Hay dos modos de enfrentarse a los Rostros andinos de Gabriel Barceló. En la pequeña pero muy elocuente exposición que se presenta hasta el 30 de mayo en la galería Arte Espacio CAF (avenida Arce 2915, San Jorge). O en el libro, también titulado Rostros andinos, publicado por la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.
En el primer caso, el gran formato y la impecable impresión de las fotografías colgadas de las paredes provocan en el espectador una sensación de presencia insustituible. En el segundo caso —el libro, que tiene más imágenes que la exposición—, el ‘lector’ puede ir y venir a través de una galería portátil capaz de armar y rearmar múltiples recorridos enriquecidos por breves textos escritos por otros artistas visuales como la boliviana Cecilia Lampo o la española Isabel Muñoz, o pintores como Dino Valls o compositores como Cergio Prudencio.
En ambos casos la realidad es una sola: los retratos de hombres y mujeres de los pueblos aymara, quichua y uru que el fotógrafo español Gabriel Barceló registró en sus viajes durante cuatro años. Pero esa realidad única —y esto es lo que en realidad interesa— es capaz de provocar miradas —o ‘lecturas— distintas. De esas posibilidades se habla, quizás, cuando se habla de una obra artística.
Barceló es consciente de que las dimensiones de su proyecto son potencialmente múltiples. Por ello, cuando se refiere a las intenciones y significados de Rostros andinos echa mano a una imagen: es un proyecto que tiene muchas capas, como las capas de una cebolla. RETRATO. Una capa, la más evidente, es la del retrato fotográfico. Sus fotografías son, ya se dijo, retratos de los rostros de personas de tres pueblos indígenas del altiplano. “Pero lo que sobre todo he intentado —dice Barceló— es reflejar esos rostros como rostros de la dignidad, de la dignidad que portan como personas, sean indígenas o no. Por eso son retratos que están descontextualizados. Al prescindir del entorno podía incidir mucho más en la persona y evitar ‘folklorizar’ la imagen. Quería generar fotografías de personas de pueblos indígenas, pero vinculadas al arte contemporáneo”.
Otra capa de esta cebolla parecería ser la imagen inversa del retrato individualizado: los retratos enmascarados. En un nivel, el más inmediato, son registros fotográficos de danzas autóctonas, en algunos casos muy poco conocidas, que se bailan precisamente usando máscaras. Pero para Barceló, esos rostros tapados, al perder su individualidad, van más allá. Son —dice— como “el global de toda la comunidad”. Aquí podría aplicarse esa idea que señala que la máscara no solo encubre, sino también descubre.
Otra capa podría llamarse “la mirada”. Y es, quizás, la capa que está en el corazón de estos Rostros andinos. “Por un lado —dice el fotógrafo— estos rostros andinos están vinculados a una región y a un territorio precisos, pero también voy a intentar reflejar en esos rostros un lenguaje universal. El lenguaje universal de la mirada, el lenguaje del rostro de los seres humanos. Y ese es un lenguaje que va más allá de lo local. Me gustaría que personas de culturas muy diferentes logren algún tipo de vínculo a través del lenguaje de las miradas”.
A propósito, Cergio Prudencio escribe lo siguiente en uno de los textos introductorios del libro: “Gabriel Barceló mira con inquietud a los seres de este mundo nuevo (para él). Los mira, y —más importante aún— logra que ellos lo miren reconociéndose a su vez en quien los mira. Se miran entonces, y en esa vital indagación mutua estallan imágenes asombrosas”. PROCESO. En otra capa está el proceso de realización de las fotografías. “Yo no quiero esconder nada”, dice Barceló. Así, la exposición está acompañada de un video que, de alguna manera, le devuelve el contexto a los retratos. Es un intento —confiesa el artista— de reflejar el concepto tiempo. “Las fotos tienen una cierta atemporalidad, por eso mismo es importante que las personas vean que detrás hay un proceso”. Es el video de los viajes, de los paisajes, de los pueblos, de las fiestas y de los kilómetros recorridos para llegar a ellas. “Un 80 por ciento del tiempo empleado en el proyecto son los viajes”, dice el fotógrafo. Y, con una intención similar, en el libro se reproducen los bocetos preparatorios de las fotografías, los estudios de encuadre o de composición.
“La fotografía es el punto medio entre la realidad y la memoria”, dice una reflexión de Barceló que a manera de un apunte personal figura en la exposición y el libro.
“Es una frase vinculada a mi manera de entender lo que es la imagen fija —explica—. Muchas veces, cuando uno proyecta tomar una fotografía, por ejemplo un retrato, primero se crea esa imagen en la memoria. La memoria crea una imagen interna, una imagen de lo que uno quiere fotografiar. Luego, cuando te enfrentas con la realidad, encuentras que no es exactamente lo que tenías en tu memoria. Y la confrontación entre tu memoria y la realidad genera una imagen que está al mismo tiempo en los dos lados. Ese es el punto medio”.
Las capas de Rostros andinos pueden multiplicarse. Pero para Barceló hay una que quiere dejar explícitamente dicha: “Llevo seis años en Bolivia. Durante todo este tiempo me he sentido muy a gusto, me he sentido acogido. Esta exposición y este libro son una forma de agradecimiento al pueblo boliviano”.
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