Dónde está la luna?, agárrenla, quiero tensión, necesito tensión”, pide el instructor a sus alumnos mientras levanta las manos y finge haber tomado el satélite natural. En tanto, su rostro y cuerpo aparentan que realmente lo atrae con todas sus fuerzas. Intensidad, fuerza y ganas exige el actor y director Fernando Peredo en la clase de actuación que imparte en un ambiente de la iglesia de la Asamblea de Dios, ubicada en la zona 16 de Julio de El Alto. Más conocido como El Tigre, de la película boliviana El cementerio de los elefantes, y además director del Teatro del Quijote, Fernando ha abierto el segundo taller de actuación en cine, teatro y expresión corporal en ambientes del Espacio Alternativo Búnker, en la zona Norte de la ciudad, aunque como preámbulo ha brindado charlas durante una semana a 12 jóvenes de la urbe alteña. En el ejercicio de simulación, los alumnos alzan la vista con los brazos levantados, como si realmente estuvieran reteniendo una luna de goma del tamaño de una pelota de playa.
Naydi Márquez es una de las más entusiastas, ya que su deseo es convertirse, en un futuro no muy lejano, en una actriz profesional, luego de que años atrás participara en un cortometraje, “aunque en aquella oportunidad no tenía ninguna experiencia”. Es por ello que no olvidará una frase que le dijo Fernando: “El actor nace, pero a su debido tiempo lo descubre”. La joven de 22 años cumple con sus asignaturas casi todo el día en la universidad, pero cuando llega a sus clases de actuación asegura que se le quita el estrés acumulado y que libera su cuerpo a través de la actuación. Ximena Machaca tiene la misma percepción del taller, pues afirma que le sirvió para exteriorizar sus sentimientos sin temor a lo que piensen los demás. “Me enojo mucho, pero para asistir a estos cursos me cerré internamente para no demostrar lo que sentía. Aquella vez, cuando el profesor pidió que mostrara cara de enojada, ya estaba bloqueada, pero él me ayudó a exigirme más, a retarme a mí misma”. Su apariencia recatada —cabello recogido y lentes de aumento— no tiene nada que ver con su manera de moverse y hablar con los demás, porque demuestra seguridad en sus expresiones y en cada una de sus palabras. Siente que el arte la ha liberado.
Fernando explica por su lado que las personas que se bloquean no pueden exteriorizar sus emociones, “no saben cómo manifestar sus sentimientos, se reprimen, por eso es que confunden las emociones”. Para ayudarles mediante la actuación, el instructor hace poner cómodos a sus alumnos. Luego, todos cierran los ojos para imaginar ámbitos de la vida, como estar en un cuarto oscuro, tratar de ver una luz en la penumbra, abrir una puerta, encontrar a alguien querido o sentir miedo. “De esa manera les llevas a experimentar varias situaciones para saber qué es lo que les afecta más”. Después se trabaja con esas emociones para que se expresen y se liberen sobre el escenario.
Por ejemplo, la liberación de Fernando a través del arte —es decir cuando decidió que quería ser actor— ocurrió de manera casual, para evitar repetir el curso.
Cuando estaba en segundo intermedio —en el antiguo currículo escolar— en la unidad educativa Héroes del Pacífico de Ciudad Satélite, la profesora de lenguaje le exigió que aprendiera y recitara un poema, porque sino corría el riesgo de perder el año. Después de tanto tiempo, Fernando aún recuerda cada frase de Carcajada de estaño, de Alcira Cardona Torrico, el poema que recitó para salvar el curso y con el que sintió que se emancipaba para tener la convicción de que iba a ser actor. Con 25 años de experiencia, más de 80 obras teatrales y varias películas (entre ellas El cementerio de los elefantes y Cuando las flores hablan), Fernando abre la posibilidad de que niños y jóvenes disfruten de esta rama artística al igual que Naydi y Ximena. El director de Teatro del Quijote lamenta que no haya lugares en la urbe alteña para ofrecer estos cursos en vacaciones. “No hay apoyo en El Alto”. Según dice, el alquiler de ambientes para brindar estos talleres tiene un precio elevado y otros espacios alternativos están prácticamente abandonados por las autoridades del área. No obstante, Fernando, Lourdes Quispe y Wilson Laura —integrantes del Quijote— abrieron su sede en el Búnker, ubicado en la avenida Uruguay, cerca de la Terminal de Buses, para ofrecer talleres de actuación dirigidos a niños y adultos, en cine, teatro y expresión corporal, con clases que empezaron el lunes 7 de diciembre.
Así como ocurrió con los jóvenes de la Asamblea de Dios de El Alto, ahora hay otro grupo en el Búnker de la sede de gobierno que aprende las experiencias de los actores de Teatro del Quijote. “Ahora, imagínense que jalan una soga, quiero emociones, necesito tensión”, instruye a sus alumnos de la iglesia protestante, en una búsqueda constante para alcanzar la libertad a través del arte.
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