"Siempre es como una cuenta pendiente volver a mi país. No se si voy a vivir en Bolivia o me voy a quedar en México, pero quería hacer una exposición aquí”, cuenta el pintor. Y no es para menos, pues Bayro estuvo ausente de las galería locales por casi 16 años.
Tal fue su alegría que la muestra se inauguró con una fiesta poco convencional. Una china morena transformista y la figura del ángel de la diablada bailaban y recorrían la galería y de esta forma su presencia le daba al evento un toque de carnaval. A la china morena y al ángel se sumó un dj que mezclaba sonidos de jazz, entre otros géneros, que acompañaron la velada.
La muestra, conformada por 60 piezas, se integra de obras gráficas en agua fuerte, agua tinta, punta seca, serigrafías y litografías, además de óleos sobre oro, o sobre vidrio, sobre lámina, sobre lienzo y una escultura de bronce con baño de plata, perlas y granates; además de su arte objeto en el que plasma una matraca trabajada con hoja de oro con bolivianitas y perlas.
"Esta muestra se concibió en equipo. Cada pieza lleva consigo el trabajo de grabadores, doradores y joyeros mexicanos con los que coordino habitualmente”, dice.
Se trata de una muestra que evoca la fiesta del Carnaval de Oruro. "Tomé la idea del Carnaval y mi hilo conductor son las matracas”, explica el pintor, quien para esta colección plasmó gran variedad de temas. "Toco el paisajismo, los bodegones, la naturaleza muerta, los objetos y un poco de abstracción”.
Un pintor incansable
A diferencia de otros pintores, Bayro considera que la pintura aún permite diversas posibilidades.
"Se cree desde los años 60 que en pintura se ha hecho todo. Pero curiosamente la gente está volviendo nuevamente la figuración, a la pintura de caballete. Soy un trasnochado optimista. Creo que la pintura aún no ha muerto. Tal vez técnicamente, pero sigue siendo un medio para contar cosas de nuestro tiempo”.
Bayro, cochabambino de nacimiento, pinta y dibuja hace casi cinco décadas. De niño, me la pasaba dibujando a tal punto que mis amigos me pedían que les haga las laminas del colegio.
Me pasaba todo el fin de semana dibujando y, claro, por cada lámina les cobraba”, ríe. Fue casi al final de su etapa escolar cuando la idea de ser pintor echó raíces. Entonces, su familia le dio todo el apoyo, aunque, como sucede siempre, sus padres le decían que únicamente de pintor se moriría de hambre. Por ello estudió arquitectura.
"No soy del todo pintor. Mentalmente soy arquitecto. Tengo otra manera de pensar, otra estructura. Manejo mi estudio como un despacho arquitectónico”, explica. Esa estrategia le ha funcionado. "Es casi como una empresa porque a parte de la pintura, la gráfica y los bronces hago calcetines con la marca Bayro. Ya he hecho de mi nombre una marca en México. Tengo un carácter un poco empresarial pero eso es producto del siglo en que vivimos. Los pintores también podemos ser empresarios y ya no damos esa imagen del pintor que vive pobre”, señala orgulloso.
Esta forma de encarar su trabajo le permite hoy desplazarse por diversos lugares y fue lo que le dio la posibilidad de traer una exposición de 60 piezas a Bolivia, "que no es muy sencillo, ni barato”.
A estas alturas de su carrera, Bayro no sabe si es el mejor pintor, eso se lo deja al tiempo. Sin embargo, está feliz, pues además de tener una obra prolífica que hoy se exhibe en importantes galerías del mundo, tiene tres esculturas monumentales en la ciudad mexicana de Puebla, una de ellas bautizada como El hombre Azul, que recientemente cumplió 10 años. "Por esa década, la Lotería Nacional sacó 200 mil boletitos con la imagen de El hombre azul. Es lindo ser reconocido en vida y que lo valoren. Qué puedo decir”, concluye el artista.
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