“De niña viví mucho en los Andes”, justifica la hija del cineasta boliviano Jorge Sanjinés y la escultora chilena Consuelo Saavedra. “La inclusión de aquellos elementos es inconsciente, mi madre era escultora, mi padre es cineasta y mi abuelo fue artista, siempre viví rodeada de arte, pero mi influencia mayor fue mi madre”, añade.
Carolina vivió durante siete años en Cuba y seis en Guatemala, es por eso que tiene una fijación permanente con los barcos en sus esculturas elaboradas con la técnica de la cera perdida.
Sus grabados representan a la fábula, el erotismo, el teatro, el drama, además de la extroversión y la introversión propias del ser humano. Fueron elaborados en papel de arroz con la técnica de la xilografía.
Sanjinés reside desde hace nueve años en Santa Cruz y trabajó en estas piezas en el taller de Juan Bustillos. “Tenemos estilos bien definidos, yo aprendí a fundir en Guatemala, pero me uní a su taller porque tiene más facilidades para el fundido”.
Carolina regresa con una exposición individual después de dos años, con sus obras que son cotizadas en el mercado internacional. “Hasta hace un año tenía un contrato de exclusividad con dos galerías de Guatemala, pero quiero posicionarme en Santa Cruz”, dice.
Entre el encierro y la paz
Eduardo Ribera | Curador
Una perfecta aleación de encierro y calma son símbolos escondidos en las obras de Carolina Sanjinés.
Como un sueño texturizado, de quien puede volar, viajar, navegar o convertirse en malabarista, siempre y cuando permanezca dormido.
Sanjinés transmuta chatarra: grifos, chapas y tuberías a seres dotados de un sentir sin tiempo, seres de aleaciones únicas e irrepetibles. Cada pieza refleja un deseo pacífico de protección y goce.
La muestra contiene una selección de obras que Carolina creó en los dos últimos años, en su gran mayoría tienen dueño. En su arte hay un encierro y una paz, la dicotomía entre estar encerrada, pero a la vez liberada en un sueño.
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