Ayudar a encontrar un lugar para ensayar, barrer, empalmar cables, buscar colaboración y, por último, actuar. De eso se trata el teatro que proponen los grupos bolivianos, en el que los artistas pueden aprender de todo un poco. “Se ha desarrollado una especie de colaboración entre todos y eso nos beneficia”, agrega.
Por su parte, Peña encarna a la joven Emilia, rol que resume todo lo que atraviesa una adolescente que es influenciada por todos. “Ella llega a un punto en el cual se quiebra y es ahí donde tiene que decidir, creo que ahí está lo interesante de este personaje”, asegura la actriz. Peña tiene 22 años y es diseñadora. Hasta el año pasado sólo quería ser actriz, la mejor; sin embargo, desde hace un año descubrió que su verdadera pasión es hacer gestión cultural.
“Es dar vida a un proyecto cultural y permitir que la gente tenga acceso a la cultura”, detalla la joven. Claro, eso no descarta su continuidad en la actuación, es más: sueña con encarnar a la novia de la obra Bodas de sangre “porque es muy pasional”. Natalia lleva tres años buscando su lugar en el mundo del teatro y ansía que vengan más oportunidades. “Me fue bastante bien este año, estoy de coordinadora artística en El Búnker y de productora en la obra La muerte de un actor de Antonio Peredo”. Fue precisamente él quien la envolvió en el mundo de las tablas, que marcó el inicio de lo que quiere hacer de por vida.
2003 fue el año en que Mariana se topó con el director Eduardo Calla, quien le dio el personaje de Berta en la obra Buenas influencias, bonitos cadáveres, que es su papel favorito. “Yo nunca tomé la decisión de ser actriz conscientemente. Yo empecé a trabajar en 2003 y no paré hasta 2006 y he vuelto naturalmente cuando fue el tiempo”, asegura la también madre de dos niños.
Amor por el arte
Ella encontró en la actuación uno de múltiples trabajos dentro de los cuales realizarse. “No es que este trabajo sea idílico, tiene muchos pros y contras, pero hago lo que quiero y es así de simple”, asegura Vargas.
A Mariana los ojos le brillan cuando habla de teatro. “Me pongo muy nerviosa antes de cada función y es deli sentir eso. Se disfruta esa adrenalina y del público que responde y participa”, recuerda la actriz, que también incursionó en el cine de la mano de Juan Carlos Valdivia en Zona Sur, donde encarnó a la rebelde Bernarda. “Trabajar en cine es distinto y más concreto”, describe. Ahora acaba de grabar un teaser en el filme del cineasta Diego Revollo.
A Natalia el cine no le quita el sueño. “No descarto la posibilidad de hacerlo, pero no le encontré la pasión y creo que debo descubrirla”. “Para mí, la cultura lo es todo, hasta los domingos trabajo en ello”, asegura Peña, “ no hay pretextos ni puntos medios, me gusta que las cosas se hagan a mi manera”.
Mariana aprendió a distribuir el tiempo entre el trabajo y ser madre. Quiere tener más hijos y, para ella, la cuestión económica es sólo un factor como en cualquier empleo.
“Es más difícil planificar la economía con una carrera como la nuestra, pero sí se puede. Mi esposo es cineasta en una productora. Yo trabajo de actriz, de productora y de lo que se pueda. Tengo esa libertad de hacer con mi tiempo lo que yo quiera”, sentencia Vargas.
Y es que para ambas, el mundo del arte es su vida y no temen luchar por lo suyo. “Lo mío es la cultura y voy a vivir de ello. Tomé la decisión y asumiré las consecuencias”, asegura firme Peña. “Cada una asume el costo de su apuesta, y no se debe dejar de creer en esa apuesta. Sólo hay que ser consecuente y verán que todo se va logrando”, explica Vargas.
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