Paola Arévalo, de 16 años, asegura que hará del ballet clásico su profesión. En busca de ese sueño es la primera boliviana que logró clasificarse en una competencia internacional de danza clásica, pero no cuenta con el apoyo de las autoridades para viajar.
“En Bolivia no se aprecia tanto el ballet clásico, porque piensan que es algo secundario”, dice la joven, quien es alumna de la Escuela del Ballet Oficial de Bolivia. Ella se clasificó a la semifinal del Concurso Internacional de Ballet Clásico Caracas (Venezuela) que se efectuará el próximo 29 de junio en ese país.
La joven fue elegida entre cientos de estudiantes de ballet de todo el mundo. El jurado calificador, que escogió a las finalistas mediante presentaciones enviadas en DVD, estuvo conformado por personalidades internacionales del mundo del ballet como los famosos coreógrafos Maxim Absalov, Olga Mekhonoshina y Tatiana Djouloukhadze-Kopp.
Caminar de puntillas
Paola descubrió su pasión por la danza antes de cumplir los cinco años. Uno de los momentos que marcó su vida fue cuando su madre la llevó a ver presentaciones de danza y ella quedó “maravillada”, en ese instante intuyó que algún día ella estaría en un escenario.
Entonces a los ocho años ingresó a la Escuela del Ballet Oficial de Bolivia y ahora, a los 16 años, ya cursa el último nivel. Cuando entró por primera vez a clases vio a las alumnas más grandes caminar de puntillas, entonces decidió esforzarse todos los días para lograr esas piruetas.
“Parece difícil andar de puntas, pero logré hacerlo, todo es cuestión de práctica y pasión”, cuenta Paola, quien, en la búsqueda de la perfección, casi nunca faltó a clases. Recuerda que cuando las otras estudiantes no llegaban, tenía la fortuna de recibir consejos e instrucciones personalizadas de los profesores, una gran ventaja, y que llevó a que su nombre nunca esté ausente en el cuadro de honor de la Escuela.
Según Erika Wolff, directora de la escuela, “es una de las mejores estudiantes que ha tenido la institución y la primera boliviana que logra clasificarse a una semifinal en una competencia internacional de danza clásica”.
Al respecto, Paola es modesta y dice que se esfuerza todos los días. “Práctica, práctica y práctica”, repite la joven, pues todos los días dedica una hora y media a sus clases de ballet, y además se queda horas extras en ensayos.
“Después de una clase me quedo una media hora más para trabajar y perfeccionar mis movimientos”, cuenta la bailarina.
En las últimas semanas, los ensayos son más intensos por la competencia. Entonces, la adolescente divide su tiempo entre el colegio, las tareas, los cursos de inglés y el ballet.
En casa también no deja de practicar y hace ejercicios de flexibilidad, pilates y estiramientos. “No tengo mucho espacio, pero es importante ejercitar”, comenta. Otra cosa que no descuida es su alimentación y cumple una dieta saludable donde no faltan la avena, la leche y el pescado.
“Tengo que reponer las energías que he gastado”, explica, pues debe mantener un peso equilibrado que exige la disciplina del ballet clásico.
La rutina de una bailarina no es fácil, una pirueta se aprende hasta en tres días. Por eso, Paola decidió no darse descansos, no faltar a clases y practicar todos los días.
Además de la competencia, otra de sus motivaciones es obtener una beca para estudiar danza en una universidad del exterior, ya que en el país no hay carreras a nivel licenciatura, pero por ahora ensaya sin descanso para ganar el concurso y darle una alegría a Bolivia.
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