Desde que Macondo Producciones se conformó, la primera puesta en escena que se tuvo en mente fue Drácula, el exitoso musical argentino. Y es que para el actor, director y productor Leonel Fransezze tiene un valor especial: encarnó en Buenos Aires al personaje de Jonathan Harker en más de 350 funciones en 2011. Ya viviendo en Bolivia, desde Macondo ha liderado siete musicales, en colaboración con FyF, y este 2017 sintió que estaba listo para ofrecer al público boliviano esta producción en la magnitud que merece.
“A pesar de que quizá era el primer musical que quería montar en Bolivia, teníamos que pasar por un proceso de crecimiento artístico importante para una obra que exige tanto compromiso. Es intensa, demandante en todos los sentidos: desde los aspectos escenográficos, el vestuario, lo vocal y lo económico”, explica Fransezze.
El elenco termina de calentar cuerpo y voces a las 21.00 en el coliseo del Saint Andrew's School en La Florida. Fabricio Ferrufino, el director coreográfico, da las últimas indicaciones antes de repasar el segundo acto, mientras el equipo de producción ajusta parlantes, micrófonos y grabaciones. Los bailarines repasan el manejo de las estructuras. Hay nervios, sí; pero sobre todo pasión: falta poco para iniciar la temporada que se ofrecerá en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez (Genaro Sanjinés esq. Indaburo) los días 28, 29 y 30 de septiembre y 1 de octubre a las 19.30.
Suena la música y se inicia la escena de la taberna, son las risas de 25 artistas que pasan del canto a la danza y a la actuación con ductilidad. Tarea complicada la de Fransezze: dividir la atención entre la puesta en escena y el personaje que encarna, Drácula. “Por suerte no estoy solo, tengo a Claudia Gaensel en la producción y a Fabricio Ferrufino y Sofía Petignat con la dirección. Hemos llegado a un momento de madurez en que supimos que podíamos concretar este sueño, pero con una conciencia objetiva y artística”, enfatiza.
A la misma hora, pero en el espacio escénico El Desnivel de Sopocachi, el ensamble musical se articula bajo la batuta del director argentino Damián Malher, hijo del creador de la música de Drácula —estrenada en 1991— y que ha heredado la conducción de este montaje en Buenos Aires. “Es la música con la que crecí. Uno de los recuerdos más fuertes que tengo de chico es estar en el estadio Luna Park vibrando con esto. No hemos conocido un público tan fervoroso como el de Drácula. Tenía tres años cuando se estrenó y cada vez que lo recorro me trae a mi niñez, mis abuelos, mi padres”, recuerda el compositor, director de orquesta y pianista argentino.
Concentrado, Mahler marca matices a los 20 músicos que participan. “Es la primera vez que salgo del país para hacer Drácula y qué mejor que a La Paz, ciudad que me fascina por su cultura, sus paisajes... Me encontré con profesionales increíbles, a la altura de cualquier elenco que podríamos haber armado en Buenos Aires. Es muy interesante en un lugar donde todavía no hay industria del teatro musical”.
Mientras tanto, en el coliseo de la zona Sur, el elenco trabaja voces, cuerpos y el manejo de la escenografía. Las estructuras metálicas y móviles que se utilizan forman parte de la narrativa. La productora Claudia Gaensel está ahí cuidando los detalles. Con sólida formación en artes escénicas y en el campo audiovisual, ella es una prueba de que la producción no es solo un asunto financiero, sino que sus decisiones también deben ser artísticas.
“El trabajo empezó desde la elección de Drácula. Para nosotros es muy significativo que sea un musical latinoamericano, para potenciarlo y explorarlo más. Además Leonel ha interpretado a Jonathan Harker, entonces había además un vínculo emocional. Si bien es una obra muy cara, hemos tomado el riesgo porque no podíamos producir un espectáculo de esta magnitud sin la calidad que merece. Por eso hubo un casting riguroso y el nivel de autoexigencia de cada una de nuestras producciones es cada vez mucho más alto”, señala.
Sin cortar la escena, Ferrufino marca el ritmo, las entradas: tiene los ojos puestos en cada detalle. Así de exigente ha sido también la elección de Fransezze como actor protagónico.
“Tenía la ilusión de encontrar al Drácula indicado, y si bien hubo candidatos interesantes, no cumplieron los requisitos de la producción y eso les costó el papel”. Las pruebas de casting se enviaron hasta Argentina y fueron los creadores de la obra quienes dieron el visto bueno a la selección.
Así quedaron Fransezze, Michelle Csapek, Claudia Arce, Roberto Caínzo, Tere Morales, José Luis Duarte, Susana Renjel, Claudia Moscoso, Silvana Vargas, Laura Riveros, Álvaro Murillo, Ariana Revilla, Gastón Alcázar, Grecia Cerezo, Lisbeth Luna, Ismael Cabrera y Mariana Torrico, entre otros.
“Pensé que iba a ser una experiencia traumática, pues dirigir y actuar no es fácil, pero en el caso de Drácula resultó ser una experiencia súper amena, pues tenía asimilada la obra”, cuenta Fransezze, que tuvo que asimilar al conde luego de haber representado en 350 ocasiones otro papel.
Algo muy importante, tanto para asumir el rol de actor como el de director, fue que esta puesta partiera de la visión que Fransezze tenía sobre la obra. “Siempre tuve el bichito de director en mi cabeza. Cuando en Argentina montaba Pepe Cibrián, yo pensaba en giros diferentes, incluso para el conde Drácula. Por eso cuando me puse a trabajar con él tenía bastante claro lo que quería. El proceso fue rápido, cuando en general yo suelo ser lento para la construcción de personajes. Además me estoy dando el gusto de darle una vuelta a toda la obra, que sea una nueva propuesta”.
¿Por qué hablar de Drácula hoy? “El teatro es universal, es algo que necesitamos hacer —concluye Malher al finalizar su ensayo con los músicos al borde de la medianoche— Drácula da su vida por amor, un sacrificio así no tiene ni tiempo ni fin. Fascina porque es una explosión de sentimientos”.
“Es una obra mágica, tiene algo hipnótico, nunca vi a un público tan involucrado sentimentalmente —agrega Fransezze— Despierta muchas pasiones. Es muy intenso, es una catarata de emociones”. El cansancio se refleja en sus rostros, la jornada ha sido larga y falta mucho por hacer.
Pero basta recordarles la obra para que sus ojos brillen de emoción. Pasa que la pasión no es exclusiva de los personajes del musical, sino que es la que nutre a quienes empujan el proyecto.
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