El elenco —con más de una veintena de danzantes—, que se presentó en varios escenarios del mundo, mostró una belleza extraordinaria y la impresionante armonía entre el baile, el acompañamiento instrumental y una vestimenta que impresionó por los bordados en finas telas de seda.
Se pudo admirar también —en dos noches de ritualidad— una perfecta combinación en exquisitos movimientos de pies y manos, acompañada de melodías milenarias producidas por raros instrumentos.
Entre las danzas presentadas —cada una de ellas con un especial significado— se destaca la del Taepyungmu, con la que se oraba junto al baile por la paz de la nación y el resto de los pueblos que estaban en guerras.
También sobresale el Salpuri, un estilo de danza coreana tradicional destinada a quitar los malos espíritus.
La danza coreana posee ciertas característica, movimientos tales como el de levantarse desde una posición arrodillada son llevados a cabo suave y levemente; otro movimiento ligeramente trémulo puede observarse de las caderas para arriba; y los hombros son a veces rotados rítmicamente. Fue una celebración ritual asiática.
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