Es el Centro Cultural Santa Cruz que acoge, desde el viernes, una selección de 24 cuadros del pintor que había prácticamente desaparecido de la escena plástica desde hace siete años.
Al artista no le fue fácil. Implicaba mucho costo llevar los cuadros a una exposición, cuenta él mismo. La venta de sus óleos sobre lona -su técnica- no fue la que esperaba como forma de subsistencia, así que decidió archivar sus trabajos y hacer otras actividades que le den ingreso económico.
Trabajó como profesor de artes plásticas. También, durante cinco años, Enri Flores -su nombre artístico (el verdadero es Henrry Flores)- ejerció en el área de turismo de la Gobernación. Y, aunque nunca dejó de producir pinturas, las que guardó y las que acumulaba estaban en franco deterioro físico.
Su amigo y contemporáneo, el poeta Luis Andrade, le aconsejó que presente un proyecto para la recuperación de la obra en riesgo de perderse.
Y así, la propuesta tuvo eco en el Centro Cultural Santa Cruz, cuya dirección a cargo de Jorge Aliaga, al tanto de los hechos, apostó por el rescate de lo que considera una gran obra.
Aliaga visitó la casa de Flores, registró en fotos unos 200 cuadros. De ellos hizo una preselección de 60 y luego, con la curaduría de Eduardo Ribera, quedaron 24, los que representan mejor el aporte creativo de Enri Flores.
La defensa que hizo el Centro Cultural Santa Cruz ante la Fundación del Banco Central no solo significó el logro de los recursos que garantizaron la restauración de las piezas, sino también el mayor aliciente para que Flores vuelva a ejercer en lo suyo.
Duró más de un año el proceso en el que se produjeron todos estos hechos que hoy derivan en Diáfano.
Flores recorre la sala de la planta alta del centro satisfecho del trabajo conseguido y con mucho que contar de cada una de sus pinturas, varias en gran formato.
La restauración la hizo con el apoyo experto de Víctor Hugo Terceros. Enri puso los colores originales y revitalizó los cuadros que hoy se aprecian colgados.
Para el centro es fundamental que las obras encuentren dueño, así la mirada minuciosa, crítica y premonitoria de Enri Flores tendrán repercusión y perdurarán. La basura y la tecnología, ya desde los 90, son algunas de sus preocupaciones temáticas. “No sé si el artista se adelanta o la gente se atrasa”, dice el pintor.
Entre sus lonas, Enri dedica una obra a su “maestro”, La última cena con Herminio Pedraza. Recuerda al hombre de pocas palabras y grandes enseñanzas, que inculcó en él la composición de un cuadro, sí, pero sobre todo la pasión por el oficio.
Flores, que siendo el mejor alumno renunció al estudio de Arquitectura por pintar, recupera sus óleos y la actividad. Dará más de su pincel.
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