Estos “defensores” del patrimonio “son personas con escasos recursos, a las que se les brinda ayuda para que se formen profesionalmente. Algunos jóvenes vienen de orfanatos, del área rural, o de estar en situación de calle y por eso también son asesorados por una asistente psicosocial”, explica el director de la ETLP, Rolando Saravia.
Financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el Gobierno Municipal de La Paz, la escuela empezó sus actividades en 2009 y, después de dos años, ya graduó a la primera generación de 61 estudiantes formados en cinco especialidades de restauración y conservación.
Se trata de un proyecto surgido en España en 1985 con el propósito de formar jóvenes de entre 16 y 24 años en oficios técnicos orientados a la conservación del patrimonio cultural.
Cada gestión se abren 75 plazas para cientos de postulantes que, para ser aceptados deben pasar por una serie de pruebas de habilidad en el oficio, exámenes psicosociales y entrevistas personales.
Una vez aceptados, los alumnos pueden escoger entre las menciones de albañilería, carpintería, forja y carpintería metálica, bienes culturales y muebles, o talla de madera y técnicas de acabado. Además de la formación gratuita, los beneficiados reciben una beca de 750 bolivianos mensuales que ellos mismos deben administrar.
Desde los talleres
“Aunque les enseñamos las técnicas para restaurar muebles e inmuebles, hacemos hincapié en la parte humana. Aquí aprenden aspectos fundamentales de la vida y muchos cambian su forma de pensar y actuar”, comenta Martín Rodríguez, profesor de carpintería.
Es el caso de Moisés Lanza, de 19 años, quien durante sus prácticas de talla de madera aprendió a trabajar en equipo y a ser más sociable. Algo que jamás esperaba conseguir, según confiesa.
En los talleres también se abordan temas relacionados al medio ambiente, arquitectura, arte, historia, drogadicción y sexualidad; pero, definitivamente, el énfasis está en la práctica.
Los museos municipales Tambo Quirquincho, Casa de Murillo y Litoral, además de los espacios públicos donde haya esculturas, son los principales centros de trabajo y práctica de los futuros restauradores.
“La mayoría de los alumnos se ven muy motivados porque se dan cuenta de que pueden contribuir a la conservación de inmuebles con tanta historia”, dice la directora de Patrimonio Cultural y Natural de la Alcaldía, Ximena Pacheco, testigo de dos meses de intenso trabajo en el patio del Tambo Quirquincho.
Indiferentes al estruendoso sonido de las maquinarias de talla o pulido, al polvo que se genera o a las inclemencias del tiempo, estos jóvenes “ponen el corazón en la obra”, ya que -como dice Ronny Escalante, instructor de forja- “dentro de ellos despertó la pasión, el encanto del arte histórico, y como pocos, aprecian a cabalidad el valor de cada pieza”.
“Ahora valoro los bienes inmuebles de La Paz. Antes no les prestaba atención, pero ahora veo con otros ojos lo que se puede hacer en casas tan antiguas”, comenta Ronald Salinas, del taller de albañilería.
Ser restaurador demanda -en términos generales- paciencia, detalle, cuidado y creatividad. Elizabeth Mamani, de 20 años, destaca entre sus compañeros por su habilidad con la soldadura. “Me dijeron que forja era la especialidad más difícil y quise probarme a mí misma que podía hacerlo. Las mujeres demostramos que tenemos mejores aptitudes para lo manual”, dice.
Entre actividades prácticas y teóricas, maestros y alumnos trabajan y comparte ocho horas diarias, cinco días por semana.
Iván Ríos, monitor de restauración de bienes culturales, destaca el compromiso general entre los actuales talleristas. “Su entusiasmo me alienta a seguir en mi labor para darles más herramientas que les permitan tener mejores oportunidades”, afirma.
Mientras que el monitor de albañilería, Susano Tancara, considera que “el alumno debe superar al maestro. Y eso solamente se logra con perseverancia y mucho interés”.
Al tratarse de un rubro técnico con especialidades poco comunes en Bolivia, la Escuela Taller persevera en la misión de formar mano de obra calificada, pues cada vez se hará más necesario profesionales que garanticen el bienestar del vasto patrimonio cultural e histórico del país.
“Lo más gratificante para nosotros es ver cómo van adquiriendo habilidades para defenderse en la vida”.
Rolando Saravia, director de la Escuela Taller La Paz.
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