La medianoche entre el 31 de enero y el 1 de febrero, los residentes chinos en Bolivia y sus familias recibieron el Año Nuevo Chino, una celebración típica de los países del este asiático con la que arranca el Año Lunar, en el que los meses son marcados de acuerdo a los movimientos del satélite natural —y no en función a la rotación del sol como ocurre en occidente—, el ciclo iniciado se completará el 18 de febrero de 2015.
Según el horóscopo chino, que consta de 12 animales, 2014 es el año del Caballo de Madera, criatura que en ese país significa suerte, explica el profesor de artes marciales Huang You de 50 años, quien vive en Bolivia desde 1993. “La llegada del caballo significa que las cosas se van a solucionar a tiempo, es un animal enérgico que corre rápido por lo que tu suerte, tu pareja y tu bienestar llegarán rápido este año”. “Mientras —agrega—, la madera representa los primeros brotes de la primavera, por lo que esta cualidad de nacer y crecer también se expresará en quienes vieron la luz en este año.
La Embajada de China en La Paz realiza un almuerzo el último día antes del nuevo año, no es un evento abierto porque desean conservar el ambiente familiar entre la comunidad china que es reducida en la sede de gobierno, pero mantiene vivas las tradiciones de su cultura milenaria. Al margen de la representación diplomática y para preservar las festividades típicas, los ciudadanos provenientes del país asiático se juntan cada año en sus hogares para celebrar en conjunto esta tradición.
El Año Nuevo Chino comienza poco antes de la medianoche, cuando los parientes se reúnen para compartir una cena con comida típica de su país.
Preparan nueve platos de carnes y verduras y uno o hasta tres de sopa, las meriendas deben contener pescado, res, cerdo, pollo y pato, dice el maestro Huang e indica que en su cultura hay que ser cuidadoso con los números.
“El número nueve significa ‘para siempre’, por eso se cocinan los nueve platos y representan que la familia estará unida siempre cada año.
Otro número bueno es el ocho porque propicia el crecimiento en el trabajo, pero el cuatro y siete son de mala suerte, el primero representa la muerte y el segundo la ruptura”, explica.
Un detalle interesante acerca de la comida, cuenta el experto en Kung Fu, es que en la sopa se colocan varias albóndigas de carne rebozadas en arroz y una de ellas contiene una moneda china en su interior. A quien le toque la misma tendrá mucho dinero durante los próximos doce meses.
“Al igual que el año nuevo occidental, esta festividad se debe celebrar con la pareja, familia o amigos, pero nunca solo, porque trae mala suerte sobre todo si es el año de tu signo chino”, explica Wanda Huang Calla de 18 años, hija del profesor Huang, nacida en Bolivia. “He visto en las plazas de Guanzhou y Beijing —en China— que convocan a los solteros y solteras un día antes del Año Nuevo para que encuentren pareja, hacen una fiesta con baile y si conoces a alguien allí, pues recibirás el nuevo año con esa persona, no necesitas conocerla de tiempo, igual trae buenos augurios, pero tienes que ser compatible porque hay animales del horóscopo que no lo son, por ejemplo tigre y dragón no se llevan bien”, cuenta la joven.
Agrega que si éste es tu año y estás sano no puedes entrar a un hospital ni siquiera para visitar a alguien, ya que según la tradición en el gigante asiático el ingreso a un centro médico en buenas condiciones de salud se traduce en un decaimiento de la misma.
En cuanto a la vestimenta, no se la debe lavar ese día ni tampoco usar ropa rota; sí se puede estrenar algo como se acostumbra a hacer para recibir el Año Nuevo en Bolivia con la idea de tener ropa nueva durante todo el año.
Terminada la cena, familiares y amigos intercambian entre sí sobres rojos que contienen dinero, esta acción se traduce en fortuna y prosperidad para el año que empieza y una vez más entra en juego el detalle de los números. “El dinero que des en el sobre tiene que tener la cifra nueve, nueve bolivianos, 90 o 99 centavos, etc., y para la gente que tiene su negocio le das el dinero con la cifra ocho”, afirma el maestro Huang.
