En el acto estarán presentes los familiares del muralista y se hará la entrega de material impreso y de promoción como calendarios, catálogos y poleras.
LA ALCALDÍA
Además, por su parte, el alcalde Luis Revilla develará una columna simbólica en el Museo de la Revolución Nacional.
Tiempo atrás autoridades del municipio anunciaron la intención de trasladar sus restos del Cementerio General al Museo de la Revolución; con este fin se elaboró una Ordenanza Municipal que fue promulgada por el Alcalde, propósito que, sin embargo, fue postergado debido al proyecto que tiene la familia de conformar una fundación y un museo que conserven la amplia producción plástica del pintor y muralista, tal como habría expresado antes de su muerte, según Sergio Alandia Viscarra, hijo mayor del artista nacido en Llallagua (Potosí).
“Creo que el mejor homenaje a su compromiso social, trabajo y entrega al arte boliviano es la construcción de un museo y la creación de una Fundación cuya tarea sería la recuperación de las obras de mi padre para que queden como testimonio de un período de lucha en los anales de la historia boliviana”, señaló.
El muralista Alandia Pantoja, en 1971 aseveró que “la pintura mural es la pintura del porvenir, no sólo por ser monumental y expresar las esperanzas de las grandes y anchas masas, sino también porque la transformación de la sociedad impone que el manifestarse de forma monumental, la plástica exprese el sentimiento democrático y humano de la sociedad en su conjunto, es decir, que la pintura mural debe sustituir en el futuro a los pequeños museos en que hoy se conservan las obras maestras del pasado”. Alandia se había autocalificado de un muralista autodidacta, haciendo revolución pintando: “Pinté casi desde niño. Deliberadamente no fui a ninguna escuela de arte porque su asistencia distorsiona el espíritu creador”.
LA OBRA DEL PINTOR
En el contexto de la Guerra del Chaco y la Revolución de 1952, Alandia Pantoja ingresó al movimiento del muralismo boliviano. Su propuesta artística estuvo centrada en temas vinculados a la población, el paisaje, el trabajo y las luchas sociales. Los murales de Alandia pretendieron oficializar su identidad política impulsando la pintura de muros y frescos en diversos espacios públicos, universidades, sindicatos y oficinas públicas, entre ellos el Palacio de Gobierno, la Asamblea Plurinacional, la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia, el Museo de la Revolución Nacional y el Rectorado de la Universidad Nacional de Ingeniería en el Perú.
En las décadas del 60 y 70, Bolivia viviría una de las épocas oscuras de su historia: las dictaduras militares. Sinónimo de estas acciones serían: la persecución, el crimen y la represión. Por lo tanto, Pantoja y sus murales no fueron inmunes a la violencia política del momento, siendo destruidos sus murales: “Huelga y Masacre”, “Historia del Parlamento” por citar algunos. Pantoja, siendo uno de los más importantes artistas plásticos y revolucionario, salió exiliado del país con destino a Ecuador, de donde pasó a Chile y el Perú. Esta coyuntura hizo que Alandia Pantoja nunca recibiera homenajes y reconocimientos como uno de los muralistas más prolíficos del país, razones que impulsaron a autoridades a recordar la fecha.
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