S i el viajero no dispone del tiempo necesario para conocer la zona, “nosotros le mostramos en una hora todo lo que tenemos como cultura, tradiciones, costumbres, flora y fauna que están alrededor del lago Titicaca”, explica Ezequiel Vargas, director del Centro de Interpretación Pacha Uta (casa del tiempo y el espacio, en aymara), en el poblado de Copacabana.Este proyecto nació por iniciativa de la Junta de Andalucía de España y fue ejecutado por la organización no gubernamental ibérica Fundación Codespa, que tiene una delegación en Bolivia.
Se inauguró en julio del año pasado con cinco salas temáticas: medio ambiente, mujer, patrimonio textil, patrimonio cultural y turismo comunitario.
A pesar de que se encuentra en un lugar accesible y céntrico de Copacabana —la calle Jáuregui, cerca de la plaza Sucre—, en poco más de medio año tan sólo ha recibido menos de medio millar de visitantes, la mayoría extranjeros; aunque se han repartido afiches y el propio director sale a la puerta a invitar a pasar a los turistas. La promoción y difusión son dos tareas a las que apunta este pequeño repositorio.
La primera sala está dedicada a la flora y fauna del Lago Sagrado, donde sobresalen las imágenes de la rana gigante y de peces como el umanto, del cual sólo quedan recuerdos porque desapareció del depósito de agua por la introducción de la trucha y el pejerrey. Y también existen efigies de aves típicas como la choka o pato negro.
El ambiente dedicado a la mujer luce la línea de la vida, las etapas por las que pasa todo ser humano, de acuerdo con las costumbres locales. “La historia que se cuenta es una reconstrucción de vidas comunes”, explica Arsenio Maldonado, de Codespa.
Más adelante se encuentra el salón del patrimonio textil, que resume la evolución de la vestimenta de los hombres y las mujeres y cómo se elaboraban los tejidos de forma tradicional, teñidos con elementos naturales como chuju y cochinilla.
Panes alrededor de una tumba, fotos de matrimonios o de la fiesta de la Virgen de Copacabana, ofrendas y trajes de bailes forman parte del patrimonio cultural. Aunque el museo no está todavía completo por falta de tiempo y espacio, su director asegura que representa en más de 90% la diversidad del municipio. Se puede ver los atavíos para la danza del balsero, el chuncho y los quena quena. Poco a poco se pretende añadir información de las festividades de otras localidades, así como sus bailes tradicionales.
La última sala se refiere al turismo comunitario. Permite conocer, por ejemplo, cómo es una vivienda típica de adobe por fuera y por dentro. “Aquí todo es auténtico: los elementos (como las vasijas y utensilios de barro) que forman la vivienda se han obtenido mediante trueque, en las comunidades del lago Titicaca”, resalta Maldonado.
“Pacha Uta es un centro de interpretación, no un museo al uso”, “porque aquí todo está analizado y se explica a los visitantes”. Para ello cuenta con la colaboración de guías, pasantes de la carrera de Turismo de la Universidad Mayor de San Andrés y de la Universidad Católica.
Maldonado realza la ayuda de los pobladores para el aprovisionamiento del repositorio; en cambio, señala, echa de menos el apoyo de empresarios de la zona. Pero Vargas asegura que, a pesar de los obstáculos, éste es un sueño que puede ser emulado en otros municipios turísticos del país.
La descripción del museo es muy buena, pero sugiero que se incorpore en los datos, el teléfono, página web, e-mail, costo y horario de atención
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