En esta bienal participan como invitados 51 artistas de todo el mundo que han sido elegidos por Alfons Hug, curador general, quien explicó que el objetivo de la muestra es similar al que tenía el pintor uruguayo Joaquín Torres García cuando, al regresar de París a Montevideo, se propuso invertir el mapa cultural del continente: “Transformar el Sur de América en un Norte”.
La propuesta que presenta Falcone en Montevideo se denomina “Campo de color”, que consiste en un espectáculo sinestético con el que otorga estímulos visuales con matices intensos de color y explora el potencial comunicativo de aromas de especias –que en la presentación inundaron la Iglesia de San Francisco de Asís de Montevideo, reabierta y refaccionada para este evento–.
Para hacer “Campo de color”, Sonia Falcone se inspiró en la antiquísima historia de las especies que, desde los inicios de la civilización, han incidido en el comercio, la exploración marina y han desatado hasta guerras y servido de inspiración a poetas. “La pimienta que se esparce sobre la carne valúa su peso en oro. La nuez moscada que se gratina en un rompope, alguna vez fue la causa de una guerra que conquistó para Inglaterra el territorio de Long Island”, resalta Falcone y destaca además el poder de los colores de las especies:
“Detrás de sus cuerpos finamente pulverizados se encuentran sabores sorprendentes y un arcoíris de colores provenientes de todo rincón de nuestro planeta”.
Achiote, chocolate, pimienta, clavo, comino, anís, café, curry, mate, wilkaparu, canela, y nuez moscada conforman esta instalación hecha con polvos de resplandecientes colores: terracota, índigo, rojo, verde, blanco, amarillo, carne, rosa, fucsia, violeta, naranja, ocres y azules que están contenidos en idénticas vasijas de arcilla redonda y se elevan desde éstas en pequeños conos sobre el suelo de la Iglesia de San Francisco.
Adriana Herrera, crítica de arte y curadora, dice de “Campo de color” que “es una instalación minimalista en su composición estructural repetitiva; pero en lugar de los materiales fríos y neutrales, que prevalecieron en el norte de América, usa una materia orgánica que contiene el peso invisible de los siglos y de una memoria simbólica milenaria: las especias”.
“Las 88 vasijas de arcilla contenedoras de las coloridas especias en polvo –continúa Herrera– unifican la gastronomía de oriente y occidente e incitan a imaginar, como una totalidad unificada, la riqueza culinaria de la humanidad entera […] 88, número símbolo de lo eterno y de lo infinito contenido incluso en la más pequeña de las semillas”.
El crítico argentino Daniel Molina, en la publicación del Perfil de Argentina, calificó la obra de Falcone como “una obra muy sensual, no sólo por su colorido vibrante y la textura de las distintas especias, sino porque destila un aroma embriagador”.
El objetivo de las bienales
En términos generales, el objetivo que persiguen las bienales de arte desde su concepción –desde las más antiguas, como las de San Pablo y Venecia– es el de favorecer a la conformación de un mercado del arte que permita atraer tanto a coleccionistas de arte y también a instituciones encargadas tanto de promover el arte, como a aquellas que trabajan con este rubro, como una condición imprescindible para el desarrollo de una escena artística.
En esta bienal “El Gran Sur” de Montevideo, en cuatro edificios de la ciudad, incluyendo la iglesia de San Francisco, están instaladas las muestras de arte contemporáneo de características únicas para Uruguay, por su variedad y calidad.
La obra de Sonia Falcone podrá ser apreciada en el mes de abril en otra bienal de arte, que esta vez se desarrollará en Panamá.
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