Desde su primera intervención en un muro del barrio de Sopocachi (La Paz) hasta ahora ha realizado innumerables obras, tanto dentro de Bolivia como fuera. "Para mi querida La Paz tengo preparado un gran regalo como proyecto que realizaré en breve: intervenir en edificios, que hasta ahora no se ha hecho nada”, anuncia la artista.
En la ciudad paceña el muro más grande que ha podido pintar, hasta ahora, se encuentra en Auquisamaña. Consiste en una intervención comunitaria en la que participaron más de 15 personas. Leaf recuerda que "todos los domingos íbamos con todo lo necesario para pasar el día mientras pintábamos, tardamos ocho fines de semana”.
Aclara que la intención de este tipo de arte en la calle "siempre es colectiva para que la gente pierda el miedo de formar parte de algo”.
Por otra parte, los artistas que se dedican a esta actividad se exponen a "las leyes de la calle: tú entregas la obra, pero si a la gente no le gusta lo pueden intervenir, sobre todo los taggeros, si creen que pueden hacer algo mejor”, comenta. Hasta ahora a Leaf no le ha ocurrido algo así porque sostiene que "cuenta con respeto a su trabajo”.
El tagg, el grafiti y el arte urbano se diferencian, aunque forman parte de un proceso que les une. En el proceso de creación se comienza con el primero, para continuar con el segundo y finalmente el arte urbano es una fusión de técnicas. "El grafiti es más puritano, del que también surgen otras corrientes como el empapelado, que es el arte con papeles”, explica Leaf.
Estas expresiones artísticas surgen en las calles y necesariamente no están relacionadas con el mundo académico, a pesar de que sí hay vínculos importantes. Según cuenta la artista urbana a Página Siete, "hay muchas personas que son autodidactas y han llegado a grandes grafiteros, porque lo importante es el empeño y dedicación diaria”.
De su trabajo destaca "lo lindo de desarrollar la pintura sin límites y poder jugar con eso”. Su principal tema de inspiración es la naturaleza y la ciencia. Dice que le hubiera gustado estudiar biología.
Como artista, su lucha consiste en que "la gente valore y pague por mi trabajo, porque no se trata de hacer arte gratuito”. Una vez que aprecian sus obras en la calle, recibe solicitudes para trabajos personales en casas y propiedades. "Aunque es una actividad ilegal, la gente ofrece sus espacios”, destaca Leaf.
Uno de los objetivos fundamentales que persigue la artista con su actividad es "la transformación social, muy vinculado con temas de género”. En este sentido, participó recientemente, como representante boliviana, en la sexta edición del festival feminista Nosotras Estamos en la Calle, en Lima, Perú.
En este marco tuvo la oportunidad de intervenir en los barrios más marginales de la ciudad peruana: "Para mí fue un choque muy fuerte ver las diferencias y contrastes sociales”.
Considera que el trabajo en cuanto al empoderamiento femenino en Bolivia "es arduo, pero a través del amor, la educación y el respeto se pueden lograr muchos avances”. En un festival de mujeres en Copenhague realizó una pintura dedicada al aborto. Su lema fue que "el aborto también es un acto de amor”.
Argumenta que "todas las mujeres que han pasado por eso saben que es igual de fuerte la decisión de abortar que la de tener al hijo, más allá de reglas”.
No hay muchas mujeres que se dediquen al arte urbano
Knorke Leaf estudió Artes en La Paz. Desde que comenzó a salir a las calles para desarrollar el arte urbano, según cuenta, en la mayoría de los casos "he actuado casi en solitario”.
Aunque este año se complace en señalar que ha encontrado un grupo de artistas "con los que puedo salir”.
En general, la artista explica que "hay pocas mujeres que se dedican al arte urbano”. En este aspecto reconoce que "falta constancia”. Considera importante la intervención en las calles, sobre todo para hacer hincapié en temas de educación y transformación social.
Confiesa que comenzó en el arte urbano por causalidad: "Siempre me atrajo lo grande y vistoso”. Un buen día, una amiga la llamó para solicitarle contactos de la organización de la Noche de los Museos de La Paz. Fue entonces cuando le propusieron pintar un muro en Sopocachi para esa actividad.
"Empezamos a las siete de la mañana y de repente salieron algunos vecinos muy enojados que nos gritaban por lo que hacíamos e incluso una vendedora caserita no quiso vendernos nada de su quiosco”, rememora la artista.
Pero a medida que avanzaron con la pintura, la gente comenzó a valorar su trabajo y "nos decía lo bonito que era”.
En esta ocasión pintó un quirquincho, animal muy típico de la región altiplánica que está en peligro de extinción, por lo que la pintura fue una manera de fomentar el cuidado de este animal.
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