El lector puede imaginar una línea continua que parte de las puertas del Museo Nacional de Arte, en una esquina de la plaza Murillo, que sigue los muros, atraviesa las calles, sube, baja, cruza, continúa en las paredes de la ciudad y, finalmente, se pierde en un callejón de la zona Norte. El lector debe imaginar esa línea dibujada porque no existe ni existió. Pero sin existir ganó el primer premio del Concurso de Arte Joven ExpresARTe 2013-2014, organizado por el Centro Cultural de España en La Paz, el Museo Nacional de Arte y la Fundación Cinenómada para las Artes.
La autora de la obra, titulada Dibujo libre, es la artista Nayra Corzón. El espectador curioso que se acerque a las salas temporales del Museo Nacional de Arte podrá verla junto a las otras obras seleccionadas y premiadas en el certamen. (Otra parte de la exposición está instalada en el Centro Cultural de España en La Paz de la avenida Camacho.) Lo que el espectador verá, en realidad, es una pantalla en la que se ve a la artista dibujando una línea en las paredes de la ciudad. Junto a la pantalla, además, verá las 60 cartas que Corzón envió a instituciones y particulares pidiendo permiso para trazar temporalmente las paredes de sus inmuebles la línea con el compromiso de borrarla luego. El 97% de las solicitudes fueron negadas.
“Mi proyecto —cuenta Corzón— nació a partir de una reflexión sobre el dibujo. ¿Qué es el dibujo? ¿Qué significa dibujar? El dibujo tiene que ver con muchas cosas, tiene que ver con el pulso de un individuo, con el conocimiento de un espacio y, básicamente, tiene que ver con la línea”.
La versión 2013-2014 de Concurso de Arte Joven estuvo orientada exclusivamente a las disciplinas del dibujo y el tejido. Todas las obras presentadas estaban relacionadas, aunque de maneras muy diversas y no convencionales, con estas especialidades.
En ese marco, continúa la artista, “mi proyecto consistía en dibujar una línea que parta del Museo Nacional de Arte y se pierda en un callejón de la calle Calama, cuesta arriba, hacia el horizonte o lo que se supone es el horizonte de la ciudad”.
Pero, como ya se apuntó, la mayoría de los dueños de las casas por las que debía pasar la línea, le negaron el permiso. La solución para la artista vino de la mano de la ficción. “Tomé varias fotos de mí en las calles —cuenta— y las intervine con Photoshop. El resultado es que parece que realmente estoy dibujando la línea, que estoy realizando mi proyecto”.
Joaquín Sánchez, artista, curador de la exposición y miembro del jurado del certamen dice que a éste el proyecto de Nayra Corzón le pareció interesante porque mezcla las ideas de realidad y ficción. “La artista, a través de la ficción, ha hecho posible que esa línea, que ese dibujo que ella deseaba realizar realmente exista. Nayra, además, juega en su obra con todo la gestión burocrática que tuvo que efectuar, con el peso social que tiene el que una artista se involucre con la gente para hablar de arte, para explicar su proyecto, para pedir permiso. Esa línea permite hablar de todo ese tejido social. Esta obra, además, nos pone en una posición de duda sobre que lo que vemos, nos pone en la incertidumbre de si lo que vemos es real o no”.
Queda claro, entonces, que en el trabajo de Nayra Corzón, como en gran parte del arte contemporáneo, lo que interesa no es tanto el producto —la obra como una materialidad sensible— sino el proceso de elaboración de esa obra o proyecto.
“El proceso me parece importante —dice ella— porque es una forma de conocimiento distinto al conocimiento de la ciencia. Ese proceso plantea retos, es un experimento. En este caso, me interesaba ver cómo reacciona una comunidad frente a una idea de arte, como es dibujar una línea que pase por sus casas.
Me interesaba también la idea de espacio público, hasta qué punto realmente nos pertenece ese espacio. Muchas de las negativas a mi solicitud ponían como argumento que eran casas patrimoniales, y por lo tanto tiene valor histórico. Por ello también me interesaba pensar en esos lugares que se consideran sagrados e intocables”.
Y ese proceso la llevó, finalmente, a un descubrimiento: el poder de la ficción. “Lo más interesante para mí en este proyecto fue descubrir cómo la mente humana cree en lo que ve, sea real o no. Lo que yo hice es un simulacro, pero para mucha gente resulta real. En este proceso hay un cuestionamiento sobre lo que es real o lo que creemos que es real”.
La idea de ficción está, entonces, en el centro de esta obra de Nayra Corzón. Es el dispositivo artístico que le dio una salida a su trabajo. No en vano la joven artista se confiesa una lectora de Jorge Luis Borges, de Macedonio Fernández y del Quijote.
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