En Paracas, niños especialmente elegidos eran sometidos a la deformación craneana. No todos sobrevivían, pero los que sí estaban llamados a ser jerarcas. Llevaban ellos un tocado cefálico que se sostenía en la parte occipital, que era la que sobresalía. Estas características tiene el cráneo que el personal del Musef considera un protector.
El Tata Paracas comparte un estante, en las bodegas de bienes orgánicos, con otro cráneo inca, de 500 años de antigüedad, que conserva el cuerpo cabelludo y larga cabellera negra, cuyo estilo de trenzado es el que permite afirmar su pertenencia a la cultura quechua.
En el museo hay otros 18 cráneos con deformaciones, dos cuerpos completos de adultos y dos de niños. Uno de estos últimos, de 500 años de antigüedad, fue abandonado en las puertas del Musef, en una canasta a las siete de la mañana, tal cual se suele hacer ante un orfanato.
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