Esta es la teoría que maneja el reconocido pintor Héctor Urquidi, quien luego de más de 45 años de entrega al arte, aún dedica una parte de sus jornadas diarias a seguir transmitiendo el amor hacia los pinceles.
“Recién pude iniciarme en el camino a la pintura a mis 28 años, tal vez un poco tarde, pero eso no fue un inconveniente” sonríe el artista, mientras deja de lado su pincel para conversar con la revista Así.
“Nunca es tarde para comenzar, pero mejor si lo inician antes” enfatiza Urquidi.
Este pintor es oriundo de los valles cochabambinos; por razones personales y familiares emigró hacia Estados Unidos, donde vivió parte de su vida y fue allí que tomó la decisión de estudiar y practicar la pintura.
“Estudié en la academia de artes visuales de Nueva York y ahí conocí las diferentes escuelas y la pintura vanguardista; y vi por conveniente iniciar un emprendimiento personal” recuerda Héctor Urquidi.
A partir de entonces, este artista se inclinó por la técnica realista-impresionista, ya que él tenía otra idea del arte y de su forma de plasmarlo en sus trabajos.
Por ese entonces también llegó a su vida su pareja, Antonieta Carreño, con quien tuvo tres hijos.
“Estoy convencido de que a lado de un gran hombre está una gran mujer; ella ha sido muy importante en mi vida” asegura Urquidi, quien atesora el apoyo y la confianza que depositó en él su esposa.
Luego, el destino y los cambios políticos-económicos lo llevaron a cambiarse varias veces de domicilio, entre Estados Unidos y Bolivia, pero jamás se alejó de su gran amor: la pintura.
Hace 12 años fijó su residencia en el país.
Héctor Urquidi no es de los pintores que tiene una obra ganadora; puesto que sólo llegó a participar una vez de un concurso pero que no compartió con los jurados la forma de medir el arte y a partir de entonces prefiere trabajar para sí.
La vida artística y la familiar siempre estuvieron entrelazadas y es por ello que el arte también se refugió en los corazones de sus tres hijos: Erick, Roberto y Alejandro; junto a los que actualmente tiene una escuela y café de arte.
“Cuando volví la primera vez a mi país ya tenía una escuela de arte y por eso al retornar por segunda vez ya sabía qué hacer” afirma el profesor.
Pero este tipo de decisiones fueron lo que llevaron a Urquidi a convertirse en un profesor.
“Hay dos tipos de artistas aquellos que se dedican a la profesión desde la parte artística o la enseñanza; para ellos factible autosustentarse. Y los bohemios, que son los que no lo hacen metódicamente; para ellos sí es difícil mantenerse o mantener una familia. Por suerte yo supe lo que quería hacer” afirma Héctor Urquidi.
Para este artista es una alegría ver que sus tres hijos también aman la pintura y que todos tienen su propia técnica.
Antes de finalizar Héctor Urquidi asegura que la vida es muy linda y que plasmarla en sus cuadros ha sido toda una aventura.
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