El primer premio, por decisión del jurado, ha sido otorgado de manera compartida a dos obras: Queriendo ser cielo de María Riveros y Deforme de José Arispe. La primera, muy lejos de la idea tradicional de escultura, es una pieza del denominado land art que combina varios recursos, entre ellos plantas que siguen creciendo a ojos del público y video. El segundo, igualmente lejano a las convenciones de la escultura, es una acción o performance que debe ser entendida, quizás, como una escultura viva o en movimiento.
Junto a estas sorpresas del arte joven boliviano está el concepto mismo del concurso. Sus organizadores han decidido innovar el formato del certamen. Se trata ahora de poner el acento e intervenir en las diversas instancias de los procesos creativos y no sólo en la presentación de obras acabadas ante el juicio de un jurado que delibera y decide al margen de los concursantes.
En junio de 2011, los organizadores de ExpresArte lanzaron una convocatoria invitando a “los artistas jóvenes a explorar las posibilidades tradicionales y los nuevos caminos de la escultura como medio de expresión contemporáneo”.
El desafío propuesto supone que “la irrupción de las nuevas técnicas y medios de expresión han multiplicado las posibilidades artísticas de una manera insospechada”. Pero también que “la simplicidad y la economía de elementos han sido capaces de impactar de tal manera en el público que han desencadenado nuevas y diversas formas de acercamiento a la realidad”. El concurso abrió, de esta manera, un amplio espectro para la exploración de la escultura, desde la utilización de la tecnología hasta la “simplicidad y economía” de recursos expresivos.
Esta exploración, a su vez, tuvo un horizonte conceptual definido. Los organizadores propusieron a los artistas jóvenes reflexionar y crear sobre el concepto: Culturas urbanas, entre las tradiciones y la innovación.
“El desarrollo de las sociedades contemporáneas”, dice el documento del certamen, “se produce a partir del enorme flujo de información, que ha acelerado la dinámica en los procesos de aculturación”. En este entendido, el concurso convocó a los artistas a “hacer visible cómo los grupos sociales, resultantes de este proceso entrelazan la tradición con la cultura urbana contemporánea”.
Premios. De los más de 40 proyectos de obras presentados al concurso, el jurado —integrado por León Saavedra, Angélika Heckl y Joaquín Sánchez, con la participación del curador José Bedoya— seleccionó 18, que son los que exponen desde el viernes 10 de febrero en las salas del Museo Nacional de Arte. El primer premio, como ya quedó dicho, recayó de forma compartida en las propuestas de María Riveros y José Arispe. El segundo premio también fue compartido entre la obra titulada 193908 de Liliana Zapata y Muñeca de Zulema Barrientos. La presencia femenina entre los primeros galardonados es mayoritaria. El tercer premio fue otorgado a la obra Wilancha age de Juan Fabbri. El jurado, además, otorgó cinco menciones, a los siguientes artistas: Iván Cáceres, Jaime Achocalla, Colectivo Omega, Naira Corzón y Camila Sierra.
Proceso. El Concurso de Arte Joven ‘ExpresArte’ siguió un proceso particular guiado por sus propios objetivos de generar oportunidades y escenarios para los jóvenes creadores del país.
La convocatoria fue lanzada en junio de 2011 estableciendo el plazo para la presentación de proyectos hasta septiembre. Los 44 proyectos recibidos fueron evaluados por los jurados y el curador atendiendo especialmente a sus potencialidades. En octubre, como explica Daniel Rico, encargado de la gestión del certamen, los 18 artistas seleccionados fueron convocados a una ‘clínica’ durante dos días en la ciudad de Cochabamba.
En esa reunión, los artistas tuvieron la oportunidad de presentar sus proyectos al comité y dialogar sobre sus procesos creativos. “Los artistas, procedentes de diversas ciudades, culturas y estratos sociales encontraron un espacio para intercambiar criterios con artistas de trayectoria y experiencia, como los que integran el comité”. En esta ‘clínica’, además, los jóvenes tuvieron la oportunidad de conocerse y dialogar entre sí.
Esta modalidad del concurso también es valorada positivamente por José Bedoya, curador de la exposición y del Museo Nacional de Arte, como una manera de promoción del arte joven más integral. No se trata sólo de un concurso, dice, sino también de un proceso formativo y de generar condiciones para un mayor compromiso del artista respecto a su propio proceso creativo y a su obra.
El primer premio, además de un monto pecuniario, incluye la organización por parte de la Embajada de España de una exposición colectiva de los artistas ganadores. De esta manera, la premiación no es el final del proceso sino un nuevo comienzo.
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