Tonny López / El Alto (*)
Cuando me enteré, mediante un tuit, que Raymond Depardon -fotógrafo y cineasta francés- visitaría El Alto, googleé rápidamente para conocer más sobre él. De inmediato Diego Mondaca -documentalista boliviano- me mandó un mensaje para coordinar acciones de su visita a esta urbe, ubicada a más 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Y ese día llegó. El viernes pasado, de la zona de Sopocachi, Depardon, su familia y Mondaca habían tomado la línea amarilla del teleférico; me esperaban en la puerta principal de la estación de Ciudad Satélite de El Alto. De inmediato nos presentamos para, así, conocernos todos. El fránces, su productora y esposa, Claudine Nougaret, y su hijo Simón, quien hacía de traductor. Subieron a mi automóvil y partimos rumbo a Villa Adela, Barrio Madrid, donde se encuentra la Escuela Municipal de Arte y Cine de El Alto.
El mal de altura
En seis oportunidades los Depardon llegaron a Bolivia, pasaron muchas veces por El Alto y esta sería su segunda experiencia de quedarse algunos minutos en esta ciudad. La primera oportunidad fue el 2005, cuando tuvieron que atravesar un bloqueo en la avenida 6 de marzo rumbo a Oruro. En esa ocasión conocieron la amabilidad de ciudadanos cuando los dejaron pasar por los bloqueos instalados en varios puntos del lugar.
Empezamos a recorrer parte de esta ciudad rumbo a las construcciones de arquitectura aymara, ellos ya las conocían como cholets, según lo poco que pude entender de su idioma. No les impresionó mucho la arquitectura que se destacaba por el recorrido, lo que sí les impresionó fueron las personas del lugar. De pronto se pusieron mal, la altura les había afectado, les recomendé tomar agua y si tenían algunas pastillas de coca o eucalipto para alimentar con azúcar sus cuerpos. Claudine tenía los dulces justo en su cartera, estaba preparada. Tomaron mate de coca y sorojchi pills.
Retomaron el aire y hablamos algunos minutos sobre la popularidad de este Gobierno y los sucesos ocurridos el año 2003 -durante la Guerra del Gas- y la importante participación de El Alto y su gente en esas fechas. Algo que me dejó extrañado fue cuando en el recorrido, llegando al puente Bolivia, Claudine preguntó: ¿Por qué una ciudad tan grande tenía pocos árboles? Ya no sabía a quién culpar.
Su amada Leica
Depardon sacaba fotos a todo y de todo. Me preguntaron si a las personas del lugar no les importaba que les saquen fotos, les respondí que la gente de este lugar es mejor agarrarlos desprevenidos para captar la esencia del momento y no ser una foto fingida o mal posada.
Me respondió, mediante su traductor, que quizá la altura o el lugar formen esa esencia y es eso lo que le gustaba de la gente y la ciudad.
Me impresionó ver su cámara fotográfica, de modelo y diseño antiguo, era una cámara Leica M7. Según Simón, Depardon la tiene desde hace 10 años, aún sigue usando rollo de película, es de posición automática y su padre la prefiere a una digital. Nunca le interesó. Comparando mencionó: "Son los mismos problemas, las mismas respuestas, una buena foto es buena foto”.
Llegamos a la Escuela de Arte en Villa Adela. Se instaló la charla, algunos de los jóvenes estaban sorprendidos por su idioma o quizá la edad y amplia trayectoria. Contó que tiene 73 años y desde los 16 se dedicó a la fotografía. Reconoció en su charla que es empírico. "Eran otras épocas”, dijo. Contó de toda su experiencia y lo importante que es enriquecerse de otras ideas e imágenes. Destacó que la televisión de hoy en día es quizá un enemigo para este arte.
El día se puso oscuro y suspendimos el viaje a la Universidad Pública de El Alto. Antes de irse, le pregunté cuál fue su impresión de El Alto, me respondió que fue una tarde muy agradable y que quiere repetir la visita.
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