viernes, 15 de septiembre de 2017

David, Sandra y su historia de amor



Sandra Saavedra nació en Sucre. Es fisioterapeuta de profesión y vivió en España por 20 años. Tiene un gimnasio terapéutico en su ciudad natal. Actualmente colabora como actriz en el elenco teatral y humorístico de David Santalla.

David Santalla nació en La Paz y es actor humorista conocido por sus papeles icónicos de Salustiana y Don Enredoncio, pero su personaje más emblemático fue el de Vito en la película boliviana Mi Socio, del director Paolo Agazzi.

El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que fue, de lo que será y de lo que nunca podrá ser. Va más allá de lo físico y del tiempo... Así es la historia de estos dos enamorados, Sandra Saavedra y David Santalla, quienes con emoción y hasta las lágrimas afirman que el amor llegó a sus vidas en el momento preciso.

Su relación, que tiene medio año, es para ambos “un regalo”. En junio, David le confesó a La Razón —en el programa Piedra, papel y tinta, producido por este diario y que se emite por Cadena A— que cupido le había flechado y hace un mes, cuando escribió en su cuenta de Facebook: “Soy feliz con Sandra porque me ha dado un sentido a la vida. Ahora sí vale la pena vivir”, hizo que las redes ardieran.

La pareja aceptó conversar con mía al respecto y también posó para una romántica sesión de fotos a solo días de darse el sí de manera oficial.

mía— ¿Cómo y dónde se conocieron?

David— Nos conocimos en Sucre. Yo estaba en una gira artística y cuando la vi me impactó, pues ella no solamente habla con las palabras, sino con la expresión corporal. En ese entonces yo estaba buscando una actriz para el elenco y quise tomarla en cuenta, así que la llamé.

Sandra— Estábamos en la calle, en Sucre, y el amigo de mi hija nos presentó. Después de aquel encuentro David consiguió mi número y me llamó. Aún me acuerdo que ese día yo estaba muy sport; con un short y una visera. Así nos conocimos, de una forma muy casual.

mía— ¿Fue amor a primera vista?

David— Podría decirse que sí, pero es más profundo que eso. No fue enamorarse inmediatamente, sino conocerse. Poco a poco fue creciendo esa necesidad de uno con el otro.

Sandra— Yo creo que en un principio fue admiración y gusto. Sentí esa atracción de ver a un hombre guapo. Cuando lo conocí lo primero que me gustó fue esa sonrisa suya, su elegancia, educación y gallardía.

‘A ella le gusta la poesía, la música clásica y también la popular’. Fotos: Miguel Carrasco

mía— ¿Qué es lo que más admira de David?

Sandra— De David admiro su sencillez. Es un caballero y, a su vez, es muy atento. Me encanta que cuando vamos a cenar, por ejemplo, acomoda la silla. Al caminar me ofrece su brazo y evita que yo esté al lado de la calzada.

mía— Ustedes son la prueba de que no hay edad para el amor...

David— Hay jóvenes antiguos y hay antiguos que aún son jóvenes. Todo depende del espíritu que uno tiene. No es solamente el cuerpo. (Quien) no tiene un espíritu optimista ya está muerto. Pero, si tenemos el espíritu juguetón y cumplidor de los deberes ganamos años extra en nuestras vidas. La gente piensa que cuanto mayor eres, más serio debes ser. Si a mí me viene en gana portarme así (juguetón), está bien porque no estoy haciendo daño a nadie. Yo amo de esa manera y la edad no es una barrera.

Sandra— Precisamente por eso, con David, nos complementamos en ese sentido; nos entendemos porque somos naturalmente juguetones, alegres y tenemos buen sentido del humor. Nos reímos de nosotros mismos, somos positivos.

mía— ¿Tuvo miedo o vergüenza al invitar a Sandra a salir?

David— Yo quería una actriz, no buscaba una conquista, pero surgió a raíz de que la conocí, de que se entabló una amistad. Yo creo que ahí empezó a nacer el amor. Esto del amor había sido una cosa que nace ahí y nadie se libra.

Sandra— A David yo le doy bastante seguridad. Le digo que soy una mujer que se hace respetar y que no tenga miedo de que yo pueda dejarle en cualquier momento porque, lo vuelvo a repetir, me respeto y me hago respetar. La base para cualquier relación es la confianza. También que sepamos lo que queremos. En mi caso, yo sé qué es lo que quiero y quiero estar con David el resto de la vida.

mía— ¿Cómo fue esa primera cita?

Sandra— Fuimos a tomar un tecito. En realidad fue una infusión de manzanilla porque yo no tomo té ni café. Me acuerdo que comimos unas empanaditas de queso.

David— Fue en Sucre. Recuerdo que yo tenía que volver a La Paz, pero fue un hecho que mi corazón se quedó en la Ciudad Blanca. Ya la extrañaba sin siquiera haber partido. Era algo parecido a una fiebre.

Sandra— Después me invitó a una presentación en Potosí.

David— Sí, la invité porque quería que vea cómo es organizar una presentación y sobre todo porque quería su compañía.

mía— ¿Cuáles son las ventajas de amar en la madurez?

David— Pasé por una serie de vicisitudes, caídas, tropiezos, equivocaciones, errores, un montón de cosas y también fui víctima de muchas otras. Puede que sea culpable o no, pero tenía que vivir todo eso.

