Los principales compradores son extranjeros. La Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP) filial Chuquisaca, un pintor destacado y un experto en arte consideran que la gente local no sabe apreciar estas obras por falta de conocimiento. Se necesita marketing y publicidad, aconsejan.
El 80 por ciento de las obras de arte que producen los integrantes de la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP) filial Chuquisaca son adquiridas por extranjeros y los precios máximos no sobrepasan los 2.000 bolivianos.
La gente local prácticamente no consume obras de arte. No sabe apreciarlas por falta de conocimiento; además, no hay publicidad. Sin embargo este problema no es aislado, ocurre en todo el mundo, sostiene Orlando Mizzau, gestor cultural argentino que trabaja hace varios años en Sucre.
El presidente interino de la ABAP filial Chuquisaca, Jerson Valeriano, confirma a CAPITALES que en Sucre se consumen muy pocas de obras de arte. Si bien en los últimos años se realizaron varias exposiciones, las ventas son contadas.
“Probablemente un factor sea el poco marketing y publicidad que se hace, pero el 80% de las obras que se venden son compradas por extranjeros. Son pocos los sucrenses que encargan obras”, enfatiza Valeriano.
Artistas afiliados
A la ABAP están afiliados actualmente 35 artistas, de los cuales 20 son socios activos y el resto está en el interior del país y las provincias de Chuquisaca. Entre ellos solo hay dos escultores y cuatro acuarelistas; los demás trabajan con diversas técnicas de la pintura (el 30%, con pastel).
Valeriano desde hace diez años dibuja y pinta con carboncillo y pastel. Tiene en su haber 50 obras, de las cuales vendió unas 30 en el lapso de diez años. Dice que algunas salieron al exterior, y que los precios varían de acuerdo al tamaño de la obra, la técnica y la temática. En su caso, oscilan entre los 200 y los 1.600 bolivianos.
El mercado de Sucre
Así como él, otros artistas plásticos consultados por CAPITALES coinciden al señalar que el mercado de Sucre no es bueno para la venta de obras de arte.
Por ejemplo, el reconocido artista plástico y maestro Nanet Zamora asegura que en la capital no se venden las obras de arte. Sostiene que el pintor crea para el público pero este no responde adecuadamente porque los factores sociales cambiaron.
“Antes habían ciertas élites intelectuales, sobre todo en Sucre, con buen gusto estético, por tanto valoraban y compraban obras de arte; ahora la clase media copó todas la áreas —y eso es bueno, aclara—, sin embargo carecen de buen gusto y, en vez de adquirir obras de arte, prefieren comprar algo más práctico como una buena cocina, pese a que hay dinero y que una obra de arte es como una joya, que adquiere más valor con el transcurso del tiempo”.
Según Zamora, falta educar al público sucrense para que aprenda apreciar las obras de arte. Reconoce que los jóvenes universitarios y los colegiales son los que más acuden a las exposiciones para admirarlas, pero no tienen dinero para comprar. “Falta promoción, la publicidad es la clave”, dice.
Aficionados y empíricos
El reconocido artista local señala que Sucre destaca, sobre todo, por la producción pictórica. Aquí hay más pintores, en tanto que los ceramistas son escasos y los talladores, solo aficionados; además, la mayoría de los artistas plásticos son empíricos, y solo el impulso y la habilidad personal les empuja a crear una obra, agrega él.
“¡Cuánta falta hace la Escuela de Bellas Artes que tenía la Universidad San Francisco Xavier, donde se formó una pléyade de famosos artistas plásticos a nivel latinoamericano! Sucre carece de un centro de formación de profesionales en arte”, apunta Zamora.
Fallida subasta de arte
Una clara muestra de la indiferencia de la población se registró el viernes por la noche, cuando en la Casa Municipal de Cultura tenía que llevarse a cabo una subasta de 30 obras de arte organizada por la ABAP.
Artistas plásticos como José Milton Pumari, Hans Murillo Villagómez, Janeth Galván, Sergio Montalvo, Julio Escóbar y otros socios y artistas invitados quisieron dinamizar el mercado del arte convocando a esa subasta.
