Dos pintores hicieron florecer el barroco mestizo en la zona andina de este territorio que pertenecía a la Audiencia de Charcas:Melchor Pérez de Holguín y Leonardo Flores, los grandes maestros de la Colonia de los siglos XVII y XVIII, que irradiaron este arte centrado en el catolicismo con la fundación de las escuelas potosina y paceña o del Collao.
Pérez de Holguín nació en la Villa de Oropeza, antiguo nombre de Cochabamba, pero armó su taller y difundió sus creaciones desde la Villa Imperial de Potosí, donde reclutó a sus discípulos. Se dice que nació entre 1660 y falleció en 1732. La mayor parte de sus lienzos fue por encargo de órdenes religiosas y se identifican tres etapas en la evolución de su obra pictórica.
En la primera, representa a ascetas y místicos, sobresalen los rostros duros, con hundimiento en la órbita ocular, detalles en sus manos, cuellos, orejas terminadas en punta y nariz aguileña. En la segunda, que ya muestra acontecimientos civiles y religiosos, su pintura se torna más brillante, con el dominio de la técnica del claroscuro. Y en la última hay un perfecto equilibrio entre luz y color, y sus figuras lucen el achatamiento del cuerpo.
Flores, en cambio, montó su taller a orillas del lago Titicaca. Se tiene pocos datos de su vida personal. Fue un maestro que tuvo la costumbre de recorrer los pueblos del Collao. Era muy solicitado para adornar con su arte las iglesias rurales. Sus creaciones se diferencian de las de Pérez de Holguín porque muestran personajes católicos más idealizados, que en el caso de las santas, portan inclusive joyas y broches; mientras que el cochabambino recurrió a los rostros expresivos y sin elementos decorativos.
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