Tienen dos elementos en común y una pasión. Son bolivianos que no olvidaron sus orígenes, cuentan con un talento innato que desde temprana edad les marcó el camino a los escenarios más transcendentales del mundo y ambos comparten el amor por Bolivia. Jaime Laredo y Ana María Vera, los músicos más importantes de nuestro país, regresan a su patria y unen sus talentos en una gira para rendirle homenaje a Bolivia.
Con el título de Los mejores del mundo en Bolivia, los artistas llegarán a escenarios de las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz los días 5, 13 y 15 de agosto, respectivamente. En la sede de gobierno la presentación se realizará en el lugar que le rinde homenaje al violinista cochabambino, el teatro al aire libre Jaime Laredo. Las presentaciones se completarán en el salón El Portal en la ciudad natal de Laredo y en el Museos de Historia de la capital cruceña. En las dos primeras presentaciones los maestros estarán acompañados por la Orquesta de Cámara Juvenil Bolivia Clásica, la que expresa la labor de formación que Ana María Vera realiza en Bolivia y que Jaime Laredo respalda. LAREDO. Desde su casa en Vermont, Estados Unidos, con el violín en la mano que aún vibra por la melodía interpretada y la emoción reflejada en su amplia sonrisa, Jaime Laredo realiza una grabación para la promoción de los eventos. “Estoy planeando mi viaje a Bolivia que ha de ser en agosto. Para mí será un viaje muy emocionante porque hace muchos años que no estoy en mi país, casi 30 años, estoy muy feliz”.
Como si compartieran la partitura emocional del encuentro, desde Londres, también en su casa y al lado de su piano donde acaba de interpretar un huayño, Ana María Vera sonríe y expresa: “Será la primera vez que toco con Jaime Laredo, dos bolivianos que nos conocemos desde hace muchos años pero no hemos tenido esta oportunidad hasta ahora. Y va a ser precisamente en Bolivia. Estamos haciendo esto para Bolivia en el mes de Bolivia. Estamos muy contentos y muy emocionados”.
El 7 de junio de 1941 nació en Cochabamba quien será el más prodigioso de sus hijos. Sus padres Eduardo Laredo y Elena Unzueta no solo reconocieron el talento de su hijo Jaime, sino también tomaron conciencia de la necesidad de formarlo.
Eduardo Laredo Quiroga, amante de la música clásica, junto a otros cultores de este arte fundó la Academia Man Césped dedicada a la formación musical de niños y jóvenes. Iniciado en el arte por su papá, a los cinco años, el pequeño Jaime se encontró con su primer profesor de violín, el maestro Carlos Flamini. Conscientes de los obstáculos que la familia tenía que vencer para que Jaime pueda continuar su formación, en 1948 el matrimonio Laredo-Unzueta emigró a Estados Unidos con sus tres hijos: Martha, Teddy y Jaime. Con siete años de edad, Jaime dejó su natal Cochabamba y de su casa en la avenida América solo quedaría un archivo de recuerdos.
Ya en la tierra del norte, la familia Laredo-Unzueta realizó un considerable esfuerzo para enfrentar un difícil periodo y permitir que el novel músico continúe con sus estudios. Jaime recompensó el esfuerzo familiar con largos días de estudio que sobrepasaban las diez horas diarias, lo que sumado a su talento le permitió alcanzar becas educativas.
En la ciudad de San Francisco, Frank Houser y Antonio De Grassi impartieron lecciones de violín al joven estudiante. En Cleveland, en 1953, continuó estudiando con Joseph Gingold. Su formación se completó en la ciudad de Philadelphia en manos del profesor a Ivan Galamian del Instituto de Música de Curtis.
En 1949, la Crocker Art Galery de Sacramento presentó el talento del niño boliviano, quien con ocho años debutó con éxito en su primer concierto. Tres años después, su presentación con la Orquesta Sinfónica de San Francisco lo consagró como una realidad artística. El San Francisco Examiner comentó: “En los años 20 fue Yehudi Menuhin, en los años 30 fue Isaac Stern y ayer en la noche fue Jaime Laredo”. Las prestigiosas revistas Life y Time también destacaron su participación en el concierto de la Unión Panamericana en Washington. Cuando cumplió 15 años retornó por primera vez a Bolivia, en el marco de su primera gira artística por Sudamérica, acompañado por el pianista Antón Kuerti.
El reconocimiento internacional llegaría en 1959 cuando el joven boliviano sorprendió a la crítica y se alzó con el Primer Premio del Concurso Bienal de Bruselas, convocado por la Reina Isabel de Bélgica, uno de los premios más importantes del mundo artístico.
La Reina Isabel de Bélgica, una violinista reconocida, impulsaba el concurso para promover el talento de jóvenes músicos. Posicionado como uno de los eventos de música más prestigiosos, el Concurso Bienal de Bruselas reunía a los músicos más renombrados en el ámbito internacional, tanto en el jurado del concurso como en el grupo de concursantes. La edad de mínima de los aspirantes era 18 años y la máxima 30.
