Viajero solitario le decía la poeta Adela Zamudio a su sobrino Rodolfo Torrico Zamudio. Y los vecinos de su natal Cochabamba, en las primeras décadas del siglo XX, Turista lo nombraban al pasar, cuando recorría incansable la ciudad y sus alrededores morigerando su soledad con la compañía de su perro y de una inseparable cámara fotográfica. En esos inagotables recorridos, Torrico Zamudio afinó sus grandes dotes para fijar imágenes y su talento no solo de acucioso documentalista gráfico sino también de refinado artista.
Cuatro libros hasta hoy —todos editados por la Fundación Cultural Torrico Zamudio— dan cuenta de la prolífica labor de este fotógrafo nacido en 1890 y muerto en 1955, dos dedicados a Cochabamba, uno al Oriente del país (Santa Cruz, Beni, Pando) y otro a la ciudad de Sucre. A ellos se suma ahora La Paz memoria fotográfica 1915-1940, un volumen que reúne más de un centenar de imágenes de la ciudad y sus habitantes, de su vida cotidiana, de sus fastos cívicos y sus afanes modernizadores. El libro será presentado el lunes 16 de junio a las 19.30 en el restaurante Vienna (c. Federico Zuazo 905).
La colección de fotos de La Paz de Torrico Zamudio está antecedida por un texto introductorio del arquitecto urbanista Jorge Valenzuela Valenzuela. “Innegablemente —anota Valenzuela—, Rodolfo Torrico Zamudio tenía ‘ojo de artista’, su selección de edificios y lugares de La Paz para sus fotografías no solamente muestra una percepción artística del paisaje sino, también, una capacidad enorme para percibir los valores estéticos y los detalles de lo que fotografió y reflejarlos en las imágenes que captó”.
“Su obra muestra —continúa el urbanista— fotografías de hermosos edificios coloniales, republicanos neoclásicos, academicistas, ‘art decó’ y otros del entonces naciente racionalismo, fotografiados con la intención clara de mostrar lo mejor de sus características; de haber existido una publicación especializada en arquitectura en ese momento, Torrico habría sido el fotógrafo oficial para contento de maestros, como los arquitectos Emilio Villanueva, Luis Iturralde Levy, Alfredo Sáenz García y otros”.
En la selección de fotografías que integran el volumen hay un notable equilibrio entre las imágenes de edificios públicos y de viviendas particulares. Entre las últimas, las levantadas en Sopocachi, la zona residencial por excelencia en los años que abarca la colección, ocupan un lugar destacado y se distinguen por su variedad de estilos copiados de Europa. Es notable también la serie de fotografías nocturnas que retratan a los edificios públicos y algunas calles del centro de la ciudad con juegos de luces con motivo de las celebraciones del primer centenario de la República en 1925.
Y el Centenario también está documentado en los grandes desfiles militares preparados por Hans Kundt —contratado para modernizar el ejército— y presididos por el presidente de entonces Bautista Saavedra.
En los archivos que conserva la Fundación Torrico Zamudio en Cochabamba hay material para varios libros más, informa José Torrico, uno de los promotores de la divulgación de la obra del fotógrafo cochabambino. Torrico Zamudio no solo recorrió ampliamente Bolivia, sino también otros países como Perú y Ecuador, en los que también desplegó sus capacidades de paisajista y documentalista.
Mención aparte merecen sus fotografías de la Guerra del Chaco, a la que asistió como combatiente pero también con el expreso propósito de documentar el suceso bélico.”Su publicación —dice José Torrico— demandará mucho cuidado y un estudio histórico”. Retrato. Torrico Zamudio que retrató a tanta gente, afortunadamente tiene también su retratista verbal. En una nota anónima en la última página del libro se puede leer lo siguiente:
“Caminante, viajero y fotógrafo, tres calificativos, que en el caso de Torrico Zamudio es uno solo. No se puede entender la obra de este artista sin referirse a las tres vocaciones que lo hicieron grande. Allá en los inicios del siglo XX, un joven inquieto recorría los alrededores de su ciudad natal: Cochabamba, cargando una máquina fotográfica y acompañado de un perro fiel: descubría paisajes, inmortalizándolos. Pero ese espacio era estrecho para él: subió montañas, bajó a los llanos. Persiguió ríos como sueños y alcanzó cumbres como anhelos. Y cada día nuevos horizontes eran captados por él, en su agitado peregrinaje. Pocos paisajes de nuestra amplia y única geografía escaparon al personal lente de Torrico Zamudio. Tampoco relegó agentes, personajes o eventos. Captó las ciudades bolivianas cuando los aires de la Modernidad las estremecían: ferrocarriles que vencían montañas, aviones que rascaban el cielo, electricidad iluminando ciudades y moviendo tranvías; automóviles que llenaban calles y espantaban caballos.”
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