Sandra— Las experiencias que hemos pasado anteriormente, y no se trata de que uno sea mayor que el otro, enseñan. David ha pasado cosas muy fuertes en su vida y a mí también me pasó lo propio. Hemos madurado, hemos tenido que pasar por situaciones muy difíciles para poder llegar a encontrarnos y saber realmente lo que queremos para los dos.

David— Hemos madurado, cada uno por su lado y ha sido un encuentro justo y cabal.

Sandra— Fue en el momento preciso porque quizás antes no hubiese funcionado nuestra relación. Tal vez yo no es estaba preparada. No estaba lo suficientemente madura como para llevar una relación estable y seria. La ventaja es que ahora somos muy hogareños. Preferimos estar en casa. Salimos cuando tenemos que ir a trabajar, pero ir de fiesta o trasnocharnos ya pasó a un segundo plano.

mía— ¿Cuáles son los mejores momentos en casa?

David— Algo que hacemos en casa es fingir que estamos en una gran fiesta y empezamos a bailar solos en nuestra sala.

Sandra— Cuando cenamos en el departamento nos vestimos muy guapos y entramos como si estuviésemos en un restaurante cinco estrellas. Armamos la mesa con unas velitas. Somos muy fantasiosos.

David— No somos personas de rutina.

Sandra— Además tenemos tres perritos que son como nuestros hijitos. Son nuestra alegría; están siempre con nosotros. Nunca nos aburrimos estando los dos juntos. Cada día es diferente.

mía— Al hacer pública su relación, ustedes sabían que serían blanco de comentarios, algunos malintencionados. ¿Qué sentimientos les genera esto?

Sandra— Sabíamos, pero nunca nos afectó porque David y yo somos seres que desde pequeños hemos sido incomprendidos. Por eso nos entendemos, porque vivimos en nuestros mundos y hacemos y decimos lo que nos da la gana, en el buen sentido de la palabra. Entonces, no nos afectan los comentarios malos, porque todo el mundo tiene derecho a opinar.

David— Nunca falta un malintencionado. Esos ya son paranoicos y tienen problemas de carácter y personalidad. Es gente que no da la cara y no te dice de frente qué es lo que siente.

Sandra— Nosotros somos capaces de enfrentarnos a alguien que nos diga las cosas de frente y sin ocultarse, por eso es que nos entendemos tan bien.

mía— ¿Alguna vez pensaron en volver a encontrar el amor?

David— Pienso que no estoy de bajada, he llegado a un lugar y estoy un poco más en la recta. Solo depende de mí y de mi estado de ánimo para entrar en picada. Ya no quería saber nada. Estaba entrando a ese ritmo en el cual todos me decían qué hacer.

mía— David, ¿a qué se refirió al publicar en su cuenta de Facebook ‘Ahora sí vale la pena vivir’?

David— Cuando uno está enamorado sí vale la pena vivir. Si no está enamorado solamente está viviendo el impulso. Es como que le quitan el corazón a alguien y sigue latiendo sin sentido. Lo que he pasado me quitó perspectivas. Y cuando apareció Sandra recién tuve motivación. Ahora, para mí, es importante vivir. Incluso estaba fuera de creatividad, me sentaba frente a la computadora y no tenía ideas. Ella es mi inspiración, mi musa. Hasta le dije: “Eres un ángel de Dios”. Yo creo que el Todopoderoso nos juntó.

mía— Sandra, para ti, ¿quién es David Santalla?

Sandra— David Santalla es un hombre, es todo un caballero. Es un ser tan noble que, a veces, llega a ser un poco ingenuo. No tiene maldad en su corazón ni en su alma. Es un hombre sencillo y no depende de la apariencia. Cada día a su lado es pura felicidad.

mía— David, para ti, ¿quién es Sandra Saavedra?

David— Es ese ángel que me trajo buenas noticias. Es esa persona que me dijo: “Vamos David, levántate”. Me expresó que todavía tenía derecho a caminar. Me alienta cada día a seguir adelante y a no rendirme nunca. Sandra me da paz, armonía y felicidad.

mía— ¿Qué planes tienen para el futuro?

David— No enfermarme, estar sano y sobre todas las cosas en este mundo vivir para ella. Sandra, ahora sí, yo te pertenezco.

Sandra— Yo estoy de acuerdo con David. Ahora sí tenemos que tener salud y vivir el uno para el otro. Nuestro plan es complementarnos y estar juntos siempre.

mía— David, ¿desearía haberla conocido antes?

David— Tal vez no hubiéramos tenido la dicha que tenemos ahora. Eso sí, hubiese querido ser casi contemporáneo con ella. Pero todo depende de uno mismo. Voy a cuidar mi salud y mi estado físico para esperar que ella se acerque poco a poco a mí.

mía— Sandra, ¿desearía haberlo conocido antes?

Sandra— Hubiera sido lindo. La verdad nos hubiéramos entendido muy bien desde entonces.

mía— ¿Qué es el amor para ustedes?

David— El amor es mudo y puro. Y agradezco a la vida por darme tanto a su lado...

Ella no puede contener la emoción y le brotan lágrimas de felicidad; la respuesta de David es la misma, se miran fijamente, se abrazan y sellan su amor con un tierno beso.

Días después, ella oficializa que la boda será muy, muy pronto.


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