En El horacio, Imakina recurre a la palabra escrita por el dramaturgo alemán Heiner Müller, para tomar una leyenda romana y plantear el dilema de cómo separar el heroísmo patriota del crimen: cuestión de justicia eso de dar a cada quien lo que le corresponde.
Los cuatro en escena —Oblitas, Gino Ostuni, Luis Caballero y Luis García Tornel— arman un pueblo y recrean la humanidad; Francia, que tiene una presencia enorme, podría devorarse la obra, pero Aguirre, desde la dirección, crea el equilibrio. La palabra, de por sí fuerte, se convierte —salvo algunos pleonasmos— en imágenes que suman: cuerpos vivos que reproducen un rito que entonces muestra su eterno sinsentido.
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