En 1959 Jaime se presentó con 80 jóvenes a la competencia. Tocó un violín de la célebre marca Stradivarius llamado “El Emperador”, instrumento proporcionado por la Fundación John Phipps de Nueva York. “Jaime Laredo que hace poco nos dejó soñando con su recital en Washington y a quien comparé con Heifetz, Francescatti y Oistrakh, está ahora concursando en Bruselas. Si Jaime no gana el primer premio, yo quisiera conocer y escuchar al violinista que lo pueda superar”, señaló el crítico de arte de Washington Paul Hume.
Era la madrugada del 31 de mayo de 1959 se conoció el veredicto que emocionó al pueblo boliviano. Jaime Laredo Unzueta retornó al país el 10 de diciembre de 1959. El recibimiento fue algo nunca antes visto. Desde que se abrió la puerta del avión del Lloyd Aéreo Boliviano y la gente corrió a levantar en andas al héroe nacional, el desfile en un auto descapotable, hasta llegar al estadio Hernando Siles con las tribunas repletas y coreando el nombre del violinista. Estos momentos se pueden observar en el documental Laredo de Bolivia, dirigido por el cineasta Jorge Ruiz.CARRERA. Realizar un resumen de la carrera de Laredo es un desafío. En octubre de 1960 se presentó en el mítico Carnegie Hall de New York, un año después en el Royal Albert Hall de Londres. A ello se fueron sumando las presentaciones con las más importantes orquestas de Europa y América —las sinfónicas de Londres, Filadelfia, Boston, Helsinki y Chicago, entre otras— interpretando bajo la dirección de George Szell, Leopoldo Stokovski, Charles Munch, Daniel Baremboim y Josef Krips.
Con su talento, Laredo también alcanzó a ser un gran intérprete de viola, lo que le permitió grabar cuartetos con otros grandes de la música como Isaac Stern, Yo-Yo Ma y Emanuel Ax. Con ellos consiguió uno de los premios más importantes en su carrera, el premio Grammy en 1991.
Como maestro ha impartido clases en prestigiosos centros como el Instituto Curtis de Música o la Indiana University School of Music. Como director de orquesta lleva una carrera de más de 25 años dirigiendo a importantes elencos, sobre todo en los Estados Unidos.
En un resumen de su hoja de vida se puede leer: “descendiente de la civilización aymara”. Y es que Ana María Vera reconoce su origen y dice orgullosa que es boliviana. De visita en la casa de la popular calle Santa Cruz de la ciudad de La Paz, que pertenece a su padre, Mario Vera, un gran apasionado por la música clásica, Ana María recuerda los días de su infancia que pasó en este lugar.
Esos recuerdos se mezclan con los de su madre holandesa, Marianna Woudstra, quien inició su formación musical a la edad de tres años. Ana María prosiguió sus estudios con Ylda Novik para luego encontrarse con el gran maestro Leon Fleisher.
A sus cinco años debutó en público. La niña boliviana ganó el primer premio en el concurso realizado en el Conservatorio Peabody de Baltimore, Estados Unidos. Cumplidos los siete años, su actuación con la Sinfónica de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se constituyó en su primera presentación con una orquesta. Debutó en Europa a los ocho años, ofreciendo un recital en el Concert Gebouw de Ámsterdam con la Orquesta Sinfónica de Colonia, Alemania. A los nueve fue la solista más joven que se presentó en el Centro Kennedy con la Sinfónica Nacional de Washington.
A los 12 años el éxito la llevó a escenarios poco convencionales como la Casa Blanca en Washington. Sonriente se puede observar en una fotografía al entonces presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter, quien toma de la mano a la deslumbrante niña. A ello se suman sus presentaciones para el Emperador de Japón en el Palacio Imperial, para los Príncipes de Mónaco en Monte-Carlo y para el Príncipe de Gales en Highgrove.
La primera grabación de la pequeña artista terminó con toda susceptibilidad del círculo discográfico. La casa Philips le concedió un Disco de Oro por la grabación de obras de Mozart y Haydn con Edo de Waart y la Filarmónica de Rotterdam. Su último disco, Goyescas, con obras de Enrique Granados, publicado en 2009 por Signum Classics, ha sido calificado como una desafiante innovación.
Como solista, Ana María tocó con las orquestas más prestigiosas, como la Philadelphia Orchestra, la Cleveland Orchestra, la National Symphony, la London Philharmonic Orchestra, la Orquesta Sinfónica de Barcelona y la Australian Chamber Orchestra, entre otras.
Cuando se buscan comentarios se encuentran críticas que claramente definen el talento de la artista. Sobre su versión del Concierto de Ravel se dijo: “Los últimos movimientos brillaron con la diversión y el humor, hablando de la serenidad, la distancia y hasta de la eternidad”.
Deseosa de contribuir al desarrollo de su país, Ana María vera en 2011 fundó Bolivia Clásica, una organización con sedes en Londres y La Paz cuyo objetivo es la creación de un festival internacional de música y una academia para los niños y jóvenes más talentosos del país. Bolivia Clásica está constituida como fundación y ya cuenta con una orquesta estable de sus alumnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario