El teatro no solamente nos permite divertirnos, reflexionar, emocionarnos hasta las lágrimas o ver como en un espejo las virtudes y defectos de los seres humanos, también puede tener fines curativos. Sí, leyó bien, el teatro también puede ayudar a nuestra salud, mejorar nuestro estado de ánimo y lograr que superemos problemas como el estrés, los miedos, las depresiones y otros problemas que aquejan al ser humano.
Es que al participar de manera activa de una dramatización o representación teatral, establecemos mejores vínculos de comunicación, cooperación, integración y otros aspectos que contribuyen a nuestro desarrollo personal que incluso nos ayudan a sobrellevar enfermedades como la diabetes, el cáncer y la obesidad, sólo por citar algunas.
El uso terapéutico del teatro no es nuevo e incluso hay quienes sugieren que se remonta a la prehistoria, pero sin irnos tan lejos, ya en la década de los años 60 la actriz inglesa Sue Jenning trabajó con técnicas teatrales junto a mujeres del servicio de gineco-obstetricia del Hospital de Londres y a partir de esa experiencia propuso las bases de lo que hoy es conocido como la “dramaterapia” y a la que rápidamente se sumaron muchos adeptos no sólo del campo actoral, sino también de la salud.
Una de las experiencias locales del uso del teatro con fines terapéuticos las ha realizado El Baúl Teatro, dirigido por Mary Carmen Monje y Christian Castillo, que empezaron a interesarse en el tema con los talleres para el incentivo a la lectura que auspició la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) en los centros culturales de barrio. En base a las historias que contaban los niños fueron recreando sus vivencias en las que había muchos casos de violencia, maltrato y la actuación los ayudó a exteriorizarlos. “De alguna manera, el contar sus problemas les ayudó a reflexionar acerca de ellos y de cuestionarlos, porque se les planteaba preguntas para que ellos opinen, por ejemplo si les parecía que era correcto que un padre o madre lastime a su hijo u otras situaciones de su vida cotidiana”, cuenta Monje.
El mismo grupo encaró un reto mayor al hacerse cargo de los talleres de teatro del proyecto Tahipamu (Taller de Historia y Participación de la Mujer), que reúne a mujeres que emigraron a Europa en en busca de mejores ingresos para sus hijos y familias. La idea era lograr que a través de la actuación pudieran contar las experiencias que vivieron a la distancia como a su regreso. El resultado fue la obra Estamos de vuelta.
“Estas mujeres estaban ávidas de contar sus experiencias sobre el escenario. Fue una sorpresa que en poco tiempo se armara una obra, corta pero intensa; y que las actrices naturales se integraran sin ningún miedo o vergüenza de actuar frente a diferentes públicos”, cuenta la directora del proyecto, Ana Cecilia Wadsworth.
“Después de estos trabajos estoy convencida de que el teatro como terapia es efectivo. A medida que van contando su problema, los protagonistas van buscando soluciones y tratan de dar respuestas. Eso pasó con los chicos de los barrios y con las mujeres de Estamos de vuelta”, reflexiona Monje.
Una experiencia singular
En 2002, el director teatral boliviano Marcos Malavia y el diabetólogo Jean Philippe Assal desarrollaron en Francia un taller para que pacientes que sufren afecciones crónicas como diabetes, insuficiencia renal, cáncer, anorexia, enfermedades cardiovasculares y otras dolencias pudieran compartir sus experiencias con los que les prestaban asistencia sanitaria. Los participantes tenían que escribir un texto en forma de diálogo o monólogo donde contaran una experiencia personal (no era necesario que sea acerca de la enfermedad). Luego era leído a los demás y esos textos eran llevados a escena por actores profesionales dirigidos en todos los aspectos por los autores. Finalmente se representaron una tras otra las historias.
La experiencia fue todo un éxito y desde ese primer taller hasta ahora más de 200 personas han participado de ese proceso creativo. “El arte ofrece un espacio en el que ambos grupos pueden expresar muchos de sus sentimientos en relación a la salud y la vida en general. En este aspecto artístico, tanto pacientes como proveedores sanitarios tienen el mismo poder y papel; los médicos no necesitan ser médicos y los pacientes no necesitan ser pacientes. Lo único que importa es su experiencia vital”, dicen Malavia, Assal y la bióloga Benedetta Barabino en un artículo que publicaron en la revista internacional Diabetes Voice (octubre de 2009).
Desde otro ámbito, el dramaturgo y también director teatral Adolfo Mier Rivas incursionó en el teatro terapéutico pero aplicado en empresas, bancos, fábricas y diferentes instituciones.
“El teatro es un juego de niños que utilizamos los mayores para crear. Entonces, así, jugar a volverse niños es hacer un sauna del espíritu y eso funciona perfectamente bien”, asegura Mier y agrega que los talleres que ayudan a las personas a levantar su autoestima “se sienten mucho más seguros y solidarios para trabajar en equipo. Salen completamente de su rutina, lo que los relaja enormemente, porque siempre se hacen las clases en sus fuentes de trabajo. Ellos dejan de hacer su rutina y se convierten en actores”,explica el director de Chaplin Show.
¿Cómo es que rígidos ejecutivos de saco y corbata se convierten en actores capaces de hacer las más alocadas payasadas?
