“Los proyectos sociales han permitido producir a varios coreógrafos. Me atrevo a decir que como artistas nos vemos obligados a buscar financiamientos”, comentó ayer a Página Siete Ana Cecilia Moreno, de la compañía Atempo Danza de Cochabamba.
La danza contemporánea busca expresar, a través del bailarín, una idea, un sentimiento, una emoción, al igual que el ballet clásico, pero mezclando movimientos corporales propios del siglo XX y XXI.
Según la coreógrafa Mela Tomsich, este arte tiene tres facetas: la educativa, la terapéutica y la escénica. “Esa primera faceta es la que ha permitido el surgimiento de nuevas propuestas de danza en el país”, dijo.
“Como coreógrafos hemos visto que la mayoría de los recursos no está destinada específicamente al arte y la cultura, sino para el desarrollo social y esto se ha unido al arte, en este caso a la danza”, explicó Moreno, quien junto con su compañera Patricia Sejas desarrollaron desde 2005 diversos proyectos sociales que vincularon con el arte de la danza.
“En principio comenzamos con un proyecto que se llamaba Nuevas formas de expresión, en el que hemos trabajado en barrios y zonas periféricas de Cochabamba con jóvenes, niños y profesores, con quienes investigamos sobre las posibilidades escénicas y de construcción de obra tomando temáticas locales”, contó.
Una mirada similar tiene Sylvia Fernández, directora de la compañía Vidanza, de La Paz. “Creo que fui la pionera en proponer la metodología de trabajo para favorecer a grupos con pocas oportunidades de acceso a la formación artística”, recordó.
Fernández asegura que son tres compañías de danza en el país las que se han enfocado hace ya varios años en la producción de obras con contenido social.
“Lo social ha influido en la creación de Atempo Danza, que ha trabajado obras como una referida a la Guerra del Agua y, por otro lado, en Vidanza desde un principio hemos estado trabajando con proyectos sociales de diversa índole, el más reciente es el proyecto Tunupa, que reunió a jóvenes de El Alto. Por último, la compañía Katak también ha estado trabajando con colegios”, comentó.
Para Fernández, los proyectos sociales han permitido a los bailarines acceder a financiamientos de la cooperación internacional, “porque es difícil que la cooperación o las instituciones bolivianas te den fondos para trabajar una obra artística que responda a tus propias necesidades existenciales o individuales, pero si son proyectos ligados a lo educativo y social, eso nos abre un trabajo sustentado y sostenido”.
Este año se desarrollaron varias propuestas que respondieron a esta línea, una de ellas fue la obra La gran caminata de Idalí, dirigida por la coreógrafa Tania Carafa, y otra fue Wayruru, la semilla que inicia, de Yumi Tapia, Shirley Tórrez, Tania Carafa y Teresa dal Pero.
Sin embargo, no son las únicas propuestas, pues los recientes años también “han surgido nuevas compañías, como Gaviota, que están realizando iniciativas propias”, comentó Fernández. “Creo que ahora la danza contemporánea boliviana debe hallar su identidad”, agregó.
Hoy en Danzénica
A las 9:00 Seminario dirigido por Juan Carlos Rivera. Auditorio de la Alianza Francesa.
A las 10:20 Charla de Sylvia Fernández, de la academia Vidanza. Auditorio de la Alianza Francesa .
A las 11:50 Expo/video de Dayna Martínez, del grupo Movimentalist de Holanda. Auditorio de la Alianza Francesa.
A las 20:00 Avanza,. obra de la coreógrafa Carmen Collazos. En el espacio Vidanza/Desnivel.
A las 21:00 Frívolo, obra del coreógrafo Patrick Cuéllar. En el espacio Vidanza/Desnivel.
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