientas necesarias para patentar esta forma de hacer arte, a veces peleada y criticada por los artistas de salón que miran con menosprecio a esta corriente callejera y marginal.
Los “médicos del alma”, después de recibir el reconocimiento oficial, trabajado y merecido, prosiguen un día más con su rutina laboral. Es fin de semana y sacaron a relucir sus mejores galas. Son los días en los que más gente hay, y más habrá cuando lleguen las vacaciones escolares y se llene este lugar. Y saben que estarán preparados para su público, como siempre lo estuvieron.
‘Señoras y señores, loooos artistas’
Isaac Barrientos, ‘Chucky’. “Aquí, en la Plaza de los Héroes, es donde más aprendieron los muchachos y mucha gente, muchos amigos. Y así nació la comedia popular. Ahora somos cómicos populares de parques y plazas de recreo donde damos diversión a todos los presentes”.
Jorge Luis Gutiérrez, ‘Cocoliso’. “Tengo 39 años y soy paceño de nacimiento, hace 28 que trabajo en los parques y plazas de la ciudad. Hemos luchado años para que nos den este reconocimiento, como ahora nos lo da el Comité Cívico de La Paz”.
Lourdes Amillán Núñez, ‘Iris’. “Hace 25 años que trabajo como artista callejera. Me siento bien, orgullosa y me gusta toda la gente que viene acá contra viento y marea, y los aplausos de ellos”.
Alberto Vizcarra Delgado, ‘Charango’. “Tengo 32 años y también he nacido en La Paz. Nuestros chistes son sobre la vida. Y si la vida fuera un chiste, todos seríamos más felices”.
Pablo Quispe, ‘Cholo Inocencio’. “Soy de Achacachi, provincia de Omasuyos. Tengo 26 años y llevo 18 como cómico callejero. Es un placer formar parte de este grupo, son como mi familia”.
Jorge Luis Chambi, ‘Chinito Popó’. “Tengo 25 años, soy paceño. Trabajo desde los 13. Solo me dedico al teatro callejero, a veces uno estudia pero solo me aferro al trabajo de la calle”.Julio Michael Chino Flores, ‘Chaguerito’. “Tengo 21 años y vengo desde El Alto. Es bonito lo que hacemos, me gusta el arte y hacer reír al público. También me gusta reírme con ellos, estar siempre ahí y hacer teatro”. Erlan Callizaya, ‘Pachuco’. “Tengo 21 años y también soy paceño. Empecé hace 12 años actuando en la calle. Me encanta el arte que llevo en la sangre y hacer reír a la gente”.
Del arte de la calle a la institución
El proceso de institucionalización para convertir al colectivo en personalidad jurídica, que se llevará a cabo en el Ministerio de Trabajo, tomará entre dos y tres meses, explica Germán Hugo Burgos, secretario del Ministerio de Obras Públicas previo al acto de reconocimiento de parte del Comité Cívico. Con esto “los vamos a incorporar dentro de la actividad social en la Constitución Política del Estado para que reciban beneficios”, prosigue. La cobertura proporciona “un seguro universal”, que ampara a los artistas y a sus familias con servicios sanitarios básicos, seguro laboral e incluso una posible sede física en el futuro donde dar las funciones. “La regularización responde a la necesidad de rescatar el esfuerzo de personas de origen humilde y marginal por esforzarse en desempeñar un trabajo que, sin apenas ingresos, genera un servicio a la ciudadanía en forma de producción cultural y de entretenimiento”.
El reconocimiento a un personaje con mucha historia“Yo empecé a mis 14 años, en tiempo del régimen del dictador Hugo Banzer Suárez, cuando estaba prohibido aglutinar a la gente en las calles. Igualmente trabajaba, en parques y plazas, en la avenida Pérez y en el parque zoológico”. Isaac Barrientos, alias Chucky, reunía a la gente entorno a sí, pintado de payaso.
“Vino un amigo mío y empecé a trabajar con él, el payaso Cascarito, que ahora es el cómico la Chola Maguila. Después me casé con Iris. Comencé a trabajar con ella y llegué a triunfar. Llegué al parque mirador Laikacota, un parque hermoso de niños y mayores”. Allí trabajó 15 años como comediante, para trasladarse después al centro de la ciudad. Para su alumno el Charango, este premio “es un pequeño paso para ir hacia arriba”, aunque “no tenemos que levantar alas rápido, hay que ir despacio”. Por su parte, Chino Flores, alias el cómico Chaguerito, comenta cómo este trabajo “ayuda bastante a mi situación económica. Estoy ahorrando para la universidad de mis hijos”. Para Lourdes Amillán, el reconocimiento llega, aunque tarde, pero llega: “Me llena de satisfacción que ahora sí se hayan acordado de nosotros, porque los cómicos estamos olvidados por las autoridades del Gobierno y municipales. Nunca han venido aquí. Ahora estamos completamente felices”, dice.