El festival se ha convertido en el principal escaparate del dibujo animado japonés de aquí a 2012 tras la cancelación del gran evento anual del sector en Japón, la Feria Internacional del Anime, a causa del terremoto del pasado 11 de marzo.
Sin embargo, la pequeña escala del evento, sobre todo al compararlo con su hermano mayor, difícilmente podrá levantar los ánimos de una industria que, pese a seguir siendo multimillonaria, cada vez suprime más costes y arriesga menos en sus contenidos.
Celebrado desde hace años en el barrio tokiota de Akihabara, la meca del manga, el anime y el videojuego, el festival sirve como plataforma para que formatos televisivos y películas puedan ser adquiridos por distribuidores o televisiones de todo el mundo, además de organizar simposios sobre temas que afectan al negocio.
Una veintena de productoras presentaron este año series como "Bloody Bunny" o "Appleseed XIII", basada en el conocido manga de Masamune Shirow, o filmes ya estrenados en Japón como "Musashi, the dream of the last samurai", biografía del conocido espadachín Musashi Miyamoto, con guion del reputado Mamoru Oshii.
Dentro del evento también se mostraron servicios para facilitar la distribución de contenidos en tabletas y "smartphones" y novedades en programas informáticos para dibujar y colorear.
La sección más llamativa pese a todo fue "Creator's World", una iniciativa del festival para promocionar y ofrecer oportunidades de negocio a nuevos creadores.
Aquí se dieron cita estudios como Picograph, que presentó un proyecto titulado "A great war of spirits, Totemia", consistente en una serie de animación acompañada de una línea de figuras articuladas de sus protagonistas, los cuales se transforman en diversos animales.
También estuvo presente Happyproject, un estudio de diseño que en los ratos libres crea graciosas historias como "Fruity samurai", protagonizadas por guerreros con forma de pera o calabaza, para publicarlas en internet.
Gaku Kinoshita, un animador tokiota de 34 años, exhibió sugerentes trabajos como un vídeo-retablo que adapta en su personal estilo, que combina lápiz y animación 3D, los famosos grabados que el artista Utagawa Hiroshige (1797-1858) realizaba de las distintas estaciones del año.
Al igual que sus compañeros de profesión, Kinoshita se decantó por la animación por pura vocación, sabedor de que las condiciones de trabajo y la remuneración, que tradicionalmente han sido draconianos en esta industria, han quedado aún más erosionados tras el estallido de la crisis en 2008.
Tras pasar una década estudiando y trabajando para una productora en Londres, Kinoshita regresó a Japón para vivir como animador independiente.
"Al comparar Reino Unido y Japón ves que básicamente el presupuesto que le dedican aquí es menor, que se paga menos y que los plazos de entrega son mucho más cortos, con proyectos que duran tres semanas, a veces dos", explica a Efe.
Además, el interés por producir para el mercado internacional se ha visto empequeñecido por el agravamiento, tras la crisis global, del llamado "Síndrome Galápagos", término utilizado por los nipones para definir un desarrollo cultural insular, ajeno al mundo exterior, propio de Japón.
Esto da lugar a géneros enfocados casi exclusivamente al mercado doméstico y que acaparan cada vez más cuota de mercado, como el "moé", protagonizado mayoritariamente por personajes femeninos que obsesionan a sus fans masculinos y que resulta difícil de exportar por su excentricidad.
"Cuando un género, como es el caso del moé, hace dinero, entonces el resto de productores creen que es una apuesta segura y se lanzan a ello. Claro que hay más posibilidades, pero probablemente no es momento de explorar diferentes estilos y géneros", cuenta Kinoshita.
A la salida del recinto del festival, los escaparates de Akihabara, copados casi en exclusiva por personajes femeninos de aspecto adorable y voluptuosidad exagerada, parecen certificar que la industria del anime japonés tiene muy claro cuál es apuesta en los tiempos que corren.
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