"No estamos hablando del teatro tradicional, cuyo objetivo es más bien vivencial, estético y literario; hablamos de otra forma de hacer teatro, más cerca a las preocupaciones que vive la gente y su necesidad de cambiar la realidad. Tampoco hablamos del teatro didáctico, en el que la forma teatral es utilizada para dar a conocer o reforzar determinados contenidos preestablecidos, intentando llegar más fácilmente a los educandos", señaló Fernández.
Aseguró que tampoco se lo reconoce como el teatro popular en sus dos vertientes, ideológicas y costumbristas, siendo la primera usada por los "izquierdistas" para denunciar problemas de la gente e inocular ideas políticas elaboradas por élites y vanguardias, como alternativas a esos problemas.
La segunda, costumbrista, pone en escena usos y costumbres populares, resaltando formas de ser y actuar de la gente que puedan arrancar sonrisas y lágrimas en un público heterogéneo, con intención distractiva.
Sin embargo, dice Fernández, el "Teatro del Oprimido" se conecta con todas esas formas de hacer teatro, en especial con el popular, pero su intencionalidad y estructura escénica van por otro lado, lejos de la propaganda política y de la folklorización de la vida del pueblo, busca ser una herramienta que potencia las capacidades críticas y de solidaridad de los excluidos del sistema dominante.
"Se trata de un teatro mayéutico, donde mediante el diálogo y la creatividad propia del arte, el público-pueblo, provocado por el grupo teatral, va sacando sus ideas y propuestas frente a situaciones problemáticas. Los actores dejan de ser tales para convertirse en herramientas al servicio del público", sostiene Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario