El teatro boliviano tiene grandes representantes, íconos que se han ido posicionando en el imaginario del público a lo largo de los últimos años, y hablar del Teatro de los Andes como uno de los grandes referentes no resulta extraño. Automáticamente a uno se le vienen imágenes de obras como Ubu en Bolivia, La Ilíada, En un sol amarillo u Otra vez Marcelo, sólo por mencionar algunas representaciones que marcaron una nueva estética que revelaba el compromiso social de hacer teatro. En esta oportunidad el Teatro de los Andes llega al fin de un ciclo con las últimas presentaciones de La Odisea en diferentes ciudades de Argentina a lo largo de un mes. Para conocer más detalles del tema nos trasladamos a la mítica casa del Teatro de los Andes en Yotala, donde la tranquilidad del campo y el agradable clima ayudan a los artistas a concebir sus obras.
Este periodo que se cierra tiene muchas implicaciones para el grupo, como explica Gonzalo Callejas, uno de los miembros más antiguos del elenco. “Es como un cierre sobre todo después de la presencia de César Brie, que hasta ese momento (La Odisea) era el director del grupo (') es una cosa especial porque a partir de ahora el Teatro de los Andes atraviesa una nueva etapa con diferentes proyectos”, comenta.
La gira implica también una despedida, pues los artistas invitados para la puesta en escena; tanto bolivianos como extranjeros dejarán el grupo para dedicarse a sus proyectos artísticos personales.
20 años en tablas
El pasado 28 de agosto, el Teatro de los Andes cumplió 20 años desde su fundación, cuando César Brie, Gianpaolo Nalli y Nayra González decidieron llevar adelante un proyecto artístico que trascendió las fronteras del país. Gonzalo Callejas y Lucas Achirico formaron parte de la iniciativa a los pocos meses de su fundación. “Cuando comenzamos habían muy pocos elencos que llevaran el teatro a un nivel profesional, en cambio ahora hay gente y directores que realmente trabajan a otro nivel”, recuerda Callejas. Para los artistas que trabajan en el Teatro de los Andes el proceso creativo se ha convertido en su forma de vida, tanto así -a pesar de lo difícil que resulta creer- que el teatro les da de comer.
“Es complicado porque casi todos tenemos familias y hasta ahora seguimos sobreviviendo con las giras que se presentan afuera”, confiesa Callejas. Por su parte, Lucas Achirico recuerda que empezó en las tablas cuando todavía estaba en colegio; en ese entonces no tenía la menor idea de que su futuro estaría estrechamente vinculado al ámbito escénico. “Esta experiencia me permitió formarme desde muchos puntos de vista, marca este modo de vida, hecho para hacer teatro”.
Experiencia de vida
Ulises Palacio, artista argentino que junto a otros decidió venir a Bolivia e instalarse en la casa del teatro para aprender más sobre el oficio, comenta a manera de balance lo que significó para él haber formado parte del Teatro de los Andes. “Pude construir no solamente a nivel actoral, sino también humano en cuanto al vínculo que se propone aquí. Se trató de un descubrimiento junto con ellos de una estética nueva (') ahora vuelvo a Argentina para seguir con este proyecto de vida y pensando en cómo era antes de estar acá, creo que ahora tengo más conciencia de lo que implica hacer teatro en muchos planos”, reflexiona.
Para Ulises uno de los frutos positivos de su experiencia fue la conformación de un nuevo grupo, La Tropilla, junto a compañeros que conoció en Yotala.
El artista mira el teatro en Bolivia y afirma que la riqueza cultural del país es un potencial para definir una identidad fuerte que se percibe en el trabajo no sólo de Los Andes, sino de otros grupos.
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