Ella cuenta que las manualidades le gustaron desde niña, y alguna vez mostró sus trabajos a sus amigas de colegio y universidad, quienes siempre la animaban a que se lanzara a comercializarlas. Hasta que un día decidió tomar un curso de vidriofusión y proveerse de un horno especial para la fusión de cristales, una máquina especial traída directamente desde Estados Unidos y que le costó unos 2.500 dólares.
Sin embargo, no todo es sencillo, pues el trabajo comienza antes, con el acopio del material, la selección de las botellas bien conservadas, que no tengan quiebres ni rajaduras y la limpieza y desinfección del vidrio (hay casos en los que el cliente pide que se conserve la etiqueta). En otros casos, hace falta una pintura previa del recipiente. Luego, una vez preparada la botella, se la hace reposar sobre unos moldes de cerámica, buscando la mayor precisión posible en cuanto a los ángulos, inclinaciones y medidas. También hay que tener dominio del horno en cuanto a tiempos y temperaturas, pues el calor puede llegar perfectamente a los 1.500 grados centígrados.
Si todo ha salido bien, de este horno saldrá una botella estéticamente aplastada con o sin bordes, según se la haya preparado, para colgarla a la pared o servir de llajuero o portarretratos.
De hecho, según reconoce Karina Acuña, se trata de una experiencia de más de tres años, entre ensayo y error, que le ha dado tanta experiencia que ella ya conoce los trucos de tiempos y temperatura, tipos de botellas y bordes, la adopción de una forma gaseosa a incluso la presencia de burbujas, que nunca son del mismo tamaño.
Finalmente, viene el trabajo de pulido para lograr un acabado perfecto, digno de ponerse a la venta o exportarse. Ella cuenta que, por ejemplo, las botellas de cervezas nacionales son muy apreciadas por bolivianos que viven en el exterior y que las tiene colgadas a la pared como un recuerdo de la patria.
Por lo demás, los ceniceros, platillos de mesa y otros son obras muy apreciadas por el mismo público cochabambino, como dueños de bares y restaurantes o personas comunes y corrientes que las quieren en su sala de visitas, tras observar el resultado en ferias y exposiciones.
"Desde niña me gustaron las artes y manualidades y trabajo dentro de la política del comercio justo".
Producto for export
• Los productos de La Caracola han llegado hasta Estados Unidos a través de la empresa Greenola, que los compra al por mayor y en el marco de la política del comercio justo, es decir pagando el precio que realmente costó lograr el producto.
• Cada cierto tiempo la empresa le encomienda pedidos, que allá se revenderán, aunque, eso sí, respetando el crédito de la autoría y origen.
• Por lo demás, sus obras se exponen y ofertan en ferias y otros eventos culturales. De hecho, participó en la Feicobol, una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo en La Paz y otros eventos organizados por la Cámara de la Pequeña Industria y Artesanía (Cadepia), a la que está afiliada.
• Los precios varían: una fuente grande puede estar entre los 150 y 200 bolivianos; una botella aplastada, entre 25 y 50, y los pendientes a 20.
• Los clientes que deseen adquirir sus productos o hacer sus pedidos específicos pueden escribir al email mujeraerolito@gmail.com.
PERFIL
Emprendedora
• Karina Acuña estudió Sociología, pero aunque se dedicó más a su faceta artística, cree que su carrera la ayudó mucho en su trabajo de identificación de los gustos culturales de la gente.
• De todos modos, su gran orgullo es que sus productos no son trabajos en serie, sino completamente artesanales y cada obra recibe una dedicación única y especial.
Especialidades
• Además de botellas, su trabajo también incluye adornos y bisutería de fragmentos de vidrio.
• Este material lo adquiere de los restos de botellas o de fragmentos menudos que las vidrierías desechan.
• También trabaja en otro tipo de arte con material reciclado, como tapas de botellas y envases de periódicos.
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