“Inicialmente empiezo con algunos ejercicios de acercamiento de deshinibición, porque todos entran con resquemor, otros sin el menor interés; entonces hay que romper el hielo con algún ejercicio”, afirma Mier. Después, cuando todos se sueltan, dice que se vuelven como niños y quieren aportar y opinar. “Yo soy el primero en divertirme con ellos y estoy seguro de que ellos logran desestresarse e indudablemente logran ser más solidarios como equipo y con sus otros compañeros de trabajo”, asegura. Luego de estos talleres, los miembros de una empresa o de una institución dejan de ser un número o un apellido y cobran presencia como personas y eso es un valor no sólo para su buen desempeño laboral, sino también para su vida personal, añade.
En la misma línea de lograr un desarrollo personal a través del arte se presenta la propuesta del taller Tardes artísticas curucusí, que desde el próximo 5 de abril iniciará el actor Carlos Ureña y el músico y psicólogo Giulio Barbonari. El curso, destinado a niños de ocho a 12 años, “no tiene como objetivo formar actores o músicos, sino darle a los niños un espacio de expresión y de libertad que no encuentran en otros espacios”, indica. Trabajar la concentración, la memoria, la sensorialidad y la percepción del propio cuerpo y el de los otros inculca también el respeto al otro. Hay juegos que son ejercicios teatrales que llevan a que el niño se haga responsable por su compañero, explica Ureña.
Por su parte, Barbonari indica que además de estimular las habilidades artísticas de los pequeños, se apunta a que desarrollen sus habilidades sociales, cognitivas, la identificación de emociones propias y la de los demás. “También se logra desarrollar la parte motriz con el teatro y la interpretación de instrumentos”, dice.
El taller dura un mes y concluirá con un espectáculo en el que los niños no sólo serán los protagonistas, sino también los autores de gran parte del guión y de la música. Una experiencia creativa que para los talleristas, que tienen más de una década trabajando con pequeños, es más como un gran juego donde ellos simplemente hacen de árbitros.
Sin duda, el teatro de manera terapéutica, dramaterapia o psicodrama, como también es llamado, puede ser aplicado en diversos ámbitos y puede ser una herramienta que nos ayude a llevar una vida mejor en lo que algunos llaman ‘el gran teatro de la vida’.
Precursor
Jacob Levy Moreno
El psiquiatra rumano Jacob Levy Moreno (1889-1974) es considerado el creador y uno de los principales impulsores de la aplicación del teatro con fines terapéuticos y es considerado el precursor del “psicodrama”.
Moreno se dio cuenta de que, cuando se “actúan” las situaciones (se dramatizan, se representan), en vez de sólo hablar de ellas, se obtienen importantes beneficios terapéuticos.
El psicodrama se fundamenta en que los seres humanos tenemos un enorme potencial de espontaneidad y creatividad. Las técnicas psicodramáticas desarrollan, estimulan, promueven esta espontaneidad y creatividad, que son para Moreno fundamentales para la salud mental de las personas.
A partir de su trabajo con grupos, Moreno fue desarrollando y perfeccionando las técnicas psicodramáticas. Sin embargo, el uso de estas técnicas no es exclusivo a los grupos: son sumamente útiles (e igualmente eficaces) en el trabajo de terapia bipersonal (solo psicólogo y paciente presentes dentro de un consultorio). Se trabaja con objetos como cojines, sillas, entre otros; se hace uso del espacio físico y se trabaja integrando cuerpo-mente-emoción-palabra-acción. También se puede trabajar con el denominado “psicodrama interno” (ejercicios de imaginación dirigida); se pueden utilizar, virtualmente, todas las técnicas psicodramáticas. El resultado es una terapia diferente, donde no sólo se habla de los problemas personales o de los demás, sino también recrear y representar en el aquí y el ahora todas esas cosas, para poder explorarlas más vívidamente, y buscar alternativas creativas que ayuden a mirar los problemas desde otras perspectivas, y a sentirte mejor (fuente: www.itgpsicodrama.org/jacobo
Opinión
Actuando su propia historia
Ana Cecilia Wadsworth , Psicóloga, directora de Tahipamu
Cuando nos planteamos apoyar a este gran número de mujeres que migraron, consideramos que en su retorno requerían de muchas cosas, como talleres de capacitación laboral, de autoestima y otros. Pero algo también fundamental era crear un espacio donde pudieran contar sus historias, ser escuchadas, compartir con otras señoras que habían vivido situaciones similares.
Si bien la mujer retorna físicamente, muchas cosas se quedan todavía dentro de la maleta: recuerdos tristes, navidades lejos de sus hijos/as, trabajo duro, soledad, sentimientos erróneos de culpa, extrañar a la familia con la impotencia de estar tan lejos, de las deudas que hay que pagar antes de poder volver.
Hicimos los talleres con testimonios muy fuertes y apoyo mutuo: fue el primer paso para hablar de sus vivencias, para la mayoría por primera vez. Ahora tocaba el siguiente paso: contar su historia a otras personas.
Fue por eso que se armó un taller y fue una sorpresa que en poco tiempo se armara una obra, corta pero intensa; y que las actrices se integraran sin ningún miedo o vergüenza a actuar frente a diferentes públicos.
Hemos analizado y charlado sobre todo esto. Fue duro pero también hermoso ver cómo durante todo el taller iban saliendo sentimientos y recuerdos, experiencias dolorosas que estaban guardadas.
Compartirlas en el grupo y luego expresarlas sobre un escenario les ha dado un alivio y una fortaleza que es el mejor ejemplo de lo que en psicología llamamos resiliencia, como ellas mismas dicen: a pesar de todo el sufrimiento, ahora nos sentimos más fuertes.
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