Un arte antiguo. Según el profesor de la escuela Fundarte, Miguel Marín, esta danza tiene sus orígenes a finales del año 1.800 y la impulsora fue Isadora Duncan, que desde un principio buscó una danza que desligue las líneas estéticas y clásicas y con la ayuda de sus estudiantes crearon técnicas como la Graham y limón que actualmente siguen siendo utilizadas, contó Marín.
Esfuerzo interno y externo. Esta actividad tiene un trabajo intenso a nivel físico y mental explicó el especialista, ya que si bien se trabajan con diferentes técnicas, de igual manera se necesita una exploración para el cuerpo que involucra espacio y emociones. “Esta danza es una expresión libre, es el encuentro más íntimo para una persona que necesita de una preparación previa”, expresó.
Trabajo corporal. Además de ser una rutina expresiva, pone en práctica la potencia muscular, elasticidad, el sistema cardiovascular y al mismo tiempo trabaja la psique aportando un conocimiento más profundo, aseguró Marín. También aporta un crecimiento de la autoestima, un equilibrio entre el cuerpo y la mente, que da como resultado la agilidad de una memoria rápida y activa.
Rutina expresiva. Entre los movimiento que se realizan se encuentran la contracción, relajación, posiciones cerradas y abiertas, giros, saltos y equilibrios, en especial las entradas en el piso que ayudan a trabajar el centro de gravedad de varias formas y la tonicidad muscular, explicó el profesor. Asimismo, las partes que más trabajan son todas las cadenas musculares, piernas, brazos y abdominales.
Para grandes y pequeños. Para practicar esta rutina no existe límite de edad aseguró Marín, pues no solo es una herramienta técnica que desarrolla las destrezas físicas, sino que es una exploración del cuerpo que busca propuestas innovadoras para el bienestar físico.
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