Estas son las propiedades del ‘nuevo teatro nacional’ que nueve programadores de festivales extranjeros oyeron esta semana en las jornadas del mercado teatral del VIII Festival Internacional de Teatro Santa Cruz de la Sierra.
Según el criterio de Maritza Wilde, directora general del Festival Internacional de Teatro de La Paz, la calidad es lo que lleva al público a las salas y ese es el criterio que utiliza para seleccionar las obras que incluye en la programación de su cita escénica. “La experiencia nos enseña que es mejor presenciar una función que dejarse guiar por una grabación de video, o sea, es preferible hacer el trabajo de curaduría del espectáculo”, señala la experta.
Por su parte, el español José Balé, director artístico del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, prioriza hace 25 años la calidad antes que la cantidad. “La mejor forma de saber programar un evento de estas características, es sabiendo por qué se hace un festival; si se conoce perfectamente qué es lo que quieren conseguir, todo será más claro”, explica Balé, al tiempo de resaltar que un programador debe conocer las necesidades de su público.
“Europa se deja llevar por parámetros establecidos, prioriza lo estético antes que lo ético, allá el teatro es una industria porque hay bastante dinero. Sin embargo, en Latinoamérica es todo lo contrario, el teatro es más empírico y nace de las circunstancias, de la necesidad de expresar, lo que le da un valor agregado al arte, es ‘teatro de verdad’”, dice Balé.
En el teatro se puede contar una historia de mil maneras diferentes con la utilización de recursos teatrales para crear un lenguaje particular, esto lo sabe muy bien el chileno Luis Guenel Soto, director del área de desarrollo del Festival Cielos del Infinito, un evento que tiene fines sociales, ya que se trata de una cita gratuita que tiene como objetivo crear audiencia en diferentes manifestaciones artísticas.
“Me llama la atención el teatro emergente, el que trabajan los que salen de las escuelas, ya que son más atrevidos a la hora de abordar el trabajo artístico, dejan de lado las fórmulas establecidas y arriesgan con propuestas audaces”, comenta Guenel. “Siento que en toda Latinoamérica cojeamos en la parte técnica, ya que pensamos la teatralidad solamente desde la actuación y en una época donde la tecnología en alta definición domina el mundo, no le damos la importancia que merece a la estética.
El público, cuando observa algo precario lo desecha porque está acostumbrado a un nivel de calidad estricto en el audiovisual”, añade Guenel que el año pasado llevó a Chile la obra 120 kilos de jazz, de Daniel Aguirre.
De igual modo, el peruano Javier Valencia Palomino, director artístico del Festival Internacional de Teatro de Arequipa asegura que llevará tres espectáculos bolivianos al evento anual independiente que representa. “Hace tiempo que no tenemos un contacto cultural con esta parte de Bolivia, siempre hemos llevado espectáculos paceños, pero esta vez nos interesa conocer lo que se hace en otros departamentos”, señala Valencia y destaca su valoración por el teatro de autor. “Las compañías tienen su propio texto y eso es interesante porque resulta de un reflejo del arte contemporáneo de cada ciudad”, dice.
Valencia explica que busca obras con un lenguaje innovador, que el elenco tenga como mínimo tres años de trayectoria y que no sea un estreno.
El director del Festival Internacional de Teatro de Dorados, en Mato Grosso, Brasil, Emmanuel Marinho do Nascimento Filho, considera que el teatro es un medio de comunicación bastante útil para conocer las realidades que se viven en los distintos países latinoamericanos.
“Por ejemplo, se nota que en Chile las heridas de la dictadura aún no cicatrizan, porque la temática es una constante en su teatro, y eso coincide en otros países con diferentes sucesos, hay como un afán por revisar la historia para no perder la memoria”, señala.
En un mercado libre, impera la ley de la oferta y la demanda.
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