Con vistosos malabares y piruetas, este grupo de jóvenes talentosos deleitó en días pasados a un centenar de espectadores en una variopinta presentación, de las que se ven muy poco en el medio.
Fue un encuentro “transformador” entre dos culturas, y el esperado fruto de dos semanas de intenso trabajo sobre la tarima y de permanente convivencia e intercambio de saberes y aprendizajes.
La organización Creative Corners -especializada en proyectos creativos en Bolivia, Guatemala, Costa Rica y Perú- fue el vínculo entre ambas compañías. Monique Julian, la directora, vio que ambos países “tenían muchas cosas en común y mucha afinidad en la forma de trabajo” e impulsó los contactos que al final se materializaron en esta experiencia.
Daniel Aubin, director de la puesta en escena, explica que el elenco australiano, cuyos integrantes tienen entre 19 y 24 años, llegó con una “mente abierta, sabiendo que debían crear la historia desde el lugar”.
Así, mientras los alteños reflejaron con sus experiencias e historias la rutina caótica que viven, entre gritos y bocinas, los visitantes optaron por transmitir sus impresiones de La Paz, El Alto y Copacabana, las localidades que recorrieron con la anécdota común del “mal de altura”.
El resultado de esta novedosa experiencia fue un espectáculo de 45 minutos plenos de diversión y adrenalina. Vestidos de negro, con los pies descalzos y un maquillaje especial, ambos elencos se fusionaron en aquello que los asemeja y los representa como artistas.
Suben los telones
Minutos antes de empezar el show -en instalaciones de Compa, sede de Teatro Trono-, llenos de energía, los jóvenes “tomaron” las calles de Ciudad Satélite para invitar a los vecinos a la función. Redoblando tambores de lata, moviendo circularmente cintas de colores y escupiendo gasolina al aire para encender de inmediato las llamas, llamaron la atención de los alteños.
Sin un idioma común, durante la función bastaron las señas y los gestos para comunicarse. Es que “en la luz del acogimiento -decía el filósofo francés Georges Gusdorf- se ofrece la posibilidad de una comunicación sin límites”. Sin límites de edad, de género ni de nacionalidad. Todos fueron uno en el escenario.
Un sello distintivo de Teatro Trono es la interacción con el público y la representación de personajes y hechos propios de la historia, tradición e imaginario bolivianos. Luke James, de 23 años, tomó nota de todo esto y recreó al kusillo, en su esencia, para darle su propio toque. “Aprendí mucho de este personaje y me pareció muy especial. Le gusta convertir las cosas serias en divertidas”, dice.
Fue, además, un espectáculo de talentos. Uno tras otro' el ula-ula, los malabares, el break dance, la cuerda humana, el baile con cintas' fueron ovacionados por un público que captó el brío y admiró la destreza de los actores.
“La fuerza que ellos ponían en los ensayos hizo que mejoremos nuestra actuación. Fue una experiencia inolvidable y súper divertida para mí”, comentó Alexandra Fernández, de 14 años.
Al finalizar la presentación, todos construyeron una pirámide humana de cuatro niveles. Sólida y compacta como los lazos de amistad que crearon durante su convivencia.
“Desde que llegamos nos recibieron con mucho cariño. Nunca antes tuve una experiencia así y es genial saber que hicimos grandes amigos en Bolivia. Mi deseo es regresar pronto”, comentó Jordan Gallaway, de 21 años.
Y aunque éste fue un encuentro memorable para los jóvenes bolivianos, no es la primera vez que interactúan con un elenco extranjero. Mayra Bautista, del Teatro Trono, indica que sólo en 2011 realizaron intercambios artísticos y culturales con ocho países de Latinoamérica y Europa.
“Todas las experiencias siempre fueron llevadas adelante con mucho compromiso, cariño y respeto mutuo”, afirma.
Como dice Aubin, sin importar qué culturas se encuentren, los artistas tienen una misma energía' el arte humaniza a las personas. No en vano los aplausos parecieron eternos al finalizar este acto que cautivó al público en la espontaneidad y simpleza de las acrobacias.
“Encuentro la misma pasión en el elenco de teatro Trono y el que dirijo en Australia. Aquí me siento como en casa”.
Daniel Aubin, director
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