Lic. Lourdes L. Mamani Limachi. Docente de la ESFM “Simón Bolívar”.
El período republicano de Bolivia abarca casi todo el siglo XIX. Hasta el año 1935 el contexto en el que se encontraba el país era decadente, pues Bolivia había perdido más de la mitad de su territorio. La frialdad, violencia, y genocidio dado por la desmedida ambición de poder de los políticos y militares de entonces; durante el coloniaje, la venida de misiones religiosas, la mita y la encomienda en Potosí dieron por resultado la pérdida y desvalorización de costumbres y tradiciones de culturas indígenas originarias, quienes para sobrevivir es-tos atropellos tuvieron que adaptarse a la religiosidad y espiritualidad que impartía la iglesia católica; sólo las naciones fuertes y organizadas guardaron sus raíces culturales y comunitarias a través de la transmisión de conocimientos de padre a hijo, tal es el caso de los aimaras, quechuas, y guaraníes que hoy por hoy representan las múltiples caras que Bolivia tiene.
A partir de estos hechos, la expresión artística aborda temas religiosos, históricos e ideológicos en cuanto a la pintura, arquitectura y escultura nuestra.
La Pintura, Tuvo una fuerte influencia de parte del neoclasicismo, se generaron obras de apariencia enfática y de colorido sobrio.
Los artistas más destacados fueron Manuel Oquendo y Manuel Guniel de Sucre. La iconografía de nuestro país es la más abundante en cuanto a retratos. En la línea de pintores de retratos políticos se destacan Melchor María Mercado y Antonio Villavicencio de Chuquisaca. La modalidad intermedia en-tre retrato y pintura religiosa se halla representada por dos pintores Juan de la Cruz Tapia y Saturnino Porcel. En cuanto a tendencias románticas tenemos a Zenón Iturralde cuyo paisaje de los Yungas (1867), lo colocan dentro de un género que en Bolivia tuvo escasos cultores. Más tarde, después de los años 60 aparecen nuevos artistas como ser: Ted Carrasco, Carlos Rodríguez, Marcelo Callaú y David Paz, y más recientemente, León Saavedra-Geuer, Francine Secretan y Gastón Ugalde. Todos estos artistas a excepción de Rodríguez y Saavedra Geuer, hacen un arte inspirado en el mundo boliviano y los mitos andinos como los cóndores, el misterio de la vida y la muerte en eterna sucesión, el exuberante y lujurioso mundo de los trópicos, logrando obras de gran calidad que definen el arte boliviano.
La arquitectura, a principios del siglo XX se unen las tendencias neoclasicista y el barroco italiano, existen alternancias de curvas y contracurvas, frontones mixtilíneos y decoraciones de estilo rococo. Las obras mas importantes del periodo son la Catedral de Potosí (de Manuel Sanahuja), la casa del Mcal. Andres de Santa Cruz (hoy colegio San Calixto de la ciudad de La Paz).
Luego de la fundación de la República, Felipe Bertres y José Núñez del Prado introdujeron el academicismo Francés . Se construyeron así el Teatro Municipal de La Paz y el Palacio de Gobierno, obras de Núñez del Prado. Por su parte Bertrez construyó la Catedral de Santa Cruz de la Sierra (1830- 1840) a base de ladrillo con cubiertas y bóvedas interiores. La Catedral de La Paz iniciada por Sanahuja, fue continuada por Bertres, Núñez del Prado, Presbítero, Ernesto Vespignani, Eulalio Morales y Antonio Camponovo.
Durante este período, se realizó también la arquitectura conmemorativa, como el Arco del Triunfo de La Paz, así como la columna conmemorativa en la Plaza de Potosi. En Sucre se construyó la Capilla Rotonda. En 1880 se introdujo el neogótico con la iglesia de San Calixto de La Paz (1880-1882) construida por el padre Eulalio Morales, y la Recoleta (1884-1894). El ejemplo más significativo del eclecticismo es el Palacio de la Glorieta (1900) de Antonio Camponovo. En Cochabamba se destaca el Palacio Portales (1925) encargado por Simón Patiño, proyectado por el arquitecto francés Eugene Bliault.
La escultura, durante la primera mitad del siglo XX se destacan Epifanio Urrias Rodrí-guez, Alejandro Guardia, Fausto Aoiz, Emiliano Luján, Hugo Almaráz, Víctor Zapana, el ceramista Manuel Iturri, y principalmente, María Núñez del Prado, quien es considerada una de las más grandes esculturas de América Latina y quien llegó a ser admirada por personalidades como Pablo Picasso y Gabriela Mistral. La obra de Núñez del Prado se distingue por el uso de estilizadas curvas trabajadas en ónix, granito negro, alabastro y otros elementos, que simbolizan a la mujer indígena, tema que ocupa un lugar central en su arte.
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