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El libro “Crónica histórica del Teatro Achá - Cines y Teatros de Cochabamba”, es una obra que ilustra sobre la memoria urbana de la ciudad de Cochabamba de fines del siglo XIX, a través del Teatro Achá donde, a partir de su creación en 1864, sucedieron eventos relevantes y también rutinarios de la vida social y cultural de la comunidad cochabambina. Carlos Lavayen, el autor indica que “su peculiar edificación inscrita en el crucero del templo colonial de San Agustín, le asigna un significado especial como sitio patrimonial arquitectónico y cultural”.
Y no es para menos, ya que en el Teatro Achá, se han desarrollado las actividades artísticas y de entretenimiento más importantes en el ámbito local, como hasta ahora sucede.
En mayo de 1897, se proyectó por primera vez en el Teatro, mediante el denominado biógrafo, las primeras vistas cinematográficas; de este modo la sociedad se incorporó en la novedosa industria del cine que permitía el acceso al conocimiento de nuevas realidades, a través de imágenes en movimiento.
Lavayen indica que “la comunidad local encontró, desde inicios del siglo XX, un espacio de convergencia cultural donde se presentaron obras que ahora forman parte de la memoria histórica de la región”.
En el Teatro Achá, desfilaron personajes homenajeados por la ciudadanía y la historia como Adela Zamudio que en 1902 presentó su obra “El Castillo Negro”.
En las primeras décadas del siglo pasado, el Achá fue escenario de grandes figuras internacionales, como la registrada en 1918 con la visita de la famosa artista francesa, Suzanne Després y de grandes cantantes líricas y de zarzuela como Lola Maldonado, Adelina Agostinelli , Argelia Collantes y Silvia Coty.
La famosa Petit Imperio que fascinó en los escenarios europeos durante la década de los años 30, estuvo también en 1918 en nuestro teatro.
Sus tablas y bambalinas fueron testigos de eventos de carácter popular como fue la presentación y encuentro del conocido Gigante Camacho, “El cóndor del Tunari”, que por sus extraordinarias cualidades físicas se convirtió en una gran atracción en esa época.
Al respecto el autor de la obra menciona, “el carácter solemne del teatro como espacio protagónico de los principales actos públicos, convirtió a este escenario en un símbolo de la época”; al igual que los personajes del arte en esos tiempos, como Adela Zamudio que fue coronada en 1926 por su trabajo literario.
En el campo de la cinematografía, el Teatro Achá atestiguó el progreso de esta industria con la exhibición de películas, siguiendo el desarrollo desde el cine mudo y en blanco y negor, hasta las producciones sonoras y a color.
En la década de 1940, el Teatro Achá acogió a brillantes artistas que ahora cuentan con reconocida trayectoria, entre ellos Raúl Salmón y su compañía teatral, Celso Peñaranda, entre otros; músicos de la talla de Eduardo Caba , Alicia Flix de Taendler, Lucy Rivero, la poetisa Beatriz Hartman, y un conjunto de artistas populares como Raúl Show Moreno, Jaime del Río y otros.
También, se debe destacar la temprana participación que, desde las primeras décadas del siglo XX, tuvo la figura de don Teófilo Vargas, con cantatas y pastorelas del coro de la Catedral y renombrados melodramas como Aroma y Coronilla, que en el transcurrir de todos estos años, fue representada en numerosas ocasiones.
Otro hito importante que marca un capítulo en la historia del Teatro Achá, se produce a mediados de la década de los 60 con la creación del Instituto Boliviano de Arte (Ibart) entidad que agrupó a los artistas especialmente de teatro, organizó grupos y compañías que promovieron la escena teatral nacional.
“Con este contenido se pretende difundir el sentido de la importancia simbólica que el Teatro Achá tiene para la comunidad , por ser el repositorio de tantas páginas de la historia de nuestra ciudad” indica Carlos Lavayen, autor del libro.
Sobre el desarrollo de la obra, el autor menciona que “el objetivo inicial estuvo vinculado al emprendimiento que inicié como estudioso de la arquitectura colonial religiosa de nuestra ciudad, entre las que figuraba como tema importante la iglesia de San Agustín, lugar donde, posteriormente en la fase republicana, se instaló en Teatro Achá”.
Para este efecto, el autor revisó durante dos años, las fuentes primarias de los legajos coloniales del siglo XVI, que se encuentran preservados en el Archivo Histórico Municipal; “y para las fases posteriores acudí a las gacetas municipales y periódicos de la época, que rutinariamente publicaban noticias vinculas con las actividades del denominado Teatro Municipal”, aclaró Lavayen.
Allí, instaladas en el Teatro Achá, estaban gran parte de las manifestaciones culturales y populares de la historia urbana de la ciudad, con tantos matices que indudablemente permitían la lectura de la historia reflejando el proceso socio cultural urbano.
“Los teatro y cines de nuestra ciudad constituyeron desde su aparición en 1912, los escenarios que a diario registraron las manifestaciones de la ciudad; “asimismo los protagonistas, todos, desde el más celebrado hasta el más novel actor, han dejado su impronta en estos escenarios como una huella imborrable en la historia de la ciudad, legado que debe ser conservado como un componente irremplazable de nuestra memoria histórica cultural e intangible, y como patrimonio inmobiliario arquitectónico y urbanístico de la ciudad”, concluye el autor.
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