Para Jorge Agramont, artista plástico de profesión, trabajar con vidrio es simplemente fascinante; en sus manos reside la habilidad para transformar desechos de cristal en objetos decorativos, útiles y artísticos.
Láminas de vidrio, botellas, retazos que quedan en las vidrierías e incluso pequeños frascos o ampolletas que otros desechan son para Agramont materia prima “que se transforma en arte”.
Con este concepto: reciclaje y arte, hace seis años nació la empresa Rojo, artes del fuego, que se vale de la vitrofusión para fabricar piezas en vidrio y esmalte sobre metal.
Se trata de una técnica que permite moldear cristales en diferentes formas y colores, y combinarlos con otros materiales para producir texturas, relieves en una infinidad de diseños. “Hace falta paciencia, creatividad y dominio de la vitrofusión para obtener buenos resultados”, comenta Agramont.
Aretes, dijes, anillos, botones, portarretratos, fuentes, juegos de vajilla y joyeros son algunas de las piezas que este artesano boliviano crea en su taller, junto a dos artistas que también llevan en sus venas la pasión por las “artes del fuego”.
La producción de Rojo, artes del fuego varía entre 40 y 1.500 unidades, según el modelo. Y aunque la forma de algunas piezas es la misma debido al molde, cada una tiene diferentes diseños y colores que le dan un matiz de exclusividad.
Entre sus colecciones ofrecen fusiones de vidrio con cerámica o con madera, cada una con un estilo diferente, pero siempre con un acabado contemporáneo y muy colorido.
Los adornos hechos a mano, con técnicas artesanales y artísticas, y con el agregado de que son productos “amigables con el medio ambiente, gracias al reciclaje”, se venden entre 50 y 600 bolivianos, según el tamaño y complejidad del diseño.
El proceso
Más allá de trabajar el vidrio, esta tendencia artesanal -que se remonta a civilizaciones tan antiguas como la egipcia- “engloba expresiones artísticas disímiles como la cerámica, el esmalte y la orfebrería que trabajan sometiendo diferentes materiales a procesos de quema, cocción e ignición de la materia”, explica el artista venezolano Félix Suazo.
El proceso de la vitrofusión parece sencillo, pero requiere de mucho cuidado y habilidad. “Primero se muele el vidrio, luego se lo funde y se lo modela al rojo vivo”, cuenta Agramont, que muestra en sus curtidas y callosas manos la prueba de la experiencia en este trabajo, caracterizado por la continua manipulación de fragmentos de vidrio y el contacto directo con el calor.
Al poner la pieza en el horno de fundición, se debe controlar rigurosamente el tiempo y que la temperatura no exceda los 1.500 grados centígrados. De otra manera el diseño se distorsiona.
Además de su materia prima, que es el vidrio, para su labor cotidiana, Rojo, arte del fuego necesita esmalte (un tipo de pintura especial), pinceles, una máquina pulidora, un horno y moldes de cerámica o acero inoxidable.
Agramont advierte que con el tiempo el trabajo con esmaltes puede ser riesgoso porque los colorantes contienen óxido de plomo, una sustancia tóxica para el organismo.
“Para evitar ese problema, el año pasado hemos creado esmaltes en base a fundentes alcalinos y otros pigmentos especiales”, explica el artesano.
Es así que en 2011 recibieron el premio de joyería Suma Lurata y otro otorgado por la Alcaldía, por ser “la mejor empresa en responsabilidad con el medio ambiente”.
Entre otros logros, en septiembre del año pasado llevaron su línea de joyería ecológica a España, donde se realizó la Iberjoya, una feria internacional en la que participaron diez empresas representando a Bolivia.
Agramont cuenta que las 250 joyas en base a vidrio, cuero y metal que llevaron “tuvieron mucha aceptación, sobre todo por su naturaleza ambientalista”.
“La Iberjoya nos permitió hacer contactos con personas interesadas en nuestros productos y nuestra idea es exportar este año”, dice mientras sostiene un pedazo de vidrio que en cuestión de cuatro horas se convertirá en otra obra de arte.
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