Los cuadros, trabajados con las técnicas al óleo, acuarela, acrílico, pastel, dibujo al grafito, carboncillo, además de una escultura de madera de un cóndor, tenían un precio base, colocado por cada artista. Había desde Bs 70 hasta más de Bs 800.
La subasta fue realzada con la inauguración de una muestra pictórica del artista Armando Lázaro Puma y la actuación de la Orquesta de Cámara “Musikal Sucre”, que contó con la presencia de músicos internacionales de Alemania, Suiza e Italia. Pero el público asistente escuchó a la orquesta y luego se fue; no se subastó ni un solo cuadro.
Éxodo por falta de apoyo
Zamora es pesimista y dice que las exposiciones solo se realizan para mostrar las obras, pues el artista sabe que no venderá.
“Al crear una obra se pierde tiempo y dinero con los gastos que no tienen retorno, por eso ocurre el éxodo de artistas al interior del país: es mejor ir a otro lado, donde somos mejor acogidos, hay más venta y se recompensa el esfuerzo que uno ha hecho”, sostiene.
En Sucre falta apoyo de las autoridades, “a las que —según Zamora— hay que rogar para que hagan un catálogo de segunda clase, como si hicieran un favor extraordinario. Además la gente no asiste a las exposiciones y los pocos interesados que hay regatean los precios”.
Comerciar con el arte
El gestor cultural Orlando Mizzau, que vive en Sucre desde hace una década, manifiesta que este problema no es aislado y que ocurre en todo el mundo.
“El comercio del arte puede ser bueno, la cosa es saber explotarlo y manejarlo buscando metodologías, dinámicas, empresas, proactores, mecenas, patrocinadores o curadores que ayuden a entender que esta problemática es social y cultural”, explica.
En su criterio, Sucre tiene mucho potencial pero una disgregación social y conceptos equivocados. Señala la existencia de una cultura de la “descomunicación”, con productores culturales que tienen el gran problema de la dificultad dialéctica: no saben transmitir lo que piensan y las artes plásticas no se ven como un buen negocio porque hay inseguridad.
Hay una realidad que indica que las personas con poder adquisitivo pueden acceder a las obras de arte, pero muchas prefieren comprar un objeto chino o africano para adornar su casa y no un cuadro.
En ese sentido, Mizzau considera que Sucre es un mercado dificultoso que trascendió en lo económico, artístico, tocando lo cultural y social que es más difícil de solucionar. Él plantea que se debe cambiar la mentalidad de la gente, pues lo que para uno es un problema, para el otro una solución.
Tres ejemplos exitosos
En México, las artesanías y juguetes tradicionales son las actividades productivas de mayor tamaño en el sector cultural. Tan solo 1 de 11 empleos pertenecen al sector turístico y el 10% del PIB es generado por este sector. Además, en los hogares por cada 100 pesos, 44 se gastan en artesanías, según una publicación del Financiero, del 6 de abril de 2007.
Por una ordenanza municipal de Villa Allende, en Córdoba (Argentina), los edificios nuevos de gran envergadura deben tener un mural creado por un reconocido artista. Esto ayuda a crear fuentes laborales entre los artistas y, por otra parte, incentiva a la población a valorar las obras de arte.
En la provincia de Chaco, en ese mismo país, desde hace 40 años se lleva a cabo el Encuentro Latinoamericano de Arte Público y Muralismo, adonde acuden visitantes de Latinoamérica, generando un gran movimiento económico.
¿Qué se puede hacer?
Se puede comercializar y vivir del arte. Lo idóneo, hoy en día, es promocionar mediante las redes sociales.
Para eso, hay que tener una amplia producción y renovación. Es mejor no mostrar seguido los mismos productos.
Tiene que haber inversores que se dediquen a comprar y vender obras de arte. Esto es clave.
Otra solución es que los artistas se asocien para buscar nuevos mercados juntos y roten sus obras por el país.
Organizar muestras y subastas colectivas en distintas ciudades. Generar un neomecenazgo, contratar a artistas que pinten y dibujen.
Ocurre que las obras de arte no se venden porque los artistas no evolucionan ni se renuevan.
Fuente: Orlando Mizzau