Desde 1990, el certamen internacional contó con la presencia de artistas bolivianos como Ángeles Fabbri, Inés Córdova, Gil Imaná, Fernando Montes, Raúl Lara, Hortensia Montenegro, Chrystal Ostermann, Ricardo Pérez Alcalá, Gastón Ugalde, Guiomar Mesa, Joaquín Sánchez, Narda Alvarado, Sonia Falcone, José Laura Yapita y María Galindo. Sin embargo, es la primera vez que el país cuenta con un Comisario ante la Bienal designado por el Estado boliviano y es la primera vez que Bolivia tendrá un pabellón propio para exponer las obras.
En noviembre de 2016, el Ministerio de Culturas y Turismo de Bolivia, encabezado en ese entonces por Marko Machicao, designó a José Bedoya Sáenz, director del Museo Nacional de Arte, como comisario en representación de Bolivia ante la Bienal de Venecia 2017. José Bedoya, con el apoyo de todo el equipo del Museo Nacional de Arte y el aval de la Fundación Cultural del Banco Central, aceptó la tarea de llevar a efecto la participación de Bolivia. Luego de elegir un marco curatorial, buscó el apoyo de Juan Fabbri como curador del MNA, quien se ocupó de las gestiones en Bolivia y Gabriele Romeo, historiador y crítico de arte italiano, que tuvo a su cargo el desarrollo de las gestiones en Venecia-Italia.
El concepto general de la 57ª Bienal de Venecia, planteado por la curadora general Christine Macel, señala que Viva Arte Viva es una exclamación, un grito apasionado por el arte y la posición del artista. Macel describe la exhibición de 2017 como una puesta inspirada por el humanismo. Por lo tanto, es en el humanismo a través del arte donde se celebra la habilidad humana de evitar ser dominado por los poderes que gobiernan los asuntos mundiales. En esta conceptualización humanista, el acto artístico sería un acto de resistencia contemporáneo, de liberación y de generosidad. Dentro de este gran paraguas, Bedoya diseñó el concepto de Esencia como el eje teórico que guiará la muestra plástica boliviana. Esencia está concebida como el punto de partida de una búsqueda del origen, de aquello distante y a la vez íntimo, de ese elemento esencial que nos hace humanos. Esta búsqueda desde la periferia latinoamericana, particularmente desde Bolivia, propone cuestionar y dialogar con los centros artísticos acerca de las construcciones y apropiaciones de lo occidental en la cotidianidad boliviana.
Bedoya, direccionando su propuesta conceptual, invitó a Sol Mateo, Jannis Markopoulos y José Ballivián a formar parte del proyecto. Los principales motivos para la selección de estos tres artistas fueron: i) su reconocida trayectoria artística; ii) el vínculo que su actual producción estética tiene con la propuesta curatorial; iii) la confianza en que los tres artistas podrían responder con el máximo profesionalismo al elevado nivel competitivo que implica la participación en un escenario internacional del nivel de la Bienal de Venecia.
Una vez consolidada la propuesta, se buscó el apoyo de auspiciadores nacionales e internacionales como el Goethe Institut en Bolivia y Bernheimer Contemporary en Alemania, cuyo apoyo permitió materializar el proyecto y contar con un pabellón propio. El tener un pabellón exclusivo implica la posibilidad de presentar un espacio en el que dialoguen la propuesta curatorial con las obras como un concepto completo.
Los artistas han debatido y reflexionado con el equipo de curadores sobre el concepto de Esencia, interculturalidad y la relación entre lo local y lo global, desde donde han desarrollado su propuesta, basada en su propia interpretación conceptual.
Sol Mateo nos plantea una mirada cuestionadora y crítica sobre el imperialismo contemporáneo. Es así que busca deconstruir los hilos del poder en la actualidad. Su obra, enmarcada en el interés por comprender e interpelar los procesos globales, nos lleva a reflexionar sobre la “esencia colonial” del mundo contemporáneo. Bajo el título interpelador de Mutación génetica del colonialismo, Sol Mateo busca interrogar en Venecia a la Cultura Occidental y sus seducciones imperiales.
Jannis Markopoulos propone una reflexión filosófica. Plantea que la esencia de la vida puede estar relacionada con las semillas, con lo que potencialmente puede llegar a ser. Su investigación nos invita a pensar en una esencia que sea capaz de trascender las fronteras, banderas, idiomas y religiones. De este modo nos invita a pensar la esencia como un concepto profundamente humano que es capaz de derribar cualquier límite cultural.
José Ballivián, usando dos toros como referente de la danza andina del Waka Waka, nos propone reflexionar sobre los encuentros y desencuentros culturales. Su utopía resalta la imposibilidad de una construcción de una sociedad verdaderamente intercultural en la Bolivia poscolonial. La danza del waka waka es un baile colonial construido por las comunidades aymaras las que, al ver llegar al colonizador acompañado de vacas y toros, crearon estas expresiones visuales como una manera de ironizar tanto las corridas de toros como las reglas del control español que les imponían. Tras este antecedente histórico, Ballivián deconstruye la tradición indígena y la replantea en un lenguaje contemporáneo; de esta manera la utopía indígena de liberarse de la dominación colonial, o por lo menos de burlarla, se actualiza. La tensión, de dos cabezas de wakas que salen de un mismo cuerpo y que se orientan a direcciones opuestas, es la metáfora visual de un país que se construyó con base al encuentro colonial.
El Pabellón de Bolivia, que se inaugurará el 12 de mayo a las 17.00 (hora italiana) en la Scuola dei Laneri, en Venecia, es una oportunidad para que el pensamiento boliviano que emerge de las artes visuales locales pueda dialogar con las distintas expresiones visuales de las más diversas procedencias. También es una oportunidad para que desde el lenguaje artístico se hable y también se escuche los intereses y preocupaciones de los más diversos lugares del mundo.
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