La decisión de Monroy de pintar sobre aguayos nació como una “búsqueda personal” de marcar un “sello” a sus obras y de dejar el lienzo blanco atrás, para comenzar a descubrir un mundo de texturas y colores que representan a la cultura aimara.
“El aguayo es muy propio y representativo de la cultura, uno sale a las calles en el país y ve aguayos en todas partes”, dijo a Efe Monroy.
Es así que esta semana expuso en el Museo San Francisco de La Paz 16 pinturas que tienen como base diversos aguayos y que muestran a distintos personajes, que van acorde al textil utilizado.
“Es una búsqueda de cómo plasmar ideas que tengo sobre la sociedad, sobre la cultura, utilizando un mismo material que la represente”, señaló la artista.
El proceso creativo comienza en la búsqueda de estos textiles por distintos mercados de la ciudad y cuando encuentra uno que le provoque por sus colores y diseños, lo compra y luego comienza a imaginar qué puede pintar para que cobre un significado.
“Dependiendo del color que tenga el aguayo y los diseños, me da una pauta para poder plantear una idea”, expresó Monroy.
La artista utilizó de base aguayos que tienen de colores predominantes café, blanco, morado y rojo, que llaman la atención de los visitantes de la exposición.
Entre sus obras está “Echinopsis”, que muestra a una mujer indígena cargando en su aguayo un bebé y un cactus del mismo nombre de la pintura que crece en el altiplano, que “está vinculado con varias prácticas que se realizan para honrar a la Pachamama”, la Madre Tierra, indicó Monroy.
“Es una alegoría a la Madre Tierra”, añadió.
Otra de sus obras es un retrato de una mujer indígena, una típica cholita aymara, que no tiene definido el rostro y que agarra un gallo, con el fondo de un aguayo predominantemente fucsia.
“La cholita para mí encarna un icono cultural muy importante, no solo es un personaje, sino una representación de un colectivo social que en mi punto de vista no tiene un rostro en específico, pero sí características similares”, explicó la artista.
Otra de sus pinturas denominada “El canto interior” muestra a un hombre indígena tocando una zampoña que tiene un círculo con un ave en el área de su corazón, con el fondo de un tejido morado con diseños andinos.
“La intención es demostrar cómo la música enaltece el espíritu y el alma de las personas”, sostuvo.
La artista manifestó que encontró una complementariedad en el aguayo con lo que quiere demostrar a través de la pintura y que no sabe si es la primera vez que se hace esta conjunción, pero en todo caso es una forma de “innovar” y atreverse a utilizar otros materiales, otros lienzos que aporten en el proceso creativo.
Sus obras también están expuestas en el primer hotel “cholet” de Bolivia, una construcción típica en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, para explicar algunas prácticas culturales, como la challa, un ritual andino.
Monroy tiene 29 años y ha expuesto su trabajo en Uruguay, además de Bolivia, pero es la primera vez que realiza una exposición de pinturas sobre aguayos. (EFE)
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