La arquitectura colonial del edificio lleva esculpido al estilo barroco mestizo o andino, que unió las curvas europeas con la decoración indígena, tras la llegada española a tierras americanas. Por esto, las piezas líticas y de madera, sobre todo los arcos y pilares de los patios, portan estilizaciones fitomorfas como la kantuta, la piña, la papaya, las hojas de laurel; o figuras zoomorfas como rostros de pumas y patos del lago Titicaca (ch’okas), aves bicéfalas, y seres alados, misteriosos, tétricos, tampoco están ausentes de la ornamentación.
Todos estos aditamentos le otorgan el aspecto señorial a esta casa construida en 1730, de cuyos dueños casi nada se conoce. Se compone de un patio principal —el cual estaba rodeado por los ambientes destinados a los anfitriones y sus invitados—, donde sobresale el piso ajedrezado con piedra huevillo y una escalinata imperial que hace siglos llevaba a las visitas al salón de honor. Allí también se encuentra el imponente arco que en lo alto lleva tallado el escudo blasónico —tal vez símbolo de la familia— que posee la leyenda: “Esta espada quebrará, mas mi fe no faltará”.
Al lado emerge el segundo patio, que era para la servidumbre. Tiene una galería con arcadas pétreas que fueron cinceladas en el siglo XVIII y una superposición de corredores del siglo XIX; sin embargo, este sitio fue intervenido en los años 90 con el colocado de una cobertura vidriada. El que no sobrevivió al tiempo y las intervenciones fue el tercer patio, aquel que estaba destinado a caballerizas y depósitos.
Este palacio fue declarado Monumento Nacional el 15 de abril de 1930, y hace cuatro décadas recibió una portada interior y el coqueto balcón de madera que mira a la esquina donde yace el inmueble, piezas que fueron trasladadas desde la Casa del Balcón de la esquina Sanjinés y Potosí.
El edificio estuvo ligado desde el anterior siglo a la cultura. Tras la muerte de sus dueños, se convirtió primero en unidad educativa, luego recibió a las oficinas del Ministerio de Educación y Cultura, a las del Banco del Libro, y finalmente, se convirtió en el hogar del Musef. Pero, ¿cuál es la historia de esta institución? Su génesis se remonta hasta 1925, cuando el presidente Bautista Saavedra inauguró el Departamento Científico de Etnografía.
Tuvieron que pasar casi cuatro décadas, hasta 1962, para la descentralización de la entidad con el denominativo de Museo de Arte Popular y Artesanías, en el gobierno de Víctor Paz Estenssoro, quien determinó que el repositorio se asiente en el palacio de los Villaverde. Así, en 1974 nació el Musef y nueve años más tarde pasó a estar bajo la tuición del Banco Central de Bolivia (BCB).
La difusión de la realidad etnológica nacional, el debate académico y el impulso a la investigación de las ciencias sociales fueron parte intrínseca de esta sede, lo que permitió la creación de la Reunión Anual de Etnología en 1987, un evento único en su género en el país. Y las buenas noticias siguieron llegando, porque en 1997 la galería pasó a depender de la Fundación Cultural del BCB, que le dota autarquía institucional.
Pero el crecimiento y la consolidación del Musef llevaron a pensar en un tema crucial: la ampliación de sus instalaciones. Una primera opción era la compra de la casa contigua en la calle Genaro Sanjinés, que anteriormente albergaba al cine Princesa y que guarda elementos arquitectónicos que despiertan la hipótesis de que era parte del palacio en la Colonia; y la segunda apuntó a pujar por la Casa Guidi.
La segunda alternativa fue tomada. No obstante, involucró todo un calvario judicial con los dueños (la familia Guidi) de una parte de este inmueble que habita en la acera de la calle Ingavi. El proceso llegó a buen término en el 2002, y posteriormente inició la fase para acoplar las dos viviendas. Ello duró hasta 2005, tiempo en el que el museo trasladó su patrimonio a un edificio cercano. Y el esfuerzo valió la pena.
UN PATRIMONIO DE 27.571 PIEZAS
La ampliación siguió los lineamientos del plan del arquitecto Carlos Villagómez. Fue así que la construcción contemporánea respetó la parte colonial y unió a la Casa Guidi con el antiguo inmueble a través del pasillo conocido como “túnel del tiempo”, donde se enlazan las piedras del patio principal de los Villaverde y el porcelanato. Así, no se presenta un quiebre de lo antiguo con lo moderno.
El flamante edificio es una obra blanca, neutra, que utiliza el vidrio, el aluminio, el metal, cual si fuera un papel que se pinta con las obras y exposiciones. Y también tiene un patio moderno alrededor del que se van distribuyendo los demás ambientes, tomando la idea de los patios coloniales. Con todo esto, el centro de operaciones del Musef porta una superficie de aproximadamente 7.800 metros cuadrados.
Así se resume el recorrido histórico de este centro de la multiculturalidad, que empezó con solamente dos salas, las
dedicadas a las culturas ayorea y chipaya, y que actualmente tiene seis que muestran reliquias prehispánicas, coloniales y contemporáneas, entre máscaras, cerámica, tejidos, plumas y numismática, más un espacio para el aprendizaje de la evolución humana, de la prehistoria hasta lo que es hoy Bolivia. En este desarrollo fué importante el aporte de los ex directores Hugo Daniel Ruíz y Elizabeth Torres
Un repositorio que se apoya en la investigación, la tecnología y la imaginación de su personal para presentar exposiciones frescas. “Este museo es especial. Trata sobre la vida y muerte. Y sólo podemos incursionar en estos temas con sensibilización, solidaridad, compromiso. Si no, haríamos museología de grupos dominantes”, opina el director de la entidad, Ramiro Molina.
El Musef también cuenta con una dependencia en la ciudad de Sucre, que funciona desde hace siete años. En sus bodegas y salones guarda 27.571 bienes culturales; los más son piezas de cerámica (5.902), seguidas por las adquiridas en Alasita (5.798), los textiles (4.791), las de madera (2.531), de metalurgia (2.001), líticos (988), cestería (691) y más. Todos ellos son parte del legado de la culturas de Bolivia.
Las seis salas que exponen reliquias prehispánicas, coloniales y contemporáneas expresan la historia y la diversidad cultural
Sala 1. Caminantes
Un recorrido por la evolución del ser humano, haciendo hincapié en las culturas de la América prehispánica y las que se desarrollaron en las tierras de lo que actualmente es Bolivia.
Sala 2. Máscaras
Son 59 caretas que reflejan la religiosidad, la cosmovisión, las leyendas y la festividad de los habitantes de las regiones de los Andes, el oriente, la Amazonía y el Chaco del país.
Sala 3. Cerámica
Una exposición que refleja el desarrollo de esta técnica desde la época prehispánica, pasando por Tiwanaku, los incas, la Colonia, las etnias locales, hasta los centros alfareros contemporáneos.
Sala 4. Textiles
Piezas representativas del arte textilero que impregnó las culturas prehispánicas, de la Colonia y de la época contemporánea, con reliquias de las tierras altas y bajas de Bolivia.
Sala 5. Arte plumario
Una muestra que lleva al visitante por el arte hecho con plumas de animales, tanto en la parte occidental como oriental. Un arte en extinción por la actual preservación de la fauna.
Sala 6. Numismática
El Musef es custodio de la colección de monedas coloniales y contemporáneas, billetes de bancos privados y oficiales, y medallas conmemorativas del Banco Central de Bolivia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario