"Por eso parece un fondo de teatro, nosotros somos los teatreros. Todos hablamos, pero hablamos por hablar, no lo tomamos en serio”. La obra es una de las 26 piezas -entre óleos, esculturas y grabados- que se exhiben en el Espacio Simón I. Patiño hasta el 31 de mayo.
Llama la atención un cuadro con un desnudo llamado Vistiendo para la vendimia, que está relacionado con una experiencia que tuvo en Uriondo, Tarija, en los Valles de Concepción.
Morales fue invitado a una muestra en esa localidad junto a otros pintores. "Quería hacer un desnudo pero tenía muchos problemas, no soy un pintor para hacer shows y me salió un mamarracho horrible”, recordó.
El artista pintó este cuadro pensando en esa experiencia. "Lo voy a cambiar con el mamarracho que hice”, indicó al explicar que se trata de un homenaje a los tarijeños. Por ello, representó también un paisaje chapaco, además de los rostros de Óscar Alfaro, Julio Barriga y Nilo Soruco.
Morales, que tiene una trayectoria de más de 40 años, presenta una muestra individual luego de cinco años. "Esta exposición es fruto de esos cinco años que he ido trabajando”.
En 2010, uno de los cuadros que expuso en el Museo Nacional de Arte, titulado Y no fue, causó gran polémica, pues aparecían los actuales mandatarios del país. "Todo quedó en nada, solamente fue el susto que me dieron; empezaron a llegar los Colorados de Bolivia a sacar fotos”, recordó.
El título Las heridas de una obsesión fue idea del poeta Humberto Quino Márquez. "Yo creo que le puso ese nombre por mi forma de expresar mi arte, con mi compromiso con los movimientos sociales. Mi pintura siempre lleva una carga de ese tipo”, explicó.
"Al principio hacía acuarelas, pero cuando me fui a Suiza incursioné en la experimentación, hice collage, esculturas con diferentes materiales”.
Morales fue exiliado en 1980 y vivió 10 años en Zurich. Aquel traslado fue como cuando alguien saca una planta de una maceta y la coloca en otra. "No es muy agradable, pero el ser humano se acomoda a todo”.
En Suiza le iba bien como artista, pero no pudo mantenerse alejado del país. "Yo tengo que empapar mis pinceles en todos los problemas que hay, necesito vivir en Bolivia”, aseguró.
Cuando llegó, sintió que el país estaba "medio empolvado”, como si se hubiera detenido el tiempo. "Cuando llegas, la música... seguían escuchando Los Iracundos, parece que se hubiera detenido el tiempo”, recordó.
"Al menos en La Paz, las protestas, las marchas se han hecho parte del folklore. Es muy duro vivir en La Paz pero no lo cambio por otro lugar, es fascinante”, afirmó el artista.
La principal inspiración de Morales radica en la gente y sus vicisitudes, y considera que lo que hace es una especie de crónica de la sociedad.
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