Nació en La Paz en 1908. Falleció en 1995
Sus esculturas han logrado inmortalizar el movimiento -lo que fascinaba a Leonardo Da Vinci o a Miguel Ángel-, pero sobre todo el espíritu aymara y andino.
¿O no es eso lo que se siente al seguir con los ojos las fugaces líneas de los cuerpos femeninos que esculpió en granito negro, alabastro, basalto, ónix blanco o en los diferentes tipos de maderas que eligió para plasmar su obra?
Las mujeres que ha creado Marina Núñez del Prado han inspirado desde versos de poetas hasta elogiosas opiniones de severos críticos de arte.
Por ejemplo, el poeta español Rafael Alberti ha ha escrito en homenaje a la gran artista, como se lee en una reseña del Diccionario cultural boliviano de Elías Blanco Mamani: "¡Oh mano blanda y dura, / jazmín y garra, delicada mano; / india mansa o quién sabe si feroz criatura, / posible emperatriz de mi oriente lejano, / saludo tu escultura, / grande y tan alta como tu Altiplano!”.
"El lugar que ocupa hoy Marina Núñez del Prado en el arte del mundo se explica no sólo por el genio creativo, sino también por la fuerza y empuje constante que ha animado su tarea creativa. Aun ahora la artista boliviana, no obstante su rica trayectoria, sigue trabajando incansablemente, explorando nuevos caminos”, dijo el crítico Guillermo Niño de Guzmán sobre su serie Mujeres al Viento en 1955.
El viento del altiplano o las manos de la escultora, que descubrieron las líneas secretas, sensuales, llenas de vida, de la inerte piedra.
Son conocidas las expresiones de admiración de Picasso o de Gabriela Mistral sobre la obra escultórica de la creativa artista, que siempre encontró inspiración en las montañas andinas.
"Mi vida es mi obra: siento la inmensa dicha de haber nacido bajo la tutela de los Andes que son la expresión de la fuerza y el milagro cósmico; así, mi obra expresa el espíritu de mi tierra andina y el espíritu de mi gente aymara”, decía ella.
En 1952, Gabriela Mistral se refería a ella en el periódico La Nación de Buenos Aires: "Marina es ya el caso de un maestro (...) Para la boliviana genial, la gracia se ha apresurado, pues su obra lanzada es ya ancha (...) la patria suya rebasa a Bolivia: ella comprende toda su América india y mestiza. La fiesta es por lo tanto para todos nosotros”.
Marina expuso en numerosos países de la región -Uruguay, Argentina o Perú, entre otros-, así como en EEUU y Europa. Pero no sólo se impuso a la dureza de la roca, sino también a la de las condiciones sociales imperantes en su época, pues la que llegaría a ser la más grande artista plástica boliviana estudió en la Academia de Artes Hernando Siles de La Paz, entre 1927 y 1929, de la cual posteriormente -entre 1930 y 1938- fue la primera docente mujer.
Cuenta con una obra innovadora que revela la búsqueda estética de un camino propio y singular de expresión.
Aunque los últimos años de su vida residió en Lima, legó al país la casa en que viviera con sus padres en La Paz, en la cual se ha reunido más de un millar de sus originales y bellas creaciones para que sean admiradas por las futuras generaciones de bolivianos.
Marco Zelaya, periodista
Gabriela Mistral Poeta
"Es el caso de la vocación absoluta, del creador nato, añadiendo a esto la más rigurosa conciencia artesana. Sin alarde, en el silencio ardiente que llaman inspiración, echando miradas rápidas hacia el modelo, Marina cumple su comisión natural y sobrenatural de doblar un rostro, un torso o un cuerpo entero. Como en los mitos, ella nació para el menester de leer lo evidente al vuelo y de rastrear lo escondido, sacándolo a la luz y labrada toda ella. (La Nación de Buenos Aires, octubre de 1952).
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