Un apunte de la galería ‘Emusa’ en 1980 dice: “Artista sensible Beatriz Mendieta, sintió los problemas ambientales que hoy enfrenta el hombre, exponiendo estos aspectos en la presentación de formas orgánicas que representan todo lo vivo de nuestro planeta, el mismo que está acorralado por el abuso desorientador de un mal llamado progreso. Las formas geométricas nos dan sentido de las presiones organizadas. / Sus colores son los ocres, tierras quemadas, verdes y otros que cargan de dramaticidad los cuadros de esta artista que ingresa en el panorama serio de las artes plásticas de Bolivia”.
En 1989, el crítico Pedro Querejazu comento su exposición denominada ‘Cintas y espacios’ realizado en galería EMUSA, al anotar: “La obra de Mendieta se ha caracterizado por un complicado proceso técnico cuyo resultado es de mucha calidad en la materia, son sutiles juegos tonales, transparencias y veladuras, especialmente bien logradas en esta muestra. La artista se encuentra en difícil momento de transición temática, pues tras haber trabajado durante varios años con las manzanas, decidió buscar nuevos rumbos y temas”.
Y precisamente, una de las imágenes recurrentes en la obra de Beatriz Mendieta son las manzanas al que se refiere Querejazu, sobre esta insistencia, el periodista Carlos Mendizábal escribió en 1991: “Desde siempre, en el imaginario colectivo de Occidente, la manzana –el reiterativo tema de Beatriz Mendieta- es una suerte de signo, señal y emblema: signo de la vigencia del bien y del mal; señal diferenciadora de la tenue distancia entre una y otra cosa, y, por último, emblema: en ella se manifiesta la vigencia soberbia de la posibilidad del pecado, más aún, la lujuria implícita dentro de esa posibilidad”.
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