“El Elenco del Teatro Nacional, el Festival Internacional de Teatro y la Fundación Casa del Teatro me han encomendado montar Hamlet, de Shakespeare en República Dominicana. Un honor ser el primer teatrista boliviano convocado para montar nada menos que un Hamlet para un teatro oficial en el exterior”, dice el director y dramaturgo.
El artista cochabambino admite, que aunque su carrera se ha desarrollado muy bien tanto en Bolivia como en el exterior, en nuestro país aún no existen las condiciones óptimas para el desarrollo de las artes.
“Para resumir debo decir que en el Ministerio de Culturas no hay fondos destinados a la creación ni difusión de la producción artística o intelectual del país, no hay ni políticas ni programas al respecto, a lo sumo alguna vez compran una función y por un precio que no cubre ni el décimo de lo que costaría. Similar situación se da en prefecturas y municipios. Las empresas no apoyan el teatro. Somos un país desbordado de cultura, pero paradójicamente muy ignorante y nada consumidor de producción intelectual, sea información, arte o ficción propias, y los empresarios no son la excepción sino la regla de esto”, comenta.
VISIÓN “SOCIAL”
Si bien el arte tiene intrínseca una carga social, política y hasta activista, los parámetros de lo que se denomina “social” pueden resbalar en lo didáctico y educativo, que no necesariamente son tarea de los artistas o la razón de las artes.
“El tema se pone duro cuando uno se da cuenta que mayoría de los propios y pocos gestores culturales de Bolivia ya han sido amaestrados por las Ongs (Organizaciones No Gubernamentales) que los patrocinan al punto de ya no consumir ni apoyar arte, sino exigirle al producto artístico ser puro activismo y consumirlo y hasta juzgarlo con este parámetro”, dice Aramburo.
El creador también manifiesta que mientras los creadores están dirigiéndose cada vez más a lograr ofrecer una cartelera sostenida, lo que supone creación y presentaciones prácticamente permanentes, aún no encuentran gestores y espacios dispuestos a apostar y construir juntos esa realidad que beneficiaría a artistas, espacios y a la sociedad.
“Me da miedo que, por ejemplo en Cochabamba, ciudad que fuera conocida como el "semillero del teatro" de Bolivia, haya cada vez menos espacios para el hacer escénico, que tengan cerrado durante dos años el Teatro Achá, o que espacios públicos conseguidos por los artistas, para las artes, como el Martadero, no consigan entender la dinámica e importancia del movimiento social que representa que haya creadores de pensamiento y proyección de nuestra identidad y cultura desde el ficcionar de las artes escénicas”, afirma.
CRECIENTE PÚBLICO
Según el director, el creciente público constata esta necesidad, los artistas invierten cada vez más para conseguir el salto hacia un consumo constante de artes, pero ni las autoridades ni los manejadores de la cultura parecen verlo y hay un desfase, cada vez mayor, entre la inversión a fondo perdido de los creadores y cuanto se les exige pagar para seguir aportando con cultura a nuestra sociedad, en vez de apoyar y financiar que haya más y mejor producción artística e intelectual.
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