En mayo, los habitantes de El Alto (La Paz, Bolivia) tuvieron un variado espectáculo artístico sin salir de sus casas: más de 1.600 activistas culturales (actores, músicos, radialistas, artistas plásticos, bailarines, cineastas) bajaron en caravana hacia la Plaza San Francisco para realizar el primer Congreso de Cultura Viva Comunitaria donde confluyeron organizaciones populares de todo el continente para reclamar que los estados destinen el 0,1% de sus presupuestos nacionales a las experiencias culturales comunitarias.
Hace más de una década que estos colectivos de arte comunitario vienen trabajando para fortalecer y dar visibilidad a las más de 120.000 experiencias populares que existen en América Latina y el Caribe. Si bien estas prácticas movilizan a más de 200 millones de personas por año, lo hacen sin el reconocimiento económico de los estados. Para Eduardo Balán, coordinador del proyecto artístico comunicacional El Culebrón Timbal y de la red nacional Pueblo Hace Cultura, destinar ese 0,1% sería un modo concreto de construir un modelo de desarrollo que no se base en el extractivismo y la precarización laboral: “la Cultura Comunitaria también es desarrollo local respetuoso de nuestros bienes comunes y sería una manera muy práctica de generar alternativas comunitarias para los niños, los jóvenes y los adultos: cambiar el espacio público, las calles, las plazas y convertirlas en un escenario cotidiano de democracia participativa, es la clave de lo que llaman la lucha contra la inseguridad”. En la Argentina existen más de 15.000 experiencias que materializan en los hechos el concepto de que el arte es una herramienta para la transformación social.
Durante el Congreso no sólo hubo seminarios sino también intervenciones callejeras, festivales y asambleas. Si bien participaron representantes de Guatemala, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Cuba, Venezuela y Chile, la delegación argentina fue la más numerosa. También estuvieron legisladores y funcionarios de los países presentes en el encuentro que durante una semana debatió en La Paz, la necesidad de que los proyectos comunitarios en danza cuenten con el apoyo real de los gobiernos.
Además del aprendizaje de haber compartido las diferentes experiencias artísticas y organizativas, el encuentro dio como resultado la constitución de una mesa de funcionarios que tiene la responsabilidad de llevar adelante un parlamento continental y una red gubernamental para fomentar que en cada municipio, provincia y nación se analice y discuta la Ley de Cultura Viva Comunitaria. “En el Distrito de Rivadavia (provincia de Buenos Aires) la Cultura Viva Comunitaria es el fundamento del programa de la dirección de cultura”, dijo María Emilia de la Iglesia, actual directora de Cultura de su localidad. “Una de las acciones más fuertes, además de los carnavales participativos, es que en todos los barrios se valoren las expresiones culturales de la gente, se apoyan los grupos de murga, circo, artistas plásticos, cantantes, bailarines, artesanos, cocineros, narradores, para que puedan crecer”, agregó De la Iglesia, también directora del grupo de teatro comunitario de Rivadavia.
Fue en Brasil durante el gobierno de Lula Da Silva cuando nació el programa Puntos de Cultura que, impulsado por Gilberto Gil, fue la puerta de entrada para que otros Estados comenzaran a interesarse por los proyectos socioculturales de la sociedad civil. Pero sin la participación de la ciudadanía nada de ello hubiera sido posible: “La Cultura Viva Comunitaria desde siempre ha estado manifestándose como forma de resistencia cultural a los avallasamientos culturales dominantes, pero siempre ha sido autogestiva, es hora de que los estados tomen conciencia de esta construcción comunitaria y sea apoyada económicamente por ley y no por las políticas o funcionarios de turno”, remarcó Ricardo Talento, director del grupo de teatro comunitario Circuito Cultural Barracas de Buenos Aires que viajó a La Paz en representación de la Red Nacional de Teatro Comunitario que nuclea a más de 50 grupos de teatro de vecinos de todo el país.
Además de los artistas y los funcionarios, representantes de varias universidades del continente estuvieron en Bolivia para aportar sus conocimientos. “Nuestra participación nació de una propuesta que realizamos a los organizadores de comenzar a trabajar en la construcción de una red de universidades que apoyen y desarrollen este tipo de políticas culturales”, contó Franco Morán, coordinador del Programa Derecho a la Cultura de la Universidad Nacional de Córdoba.
La generación de espacios en los que los ciudadanos son protagonistas y no meros espectadores fue señalada por Alejandra Arosteguy, coordinadora del grupo de teatro comunitario Cruzavías de 9 de Julio (Provincia de Buenos Aires) e integrante de la regional Oeste Profundo, que pertenece a la Red Nacional de Teatro Comunitario. “La organización previa también ayudó a visualizar y a contactarnos con todas las organizaciones del país que trabajamos en lo mismo y para tomar conciencia de lo que significa la cultura comunitaria: si no fuera por estos espacios miles de personas no tendrían acceso al arte”, reflexionó.
El saldo más positivo fue, según la delegación argentina, la generación de ámbitos para el debate, la creación y la puesta en marcha de procesos de reflexión ciudadana, la necesidad de transformar las relaciones entre el Estado y la sociedad civil mediante procesos de empoderamiento popular y modelos de políticas públicas que apoyen a la Cultura Viva Comunitaria. Si para este primer encuentro, Bolivia fue el país elegido por ser constitucionalmente un Estado Pluricultural y Plurinacional, en dos años, la cita será en Centroamérica, el corazón de un continente que late al ritmo de su gente.Este artículo se publicó el domingo 14 de julio en el suplemento Letra Ñ del periódico Clarín de Buenos Aires.
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