El rojo no es un color que se use solamente para celebrar el Año Nuevo sino también se lo aplica para todos los objetos decorativos que se ven en las casas y negocios chinos —como lámparas, banderolas y emblemas que llevan los caracteres de la abundancia, la felicidad y la prosperidad—, para ellos ese color atrae fortuna y simboliza vitalidad, alegría, justicia y progreso.
Pero la fiesta no termina cuando el reloj marca las 12 de la noche y los fuegos artificiales llenan el cielo oscuro de colores fosforescentes, sino que a la mañana siguiente se realiza el acto más importante dentro del año nuevo chino: la Danza del León (Wu Shi) y la Danza del Dragón (Wu Long).
A partir de las seis de la mañana, y luego de haber rezado y saludado a su dios, comienzan a danzar. Al compás de bombos, congos y platillos acompañados del estruendo de petardos, que se usan para ahuyentar a los malos espíritus, el león chino hace su ingreso a las casas saludando tres veces con reverencias.
En cada hogar hay un sobre rojo especial colgado en la puerta con cierto monto de dinero en su interior y se lo hace caer para que, simbólicamente, el león lo coma junto con una lechuga verde y hojas de puerro, el significado de este rito es que “nunca terminarás de contar el dinero”, afirma Huang.
En la tradición china hay dos leones: el del norte y el del sur: el león del norte tiene la cabeza similar a la de un perro y posee dos colas, es más peludo y lleva un cascabel. El del sur tiene ojos de pescado, cuerpo de dragón y se requieren dos personas para hacerlo bailar durante las escenificaciones.
Ambos visten ropas coloridas para traer alegría y tienen el propósito de llamar el buen augurio y sacar las energías negativas de las casas. El rostro malévolo de esta criatura busca asustar a los malos espíritus y alejarlos para que no regresen nunca más. “Un mito dice que el dios Buda manda a sus mascotas más cercanas a la Tierra para cuidarnos y éstas son los leones, así como para nosotros el perro es nuestro amigo más fiel”, expresa Wanda.Según la leyenda, en tiempos antiguos, cada vez que llegaba el Año Nuevo, se escuchaba un tintineo desde los pastizales y cierto día un campesino logró ver al misterioso animal que lo producía, pero de inmediato se escondió. El león no fue visto nunca más, pero el sonido persistía. Mientras que se cree que el dragón salió de las cenizas de un volcán antiguo.
“El león representa fortaleza porque su boca y sus ojos son grandes y el dragón significa fuerza, inteligencia y poder porque es un animal que puede vivir en el cielo, la tierra y el mar por eso es más fuerte, además, se come las cosas sucias y malas, ambos nos dan protección”, comenta Huang.
La Danza del Dragón se interpreta para mantener a la familia más unida y para atraer salud. El dragón tiene el cuerpo de una serpiente, dos cuernos y se la baila entre ocho personas, el más pequeño, y hasta con 20, el más largo. “Cuando el dragón está en el piso no puedes pasar por encima de él porque es de mala suerte, ya que a esa criatura que era buena la conviertes en mala”, expresa la joven estudiante de artes marciales chinas. Esta danza —que no sólo se baila en el Año Nuevo Chino, sino también en la inauguración de algún negocio para llamar la buena fortuna— es la más difícil, puesto que debe imitar el movimiento de una serpiente al reptar usando saltos y movimientos coordinados de izquierda a derecha.
Durante el primer día del nuevo año no deben cumplir ciertos ritos: está prohibido pronunciar malas palabras, todos se comportan de manera educada, se saludan y deben estar felices; cuando uno se encuentra con alguien en la calle debe responder al saludo porque de lo contrario se cree que el mal está dentro de uno, afirma el maestro. Huang llegó a Bolivia invitado por la Embajada de China para expandir la cultura de las artes marciales y con ello trajo también la representación de ambas danzas. Por problemas de visa no pudo regresar a su país y decidió quedarse en La Paz a enseñar a los bolivianos su cultura. “Antes yo era pobre, no tenía ni diez centavos, no hablaba español, no comía durante días y dormía en la plaza Villarroel, por eso agradezco a los bolivianos que aman las artes marciales porque ellos salvaron mi vida”, dice.
La curiosidad de un puñado de jóvenes por el Kung Fu y el Tai Chi le permitió ganar un poco de dinero y, poco a poco, el grupo fue creciendo hasta consolidar su trabajo.
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