Comencé a los ocho años en la Escuela Integral de Danza en Buenos Aires, Argentina, y estuve allí por tres años. Los iniciales fueron en danza clásica. Luego regresé a Bolivia e ingresé al Ballet Folklórico Nacional, donde además nos impartían técnica clásica, contemporánea y expresión corporal. Más tarde me integré a la Compañía Nacional de Danza, donde tuve la oportunidad de viajar como bailarina a Francia, China y Colombia. Además, tomé clases de danza internacional en varios países, así como de ritmos afro, latinos y modernos.
Con esa carrera, ¿por qué decidiste iniciar tu propio proyecto?
Me casé y junto a mi esposo decidimos iniciar este proyecto y seguir nuestros sueños y nuestro arte solos, fundando el Ballet Folklórico de La Paz, institución que dirigimos actualmente.
¿Por qué elegiste especializarte en danza folklórica?
Amo la danza por sobre todas las cosas, pero el folklore me permite mostrar lo que soy en esencia, la fuerza, la pasión, la alegría y la elegancia. Es expresividad total y creo que así soy yo, con emociones muy fuertes. Además, el poder llevar nuestras danzas afuera, representar a Bolivia, es un orgullo y una emoción indescriptible que me ha llevado hasta las lágrimas cuando veo que el público de otros países se pone de pie para aplaudirnos.
¿Existen prejuicios sobre la danza folklórica?
Creo que debemos diferenciar lo que entendemos por folklore, dancísticamente hablando. Tenemos el de las entradas, que lo practica mucha gente, y el escénico, que es el trabajo que realizamos en el ballet. El primero está lastimosamente asociado con el consumo de bebidas alcohólicas, lo que ha generado una imagen negativa. Sin embargo, el folklore no puede ser visto jamás como si fuese de segundo nivel, pues sería poner nuestra cultura en segundo plano y justamente somos un país conocido mundialmente por mantener y practicar nuestras tradiciones; es esa riqueza cultural la que nos hace diferentes.
¿Qué opinas sobre la danza clásica? ¿Hay prejuicios sobre ella?
Es otro género de la danza y sí, a veces es más valorada porque tenemos una visión muy cerrada y quizás hasta acomplejada de lo que somos como bolivianos. Aún existe una tendencia a mirar ciertas prácticas como sinónimo de pertenencia a determinada clase social, pero eso es solo reflejo de un desconocimiento del arte de la danza en general. Desde mi punto de vista, creo que para cualquiera de los dos géneros se necesita disciplina, trabajo arduo y dedicación, apoyados obviamente en el talento.
Tu esposo y tú viven de la danza, ¿cómo les va con esto?
Nuestra agrupación está creciendo, tanto en cantidad de estudiantes como en nombre. Pese a tener siete años, hemos producido más de 30 espectáculos y viajado a Chile, Perú, Ecuador, España, Portugal, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia, donde obtuvimos el galardón Label Fête de la Vigne en Dijon, premio que se otorga a la mejor agrupación folklórica del festival.
¿Qué otros reconocimientos han tenido como bailarines?
Mi esposo y yo hemos sido reconocidos con la medalla al Mérito Cultural y recientemente obtuve el primer y el segundo lugar de los premios Eduardo Abaroa 2014 en la categoría de Danza Folklórica, con dos trabajos presentados.
¿Crees que en Bolivia hay oportunidades en este campo?
Claro, si no fuera así no existirían tantas agrupaciones. Sin embargo, no es fácil. El trabajo que realiza un bailarín todavía no tiene retribución económica ni cuenta con un seguro, tampoco es reconocido como una profesión. Entonces, el esfuerzo que hacemos los artistas de la danza es muy grande, sacrificado, con muchas horas de trabajo y dedicación. Los trajes son costosos, los alquileres de los espacios para los ensayos también y el apoyo de las autoridades es escaso; el de las empresas privadas es casi nulo.
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