“No se asume la sexualidad”, dice. “Estamos perdiendo la seducción”, insiste. A la hora de hablar del sexo, “la sociedad se comporta con una doble moral”, dictamina. En todo caso, asume, en esta exposición también se enfrentó a sus propios fantasmas. “Por algo existen, por algo están ahí”, confiesa.
La muestra está integrada por 25 dibujos que se presentan y se organizan en la sala como las páginas de un libro. Las virtudes formales de estos dibujos ya han sido destacadas por el artista y crítico Ramiro Garavito: “Más que una ilustración para historieta, es un trabajo artístico estéticamente exquisito, sostenido por una prolija estructura compositiva”. “Yo, en esencia, soy dibujante”, dice por su parte Archondo, “disfruto de la línea y de su carga simbólica”.
Dos rasgos son inmediatamente notables en esta serie de dibujos de Archondo. Para proponer su visión del erotismo escapó deliberadamente de la estética relacionada a la ‘belleza’. Es decir, los cuerpos femeninos y masculinos que están representados en sus cuadros no responden al estereotipo ni de la juventud ni de las proporciones, en suma, de lo que comúnmente se asume como belleza. Los suyos son cuerpos de gente común y corriente, de todos los colores y de todas las edades. Hay que decirlo: también gente de todos los sexos o de todas las opciones sexuales.
El segundo elemento se relaciona con su propuesta artística: los dibujos de Archondo juegan formalmente a ser ilustraciones, cuadros de una historieta. Hacen guiños formales, más o menos explícitos, a las antiguas postales eróticas japonesas (las texturas de los fondos, la tipografía). En suma, un trabajo formal que está el total sintonía con sus ‘objetos’. Si los cuerpos de sus dibujos son cuerpos de gente común, sustraídos a toda idealización, sus cuadros se sustraen también de la solemnidad del arte, juegan a relacionarse con formas más populares, como la historieta o la postal.
Al inicio se decía que Archondo es un observador, un mirón o, mejor, un voyeur. Lo que está claro es que para él el erotismo radica en la mirada. Un video que forma parte de la exposición explicita esta dimensión de su propuesta: un niño observa por el ojo de la cerradura a una muchacha que se baña. Se trata, sin duda, de la mirada, pero de la mirada subrepticia, del ojo que puede mirar sin ser mirado.
El ‘realismo’, tanto del dibujo como de las escenas que representa, permite relacionar el trabajo de Archondo con el ‘grotesco’, en el sentido que le da a esta categoría artística Javier Sanjinés. Se trata de cuerpos viscerales antes que apolíneos, cuerpos inscritos en la cotidianidad antes que en algún espacio idealizado, cuerpos concretos y no medélicos. Este rasgo podría relacionarse, otra vez, con el aire de arte popular con el que le gusta jugar a Archondo.
Alejandro Archondo
Nació y vive en La Paz. Ha estudiado en la Academia de Bellas Artes y en la carrera de Artes de la UMSA. Es artista plástico, diseñador gráfico, ilustrador e historietista. Sus trabajos han aparecido en numerosas publicaciones y ha participado en exposiciones en Bolivia y en el exterior. Ha presentado en La Paz la muestra individual Helado propicio.
Opinión
Invitación a la risa, al amor, a la sensualidad
La muestra de Cachondo, perdón por el lapsus, de Arxondo, de ilustraciones eróticas nos lleva a reflexionar sobre lo que hace unos días decía Diamela Eltit, en el marco de Al límite, encuentro multidisciplinario de escenarios, escrituras e imágenes. Decía: “Hay que repensar el imaginario del cuerpo y el imaginario de las eróticas”, haciendo referencia a la necesidad de buscar en nuestras estéticas geográfica y cultural otros cuerpos, cuerpos que no tienen que ver con las condiciones en las que se ven hoy representados en los medios, la publicidad, la pornografía o la historieta en las que mujeres y hombres jamás se ven afectados por la gravedad y el modelo es el moldeado por las cirugías plásticas.
En esta muestra encontramos otros cuerpos y otras eróticas. Vemos nuestros cuerpos y nuestra idiosincrasia frente a la seducción, al erotismo y al deseo, invitándonos a la risa, al amor, a la sensualidad, a la complicidad y al descaro, sin exclusiones y sin cuestionamientos, además, a los fundamentos del buen gusto en nuestro país, inmerso aun en profundas raíces religiosas y conservadoras que han condenado el cuerpo y sus placeres. Lo sexual es considerado tabú. Gracias Alejandro por demostrarnos que el arte nunca ha estado ajeno a la relación cuerpo y erotismo. Que esta exposición sea motivo para cuestionar, debatir y abrir nuevas perspectivas frente a este tema.
Los grabados y estampas japonesas, que esta exposición relaciona tan naturalmente a través del encuadre, de las texturas del enmarcando y de la tipografía, son sobre todo las escenas del siglo XVIII en las que los personajes disfrutan con obscenidad y pasión de sus cuerpos.
Nuestros antepasados precolombinos, por su parte, nos demuestran una amplitud frente a la representación del cuerpo y sus prácticas eróticas.
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