No existe una receta universal para editar una imagen, sino que todo dependerá del ojo que la mire. Partiendo de esa base, debemos tener en cuenta que el factor subjetivo marcará enormemente los resultados del revelado sobre una instantánea.
Aun así, creo que existen algunas fotos cuyos resultados se ven potenciados si utilizamos uno o varios estilos determinados.
En función de la toma captada, las figuras, la luz o el objeto que representamos, un revelado específico puede ser más o menos idóneo.
Asimismo, para la fotografía en blanco y negro también existen algunas instantáneas que propician ese tipo de revelado. No se marcan unos patrones que automáticamente deban incitar a la edición de una imagen con colores monocromos. Pero es innegable que algunas tomas sí que adquieren un gran valor artístico al utilizar el blanco y negro sobre ellas. Veamos entonces cuales podrían ser algunos de esos factores.
Contraste
La diferencia entre el punto más luminoso de nuestra escena y el más oscuro es así más visible, aumentando aún más el contraste de luces en la imagen. Se trata de una forma de enfatizar aún más lo que vemos en el cuadro, reiterando por segunda vez al espectador que se encuentra ante una imagen que enfrenta las luces y las sombras.
Imagina un piano o un tablero de ajedrez, donde al utilizar el blanco y negro provocamos que sean aún más uniformes, eliminando cualquier rastro de color que pueda existir en la fotografía.
Textura
Grietas, arrugas o nubes, son sólo algunos de los elementos que encuentran su máxima expresión en el blanco y negro.
Las texturas de los objetos que capturamos se resaltan, ya que podemos ver de una forma más clara las diferencias entre los surcos creados en la superficie.
Si generalizamos, el monócromo se ha utilizado sobre todo en retratos personas con muchas arrugas, en escenarios donde la tierra se encuentra muy marcada, o incluso para acrecentar la piel de determinados animales.
Edición
Aunque parezca algo contradictorio, en ocasiones utilizar colores monócromos pueden ayudarnos a editar nuestra imagen de una forma más eficiente. De esta manera, podemos controlar de forma independiente los colores que se muestran, aumentando o disminuyendo su intensidad, algo que se traduce como más o menos luz en la instantánea.
Si tuviésemos una fotografía en color, esos colores se verían alterados, por lo que modificarían el contenido mostrado en la toma y daría lugar a una imagen demasiado artificial. Sin embargo, con el blanco y negro lo que realmente modificamos es la luz, por lo que únicamente estaremos modificando la exposición por zonas, dependiendo del color que se desee potenciar o disminuir.
Hacerlo es fácil. Programas como Lightroom disponen de un menú de revelado que nos permiten modificar una gran variedad de tonos, algo que finalmente nos ayudará a configurar la imagen que deseemos.
Contexto
Este punto es algo más personal, puesto que se trata de valorar qué nos transmite aquello que hemos capturado. Para muchos, una mirada o una determinada luz, puede inspirar un revelado con estas características.
No se trata de ofrecer gratuitamente dramatismo a nuestra imagen, sino de adaptar ésta a los sentimientos que se quieren transmitir con ella. Tampoco se trata de pensar muy detenidamente todos los elementos que conforman la toma para finalmente ponerla en blanco y negro, sino de dejarnos llevar por nuestros impulsos, configurando con la edición el mejor modo del que supuestamente podemos contemplar esa fotografía.
Series
Las series se basan en repetir objetos que conforman en el interior de nuestro cuadro, causando así homogeneidad en la escena. Por ello, precisamente el blanco y negro potencia aún más ese equilibrio, ya que aumenta la similitud de lo que nos encontramos representando. Por lo tanto, ya no solo se repiten los objetos mostrados en la foto, sino también las tonalidades que la conforman. De este modo, las secuencias fotográficas son más estéticas y aumentan la sensación de armonía, así como una apariencia más uniforme.
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